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Venezuela Disputas agro-alimentarias: Desafíos Lorena Freitez Mendoza* e Índira Granda Alviarez** *Ministra del Poder Popular de Agricultura Urbana de Venezuela **Viceministra de Formación y Cultura Agrourbana de Venezuela 1.- Territorio Urbano: espacios para la producción de la vida. Desde distintas perspectivas la ciudad y lo urbano son una cultura, una aproximación, un significado que se construye en oposición a lo “rural” (donde la población vive de actividades no agrícolas). Las aproximaciones son en esencia económicas, entendiendo a la ciudad desde su condición de “lugar privilegiado para el intercambio y la innovación” y recalcando las ventajas de tipo “inmaterial” que éstas poseen: la ciudad “posee economías de aglomeración relacionadas con la producción de conocimientos y, específicamente, con la toma de decisiones”. El sentido hegemónico sobre la ciudad es, siempre, un territorio en disputa. Y en este territorio se concentra, por ejemplo en Venezuela, un 90 por ciento de la población, es decir, 24 millones de personas. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2030 el 60 por ciento de las personas en los países en desarrollo probablemente vivirá en ciudades. Las ciudades venezolanas durante este siglo XXI han experimentado procesos de transformación política, física y simbólica sin precedentes. Diversas acciones, tanto gubernamentales como de organizaciones y movimientos populares, han transformado el rostro de todas las ciudades del país, convirtiendo procesos de exclusión y fragmentación que el propio modelo había generado en territorialidades de lo nuevo, expresión de una redemocratización de la ciudad y la vida. Estas acciones, sus perspectivas e impactos deben ser analizados y ponderados en su intento por la construcción de un sistema de vida urbano distinto. Reflexionar sobre la agricultura urbana nos lleva, ineludiblemente, a un análisis sobre la ciudad y los modos de vida que disputan la hegemonía del modelo civilizatorio capitalista, que si bien lleva consigo una lógica del “desarrollo” y de acumulación por desposesión que permite la existencia y reproducción de latifundios urbanos y la privatización del acceso y uso del suelo –expresada en el negocio de la construcción, la especulación inmobiliaria y la mercantilización de la vida–, sigue siendo el hábitat de 90 por ciento de la población, que sigue anhelando el derecho a la ciudad y cuyos referentes de vida, sus expectativas, deseos y sentidos comunes son totalmente urbanos. El actual modelo global e industrializado ha posibilitado la desconexión alimentaria de las ciudades de su entorno rural y de su propio sector primario, pasando a abastecerse directamente de mercados globales, de alimentos que pueden venir de cualquier país, lo que se ha llamado “alimentos kilométricos”. Un mercado globalizado que ha transformado sin darnos cuenta nuestra realidad. En estas ciudades, creadas desde la lógica de urbanización del capital, se han consolidado grupos que concentran el poder de distribución y comercialización de alimentos; ellos controlan los puntos de acopio y la definición de precios de compra al productor, siempre a precios muy bajos. Muchas veces los campesinos les venden a precios de pérdida pues carecen de opciones de colocación de la producción. De la mano con la precarización de las condiciones laborales de las y los trabajadores agrícolas, quienes como productores son el eslabón más débil de la cadena, se profundiza la fragmentación en la relación entre la producción y el consumo. La agricultura urbana, tal como la accionamos en Venezuela, promoviendo la democratización de la ciudad, resta condiciones de reproducción de un modelo de minorías y exclusiones. Pone sobre la mesa la discusión sobre el modelo de desarrollo, y por tanto desata antagonismos, tensiones y disputas, pues toca intereses inmobiliarios y de ampliación de la ciudad; modificar una serie de procesos que son negocios, por ejemplo los de transporte, distribución e importación, o el negocio de los agrotóxicos, y armar de información al otrora consumidor pasivo que ahora con poder de decisión se hace menos vulnerable frente a los diversos ataques, entre muchas otras cosas. La agricultura urbana apuesta a una producción agroalimentaria basada en un modelo democrático y participativo, de control social y autogestión general, ecológicamente equilibrado, económicamente viable, culturalmente diverso y socialmente justo. La democratización de la ciudad y la revolución urbana implican nuestra reivindicación como productores de nuestro hábitat, productores de vida. Implica hacer de las ciudades espacios para las grandes