19 de noviembre de 2016     Número 110

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Bosques y comunidades ante la
COP de Biodiversidad de Cancún

Raúl Benet Coordinador de Política Pública en el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible, AC

Del 2 al 17 de diciembre se realizará en Cancún la decimotercera  reunión de las partes de la Convención de Diversidad Biológica (CDB).

Esta cumbre reúne a representantes de 196 países y tiene entre otros objetivos el de establecer medidas estratégicas para el logro de Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, y para integrar la biodiversidad en todos los sectores.

La cumbre es una oportunidad para mostrar al mundo la importancia que tiene el manejo activo y sustentable de los bosques por parte de las comunidades, y la gobernanza de los territorios forestales, para la conservación de la biodiversidad, y para poner en la agenda de los tomadores de decisiones la necesidad de priorizar –mediante políticas públicas y financiamiento– el desarrollo de esquemas de manejo sustentable de los territorios forestales comunitarios.

El Convenio de Diversidad Biológica (CDB) es un compromiso mundial en el que participan 196 países, incluido México, y que fue originalmente acordado en la Cumbre de Río de 1992. Busca conservar la biodiversidad, promover su uso sustentable y garantizar el acceso equitativo a los beneficios que se obtengan de la utilización de los recursos genéticos. Es considerado uno de los principales instrumentos internacionales para el desarrollo sostenible, ya que el ámbito al que se refiere abarca la conservación y el uso de los ecosistemas, las especies de animales, plantas, hongos, microorganismos y toda forma de vida, además de la diversidad genética.

Tal vez el principio rector más importante de este convenio es que el uso de los ecosistemas, las especies y los recursos genéticos debe realizarse en beneficio de los seres humanos y debe llevarse a cabo de manera tal que no provoque la pérdida o deterioro de la diversidad biológica.

Una particularidad de México en términos de su biodiversidad es el hecho de que diversas culturas indígenas han habitado este territorio de manera ininterrumpida desde hace varios miles de años. Según el Censo de Población y Vivienda 2010, la población indígena en México es de 15.7 millones de personas de al menos 67 grupos indígenas. La mayoría de las comunidades indígenas se asienta en regiones forestales ricas en biodiversidad. A lo largo de los siglos, y mediante su interacción y manejo, las comunidades han conformado de manera importante el entorno natural. Esto ha provocado una inmensa diversidad de variedades de especies utilizadas para todas las actividades humanas. Actualmente, al menos la mitad de la superficie del país pertenece a núcleos agrarios ejidales o comunales. Cerca de 80 por ciento de los bosques y selvas son de propiedad ejidal o comunal.

En el ámbito forestal, la biodiversidad de México destaca por diversos motivos. En primer lugar, más de la mitad de su territorio está cubierta por selvas y bosques. Tenemos diversas formas de selva húmeda, de selva seca, de matorral, de bosque templado, de bosque mesófilo de montaña, además de los manglares y muchos otros ecosistemas catalogados como forestales. La riqueza de especies forestales de México es particularmente notable. México cuenta con cerca de cien especies de coníferas, y muchas más de encino, que lo hacen el país más diverso del mundo en cuanto a estos géneros. Las selvas del sur y sureste de México tienen cientos de especies de árboles, la mayoría de ellas utilizadas de una manera u otra por las comunidades locales que habitan y poseen esos territorios, y muchas de ellas con un valor importante en el mercado. Una fracción muy significativa del territorio de México es eminentemente forestal.

No sería posible de entender toda esta biodiversidad si no se considera el papel que han jugado las comunidades en su gestación, y el papel que juegan actualmente en su manejo y conservación.

