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Jornada inicial del coloquio sobre el Caudillo del Sur organizado por el Colmex

Reivindicar a Zapata, piden en foro por el centenario de la convención de Aguascalientes

Enarboló una causa nacional, define John Womack, autor de un libro sobre el personaje

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John Womack, Adolfo Gilly y Édgar Castro, ayer en el coloquio ¡Zapata vive!Foto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Miércoles 23 de noviembre de 2016, p. 6

Emiliano Zapata fue un hombre con una visión muy hacia adelante; incluso previó lo que vivimos en estos días. Por eso hay que estudiarlo, reivindicar su memoria y su lucha, pues se ha llegado al extremo de caricaturizarlo, no sólo su persona, también sus ideas, dijo Margarita Zapata, nieta del general revolucionario, en la inauguración del coloquio ¡Zapata vive!, que organiza El Colegio de México (Colmex).

Ese encuentro académico se desarrolla con motivo del centenario de la Convención Revolucionaria y hoy continuará en la sede de esa casa de estudios, en carretera Picacho Ajusco y Periférico sur, a las 10 horas.

La nieta del Caudillo del Sur afirmó que le duele mucho escuchar los gritos de Zapata vive, la lucha sigue en manifestaciones en las calles de México, sobre todo porque hay líderes que han llegado al poder con esas consignas, pero una vez ahí se les olvida no solamente la lucha de Zapata, sino también pelear por aquellos a quienes reivindicaban en su carrera oportunista de ascenso al poder.

Luego de la apertura del coloquio, se efectuó la mesa Testimonios sobre Zapata y el zapatismo, en la que participó el historiador Édgar Castro Zapata, bisnieto del líder agrario y presidente de la Fundación Zapata, quien presentó imágenes familiares para explicar cómo se forjó el culto a su bisabuelo.

Mencionó que Zapata procreó 15 hijos, dos de ellos dentro de matrimonio y el resto naturales, según datos conocidos hasta el momento. Luego de la muerte del caudillo, algunos de sus vástagos huyeron y se cambiaron el apellido por temor a ser también asesinados; al igual que las comunidades zapatistas, la familia vivió el estigma de ser satanizados y las acusaciones gubernamentales que los calificaban de bandoleros, aunque tuvieron la protección de la gente del campo.

Fue años después cuando se inició una reivindicación del zapatismo, sobre todo en la ceremonias luctuosas institucionales, a las que se invitaba a las viudas de Emiliano y a su descendencia, momento en el que Zapata se erigió en símbolo y leyenda.

Por mantenerse en pie de lucha

Édgar Castro recordó las palabras que su abuelo Mateo (hijo menor de Emiliano) dijo frente al presidente José López Portillo en 1979, en nombre de la familia Zapata, en un acto oficial. “Si en nuestras caras hay tristeza, se debe a nuestra miseria, a nuestra dificultad de todos los días, a nuestros enfermos, nuestros presos (...) Estamos decididos a no dejar morir a Zapata; a nuestros compañeros campesinos les decimos: ‘no lo maten con la indiferencia o la regulación, manténganse en pie de lucha, defiendan sus derechos, conquisten sus legítimas aspiraciones’.

A usted, señor presidente, con todo respeto le decimos: que su gobierno no lo mate, que funcionarios corruptos y desleales no traicionen las banderas campesinas de la Revolución Mexicana, que los caciques y terratenientes no encuentren en una oficina gubernamental el apoyo que les permite perseguir y explotar a los campesinos.

Como invitado especial acudió el historiador John Womack, catedrático de la Universidad Harvard, autor del libro Emiliano Zapata y la Revolución en Morelos (1910-1920), quien habló de ese trabajo de investigación que hizo en los años 60 del siglo pasado, el cual inspiró a posteriores generaciones de colegas, como dijo Adolfo Gilly, presente en la mesa.

Se recordó que Womack recibió en 2009, del Gobierno de la Ciudad de México, la medalla 1808 en reconocimiento a sus trabajos sobre el país, pero él se la entregó al Sindicato Mexicano de Electricistas, a la que calificó de la agrupación gremial más importante y valiente que se haya formado en esta ciudad durante la guerra revolucionaria del siglo pasado.

El autor estadunidense dijo que a 50 años de la publicación de su libro, sigue convencido de que el zapatismo enarboló una causa nacional. Reconoció que le gustaría realizar investigaciones acerca de otros revolucionarios, como Otilio Montaño o Manuel Palafox.

En su turno, Gilly, autor de La revolución interrumpida, apuntó que “fue la conjunción del azar de las batallas, de los acuerdos no dichos, de los no expresados sentimientos de respeto a la lealtad militar, con la necesidad del encuentro y la alianza entre las dos grandes guerras campesinas, la del norte y la del sur, tan diferente una de otra, lo que condujo a la convención de Aguascalientes, como realidad conquistada.

Luego vinieron las ambiciones, las angustias, la disputa por el prestigio entre unos y otros, los desencuentros de costumbres y de modos en este país inmenso que se llama México; las bravatas, los machismos, la violencia dentro de la guerra, toda esa espuma negra, la inevitable y tantas veces pesada anécdota circunstancial o divergencia que suele extraviar la visión y la pluma de quien no ve la necesidad que cada tiempo de la historia trae en sus adentros. A este juego pertenece nuestro oficio de historiadores.

Salvador Rueda Smithers cerró con una reflexión en torno a su trabajo en la recopilación de la historia oral zapatista, que está disponible en el sitio de Internet Rostros del zapatismo, auspiciado por el Colmex para ofrecer a investigadores y académicos la base de datos del Instituto Pro Veteranos de la Revolución del Sur. El portal se puede consultar en zapatavive.colmex.mx.

También se inauguró en la biblioteca del Colmex una exposición con algunos libros acerca de Zapata y objetos de la colección familiar, entre ellos una pistola que perteneció al caudillo.