mayorías, transformar cualquier proceso de exclusión y asimetría que el mismo modelo de ciudad haya generado, y en esto la agricultura urbana juega un rol fundamental, pues nos propone la participación directa en la creación y auto-producción de una ciudad para tod@s, un mecanismo de transformación, pasando de las ciudades del siglo XX, diseñadas para el consumo, a las del siglo XXI, que deben ser ciudades para la vida. Las grandes ciudades están avanzando, evolucionando hacia ese modelo, porque el otro no se soporta más. Cantidad de ejemplos mundiales pueden validar esta afirmación. Casos icónicos como el de Detroit que, con una población aproximada de 900 mil habitantes, ha tenido un amplio desarrollo de agricultura urbana enfocada en la seguridad alimentaria. Detroit, después de la debacle postindustrial causada por la mutación del modelo de acumulación capitalista, tuvo que comenzar a construir estas alternativas. Tiene más de 600 jardines y huertos comunitarios; ha tornado parcelas de propiedad pública de terrenos baldíos en granjas urbanas y jardines comunitarios, y se estima que con el impulso que vienen generando de la agricultura urbana, utilizando tierras disponibles y métodos biointensivos, podría suministrar más de 75 por ciento de las verduras frescas para el consumo de su población y el 40 por ciento de sus frutas frescas. 2.- La agricultura urbana: reprogramando la matriz productiva en la ciudad. La FAO apunta que 800 millones de personas en todo el mundo producen verduras o frutas o crían animales en las ciudades, lo que equivale a un sorprendente 15 a 20 por ciento de los alimentos del mundo. Si bien la agricultura urbana es una agricultura complementaria en términos del porcentaje que tributa a la satisfacción de la demanda alimentaria, consideramos que su mayor potencia radica en la posibilidad de servir de palanca para la transformación cultural necesaria, un instrumento que permite la reprogramación de la matriz productiva urbana desde el impulso de una cultura productiva para un nuevo poder. Una nueva cultura productiva para producir la vida de forma distinta, desde una materialidad que tiene efectos positivos en nuestra vida concreta. Por esto es central en esta fase el apoyo político y cultural para su viabilidad como modelo, pues la receptividad de la propuesta por parte de la ciudadanía depende de la percepción acerca de si puede tener un impacto significativo en la disponibilidad y la seguridad alimentaria en las zonas urbanas. La apuesta de la agricultura urbana en Venezuela promueve un nuevo modelo agroalimentario que: A) Involucre a la mayor cantidad de actores productivos, disputando la democratización de la producción de riqueza. B) Desarrolle referencias tecnológicas propias, altos rendimientos con pocos recursos y espacios. C) Apueste por la producción de insumos nacionales (semillas, fertilizantes, genética animal) D) Posicione una nueva forma de planificar la producción agroalimentaria basada en el conocimiento profundo de las necesidades de consumo alimentario real de la población. E) Produzca nuevos gustos en la cultura alimentaria del pueblo venezolano. En la política pública de agricultura urbana, la soberanía se convierte en eje transversal que da vida a una necesaria y urgente nueva cultura productiva que rompe relaciones de dependencia en lo material y lo simbólico, que fortalece las fuerzas populares y permite la emergencia de ciudades con garantía plena a sus pobladores de acceso, en primer lugar, a la tierra (el suelo urbano) y a los alimentos, su producción, distribución y consumo. En este sentido, la agricultura urbana pone de nuevo en la palestra el debate sobre los modelos de propiedad y gestión de tierra, capital, trabajo y conocimiento/tecnología. 3.- Provocaciones agrourbanas. Y, ¿dónde consigue el asidero la apuesta agrourbana? Fundamentalmente en nuestra Constitución, piedra angular que recoge toda la potencia constituyente y que instala una nueva era de resguardo de lo común, lo público y de las mayorías. Ya los artículos 305 y 306 de nuestra Constitución desarrollan de manera amplia el carácter de la producción agrícola en conformidad con las máximas de respeto y protección a nuestra soberanía nacional y a la justicia social. Asimsmo, el cuerpo de leyes como la Ley de Tierras, la Ley Orgánica de Soberanía y Seguridad Agroalimentaria, la Ley de Semillas, la Ley Orgánica de Comunas y todo el sistema de leyes del Poder Popular, la Ley del Plan de la Patria, la Ley de Tierras Urbanas, la Ley Especial de Regularización Integral de la Tenencia de la Tierra de los Asentamientos Urbanos o Periurbanos, entre otras tantas nos ofrecen elementos para el marco legal sobre el que se