Organizaciones y redes de grupos indígenas, como la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques, exigen que se tome en cuenta el derecho de las comunidades indígenas a poseer de manera legal y plena su territorio, y que se respete su derecho a determinar de manera autónoma las decisiones relativas al manejo y conservación de dichos territorios. Sostienen que es equivocada la noción de que los gobiernos centrales pueden conservar la biodiversidad y los bienes ambientales por medio del establecimiento de esquemas que atenten contra los derechos de acceso a los recursos por parte de las comunidades locales y el establecimiento de pesadas obligaciones regulatorias, y plantean que la única forma de conservar la biodiversidad en esos territorios es reconociendo los derechos y los conocimientos de las comunidades indígenas y respaldándolas para que hagan un manejo sustentable de sus territorios.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos reconoce en su artículo segundo: “El derecho de los pueblos y las comunidades indígenas a la libre determinación, y en consecuencia, a la autonomía, para conservar y mejorar el hábitat y preservar la integridad de sus tierras, y a acceder al uso y disfrute preferente de los recursos naturales de los lugares que habitan y ocupan”.

El Convenio de Diversidad Biológica establece en su artículo 8, fracción J, que cada país miembro ‘respetará, preservará y mantendrá los conocimientos, las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales que entrañen estilos tradicionales de vida pertinentes para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica y promoverá su aplicación más amplia, con la aprobación y la participación de quienes posean esos conocimientos, innovaciones y prácticas, y fomentará que los beneficios derivados de la utilización de esos conocimientos, innovaciones y prácticas se compartan equitativamente.’ En cuanto a los objetivos estratégicos, el Convenio destaca el Aumento de los beneficios de la diversidad biológica y los servicios ecosistémicos para todos, y en sus metas, conocidas como Metas de Aichi, se establece que para el 2020, las zonas destinadas a agricultura, acuacultura y silvicultura se manejarán de manera sostenible, garantizándose la conservación de la diversidad biológica.

Nuestro país ha firmado, ratificado y promulgado como instrumento vinculante el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas. El convenio establece en su artículo 7 que “Los pueblos deberán tener el derecho de decidir sus propias prioridades en la que atañe al proceso de desarrollo, en la medida en que éste afecte a sus vidas, creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tierras que ocupan o utilizan de alguna manera”. A partir de las reformas a la Constitución en materia de derechos humanos, en nuestro país tanto este Convenio de la OIT como el de Diversidad Biológica son de observancia obligatoria para todos los niveles de gobierno.

México también es miembro del Foro Mundial de las Naciones Unidas para los Bosques, cuyo primer objetivo es revertir la pérdida de la cobertura forestal del mundo por medio del manejo forestal comunitario. El segundo objetivo de este acuerdo es fortalecer los beneficios económicos, sociales y ambientales derivados del manejo del bosque, mejorando los medios de vida de las personas que habitan los territorios forestales. Y se plantea en su tercer objetivo el incrementar significativamente la superficie de bosques manejados sustentablemente. Para lograr estos objetivos se señala la necesidad de que los estados inviertan y destinen recursos adicionales significativos, de diversas fuentes, para promover el manejo activo de los bosques.

Por otra parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha establecido de manera integral 17 objetivos para lograr el desarrollo sustentable dentro de un horizonte de 15 años (hasta el 2030). Prácticamente todos estos objetivos se relacionan directamente con los bosques. Se propone terminar con la pobreza (objetivo 1) y el hambre (objetivo 2), y promover la salud y el bienestar (3) y la educación (4) en un contexto de igualdad de género (5). El manejo forestal comunitario promueve el manejo integrado del territorio (objetivo 15), en donde se producen alimentos, se generan empleos e ingresos y se desarrollan alternativas económicas que redundan en salud y educación. Una búsqueda continua en las estrategias de manejo forestal es el de inclusión de mujeres (5) y jóvenes en las actividades del bosque y el combate a la desigualdad (objetivo 10).

