Estilo de El Payo y faena de Juan Pablo Sánchez salvan festejos
mal fariode ganado y asistencia en la Plaza México
En las corridas 5 y 6 las mansadas fueron de San Isidro y Julián Hamdan
Lunes 5 de diciembre de 2016, p. a41
Quién carajos escoge ganaderías y selecciona encierros para la Plaza México? Los que lo hicieron y lo hacen –¿apoderados, figurines, veedores, empresas?–, simplemente están enterrando el espectáculo iniciado en esta ciudad en 1526, hace apenas 490 años. Los taurinos seudopositivos culpan a los antitaurinos de las amenazas a la fiesta y exhortan a asistir a la plaza, no obstante los consecutivos fiascos de ganado y combinaciones de toreros.
Jamás imaginaron los aficionados pensantes –han de quedar como 23– que ofrecer corridas de toros en la Plaza México se volvería ciencia, fórmula complicada o manual de iniciados, excepto cuando la postmodernidad rebasó a la sensatez y suma de esfuerzos que en otros tiempos propiciaron el avance y las expresiones de este país.
–¿Qué querían, trapío o movilidad? –preguntó un sofista y además villamelón.
–Oiga, ¡queremos ambos!, porque la fiesta sin bravura se convierte en basura –atajó una aficionada de cepa –y añadió: si los prósperos empresarios que sustituyeron a otros al frente de la plaza luego de dos décadas no entienden que la gente quiere emoción y rivalidad a cargo de toros y de alternantes, la Unesco nunca va a reconocer a la tauromaquia como patrimonio cultural inmaterial ni la gente va a volver a los tendidos. Estos nuevos magnates taurinos tampoco tienen un concepto claro de bravura, de mercadotecnia ni de organización, no obstante su experiencia haciendo dinero en otros campos.
En la quinta corrida de la temporada la nueva
empresa decidió dejar en ocioso mano a mano lo que originalmente era terna con Luis David Adame, lesionado, en vez de haber incluido a Sergio Flores o a Fermín Rivera, triunfadores recientes en ese coso. ¿El resultado? Menos de un cuarto de entrada, luego de que hasta los cubeteros saben que Sebastián Castella –50 corridas en 2016– hace tiempo alcanzó nivel de incompetencia como figura europea y sin imán de taquilla en el coso de Insurgentes, al grado de que la corrida programada para el viernes 9 de diciembre con el diestro francés se pospuso para el 18 con otros toreros.
Afortunadamente su alternante, el queretano Octavio García El Payo –28 tardes este año–, de regreso de una meritoria y triunfal campaña española en plazas modestas, realizó con el cierraplaza Caporal (531 kilos) el menos malo de los de San Isidro, un trasteo de muy altos vuelos, más por la expresión de Octavio que por la conjunción del manso voluntarioso y el encastado torero, que a su recia tauromaquia añade ahora un sello, un tono, que rebasa elegancia y temple para remontarse a algo todavía más difícil: expresión interior de una vida vivida, decidida y reflejada en la ejecución de las suertes.Tras dejar un volapié en lo alto que hizo doblar sin puntilla, el diestro paseó una oreja cortada a ley.
Ayer la entrada fue más pobre, con el extremeño Miguel Ángel Perera –46 corridas–, quien tampoco se ha hecho del público capitalino, que alternó con Juan Pablo Sánchez –nueve tardes en 2016 y así quieren que salgan figuras– y Fermín Espinosa Armillita IV –12 corridas–, para lidiar un encierro manso de solemnidad de Julián Hamdan. Quien lo escogió, en la comodidad llevó la penitencia.
El menos malo de los seis astados –de a pujal por viaje o puyazo fugaz en forma de ojal–, segundo de la tarde, correspondió a Juan Pablo, que logró un trasteo de salón por ambos lados, con muletazos de la casa, de un temple privilegiado que el voluntarismo empresarial no ha querido aprovechar. Sólo la calidad torera de Sánchez atenuó la mansedumbre y falta de transmisión del toro. Tras dejar una estocada casi entera, paseó un apéndice. Lo demás fue lo de menos.