edifica esta apuesta. Las crisis son oportunidades y en este momento Venezuela lo está demostrando, al enfrentar con alto grado de dignidad y fortaleza una caotización de la economía cuyo fin es el debilitamiento del poder adquisitivo de la población que dificulta el acceso a los servicios y alimentos, por lo que se hace necesario adoptar medidas urgentes que permitan garantizar el acceso a los alimentos suficientes para la satisfacción de necesidades primordiales de nuestro pueblo; en ese marco, surge el Ministerio de del Poder Popular de Agricultura Urbana (Minppau). La agricultura urbana no se refiere sólo a la producción primaria de vegetales o proteína animal, sino que abarca diversos eslabones de una cadena de producción de la vida en la ciudad. Entendemos entonces como sujetos de la política y ámbitos de alcance de la misma: al productor primario que siembra o cría animales de forma individual y familiar, que está organizado o no; al que tiene finca integral; al que procesa; al que tiene biofábrica de insumos; al que distribuye; al proveedor; al consumidor organizado o no; al innovador, entre otros tantos. Para avanzar en este camino, desde el Minppau en el marco del Decreto de Emergencia Económica –activado desde hace meses atrás en el país–, venimos promoviendo frentes de lucha en distintos ámbitos: - Suelo urbano: la reprogramación del suelo urbano que brinde condiciones de posibilidad al desarrollo de la ciudad productiva es una clave. Es por esto que hemos impulsado un Decreto de afectación de suelo, para declarar espacios urbanos para la producción agrícola urbana. “Se declara la afectación de uso de las tierras y espacios públicos y privados ubicados en los centros urbanos, que se encuentren libres, abandonados, ociosos, subutilizados y que presente condiciones y potencial para cumplir con el objeto del presente decreto, a fin de garantizar la seguridad y soberanía alimentaria con la ejecución del Plan de Agricultura Urbana, de acuerdo a lo establecido en el ordenamiento jurídico vigente”. “De igual forma se afecta el uso de las tierras y espacios con vocación agrícola ubicados en áreas verdes destinadas a parques y jardines públicos, zonas recreacionales y de expansión, espacios no edificables, terrazas de edificios públicos y espacios libres o en desuso en las Áreas Vitales de Viviendas y Residencias (Avivir)”, reza parte de este decreto. - Insumos soberanos: desde la perspectiva del modelo de producción soberano y cero divisas, promover la red de insumos nacionales es bandera fundamental de la política de la agricultura urbana. En este sentido, la defensa y aplicación de la Ley de Semillas es para nosotr@s un elemento estructural y fundante. - Tecnología: entendiendo que gran parte del modelo dependiente de nuestra matriz productiva pasa por la dependencia tecnológica, estamos estudiando nuevas vías legales que nos permitan, en el marco del desafío actual, romper los cerramientos generados por el esquema de capitalismo cognitivo global. Buscamos una economía social del conocimiento que permita apalancar la transformación productiva, por medio de apuestas de ingeniería inversa, de-construcción tecnológica, el código abierto y el conocimiento y el hardware libre. El Gobierno Bolivariano en más de 15 años ha dado importantes pasos en la defensa de la soberanía alimentaria en el país considerando y accionando como derechos: la alimentación, la producción y la agricultura sustentable, las formas autóctonas de producir, la conservación de las semillas y el medio ambiente, entre tantas otras. No obstante, hoy estamos atravesando un fuerte revés en las condiciones para garantizar esas conquistas de las mayorías. La caída del precio del petróleo, el estrangulamiento financiero internacional contra Venezuela, la guerra económica y los desequilibrios económicos estructurales dibujan un escenario complejo que no tiene soluciones mágicas. Es en medio de este contexto que ha irrumpido la agricultura urbana en el país. En muy poco tiempo, se presenta como una respuesta eficaz frente a la emergencia económica nacional. Pero no quiere ser un parche cualquiera. No busca ser ave de paso. Ha llegado para instalarse en el nuevo metabolismo económico y social. Para ello tiene el desafío de tejer alianzas con el resto de políticas económicas y tecnológicas para que logre sostenibilidad en el tiempo. No sólo a lo interno, sino trascendiendo nuestras fronteras. Por eso, celebramos nuestra presencia en el Segundo Encuentro Internacional Economía Campesina y Agroecología en América, pues creemos que existe en las tierras americanas un acumulado histórico valioso para compartir.
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