El fortalecimiento de la gobernanza de los territorios forestales se nutre y depende de un buen manejo forestal, por lo que se puede afirmar que el manejo forestal y las comunidades sustentables en esos territorios son indisolubles (objetivo 11). Otra dimensión de los objetivos del milenio es que haya disponibilidad de agua para todos (6). Los bosques sanos son indispensables para la infiltración del agua y para su purificación, además de surtir a los ríos, lagos y mares de agua limpia y nutrientes saludables (14). Además los bosques proveen energía renovable en forma de biomasa y leña (7). La producción responsable en bosques bien manejados requiere de la reciprocidad de un consumo responsable (12). El manejo forestal incrementa los acervos de carbono y constituye una acción fundamental a favor del clima (13). El manejo integrado de los paisajes territoriales forestales es un asunto inter sectorial, en el que deben establecerse alianzas y estrategias conjuntas (objetivos 16 y 17). De esta manera los 17 objetivos de desarrollo de la ONU están estrechamente ligados a los bosques.

Existe abundante evidencia científica y empírica que muestra que la cobertura forestal y los atributos ambientales, incluyendo la biodiversidad, la infiltración de agua y la captura de carbono, se encuentran en buen estado en los ejidos y comunidades que hacen un aprovechamiento activo de sus bosques. Los motivos que explican por qué resulta efectivo el manejo son bastante sencillos. Las actividades de sanidad, manejo del fuego, vigilancia, cuidado, protección y restauración necesarias para que un bosque se conserve sano tienen un costo y requieren de participación de una gran cantidad de personas que tengan un interés y capacidad para el cuidado y vigilancia del bosque. Y las personas que habitan en los territorios tienen necesidades y son quienes conocen y viven del territorio. Si el bosque no rinde beneficios se abandona, lo que implica que se quemará, se plagará, se talará de manera perjudicial, o bien el bosque se sustituye por tierras que tengan otro valor productivo, como la ganadería extensiva, que en la mayor parte del país es la principal causa de deforestación.

Las comunidades que durante muchos años han tenido planes de manejo forestal y empresas forestales comunitarias, invierten sistemáticamente en el bienestar de sus bosques. Dentro de los planes de manejo, invariablemente existen atributos de valor especial o zonas que son destinadas a la conservación, además de que se establecen compromisos de restauración, atención a plagas e incendios, vigilancia, etc. En estos casos, las comunidades tienen recursos y estímulos para invertir en el cuidado de sus bosques. En México existen cerca de mil empresas forestales comunitarias, y cada día más de ellas cuentan con certificación de buen manejo forestal.

Además de producir madera, las comunidades y ejidos que habitan y manejan los territorios forestales conservan y producen de manera sustentable productos como miel, pimienta, carbón, café, resina, ocote, cacao, mezcal, fibras, plantas medicinales, semillas, hongos y un sinnúmero de productos que conforman una parte sustantiva de la biodiversidad.

Por todo lo anterior existe un sólido fundamento histórico, legal y funcional que sustenta la noción de que la mejor forma de conservar la biodiversidad y contribuir a mejorar las condiciones en las que viven las poblaciones rurales, es mediante el manejo activo de sus bosques.

Cualquier decisión que tome la Convención para la Diversidad Biológica tiene que considerar los derechos, las capacidades y las oportunidades que significan las comunidades locales para la conservación y manejo de la biodiversidad.

Organizaciones campesinas forestales
en el camino de la diversificación

Lorena Paz Paredes Investigadora del Instituto Maya  [email protected]


FOTO: Francia Gutiérrez

A principios del 2016 el Instituto Maya animó varios talleres con agrupaciones campesinas sectoriales comprometidas con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) en proyectos de manejo sustentable. Más de 20 colectivos rurales de Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo reflexionaron sobre las estrategias familiares de sus socios y se propusieron aprender de ellas y hacer un esfuerzo por diversificar sus actividades. En esta ruta rescatamos algunas ideas.

En el taller de Quintana Roo, los representantes forestales se percataron de que al especializarse sólo en la madera, subutilizan otros recursos del bosque que podrían aprovechar, como lo hacen muchas familias de la zona.

Por ejemplo, los socios de La Unión Carbón Vegetal y Biodiversidad de Calakmul, SPR, que vende carbón, aprovechan también el ramerío y la madera muerta de los acahuales, con lo que previenen incendios. Esta buena práctica, dijeron, puede extenderse a otros colectivos forestales dedicados exclusivamente al corte y venta de madera.

La Alianza Selva Maya de Quintana Roo, integrada por varios ejidos forestales, se propone agregar valor y extender sus cadenas productivas, sumando al corte, en el que por ahora se queda, el aserrío de las trozas y el secado de la madera en hornos, con lo que se podría emprender una fábrica de muebles.

No sólo se desaprovechan los recursos forestales, coincidieron todos, sino también las capacidades de jóvenes y mujeres. Por esto la Sociedad de Productores Forestales Ejidales de Quintana Roo (SPFEQR) está entrenando a la juventud de la zona para que, con base en planes de desarrollo comunitario y de ordenamiento territorial, se identifiquen lagunas, vestigios arqueológicos, fauna silvestre y flora del territorio para crear mini empresas ecoturísticas y quizá integrarse a la red existente. En esta línea, la SPFEQR también explora la venta de productos comestibles que cultivan las familias de sus socios ubicadas en la parte sur-centro de Quintana Roo, a restoranes de la zona turística de Cancún. En ese contexto están impulsando una integradora con importante participación de mujeres.

En cuanto al ecoturismo campesino, los asistentes en el taller se preguntaron cómo potenciar la diversidad que ya existe en las empresas ecoturísticas de tres municipios de Quintana Roo: Felipe Carrillo Puerto, José María Morelos y Tulum. Se trata de 14 cooperativas ejidales, grupales y familiares que trabajan en red, compartiendo información; visitantes; servicios, y experiencias de marca, de administración y de promoción, y que podrían mejorar el concepto de un turismo alternativo comunitario, en una zona de selva y rivera.

Una diversificación productiva que además supone sinergias es la promovida por la Unión 20 de Junio “Malcolona” del municipio X’pujil. Para familias ubicadas en tierras sin vocación agrícola del Corredor Biológico de Campeche, Calakmul-Bala’an K’aax, la combinación de apicultura, producción de pimienta y actividades silvo-pastoriles es una buena opción económica y laboral pues la primera, que es la que más ingreso deja, tiene ventajas ambientales, ya que las abejas favorecen la polinización de la flora y resguardan el hábitat de la fauna silvestre en riesgo de extinción, como el tigre y el tapir, mientras que la flor de la pimienta es base de la apicultura pues alimenta a las abejas y las plantaciones son susceptibles de aprovechamiento pecuario.

En lo tocante a la apicultura, es necesario mejorar y equipar los sistemas de acopio y obtener la certificación de miel orgánica para acceder a un sobreprecio, además de comercializar directamente y con marca propia tanto la miel como sus subproductos (propoleo y polen).

En cuanto al condimento, lo ideal, dijeron, es impulsar viveros familiares para reconvertir la pimienta bajo el sistema agroforestal, las siembras de maíz en tierras no aptas, certificar la producción como orgánica y sobre todo agregar valor a la pimienta mediante el beneficiado, lo que a su vez permitiría su venta con una marca propia.

Familia y organización. Los grupos participantes reconocieron que por requerimientos técnicos de mercado, las empresas económicas campesinas tienden a especializarse. Ser eficientes en lo que saben hacer les permite consolidarse financieramente, pero a costa de desatender otras necesidades de sus agremiados y de subutilizar recursos de sus territorios y oportunidades ambientales y sociales.

Confirmaron también que aunque los socios se acuerpen en una organización forestal, o de pimienta o de miel, para solventar sus necesidades familiares emplean los recursos disponibles en su entorno, con estrategias muy diversificadas –en algunos casos de verdadera filigrana–, y que son estas estrategias, y no las especializadas, las que en verdad garantizan sustentabilidad ambiental, social y económica.

Los representantes de las organizaciones dijeron que valoran este modelo multi-activo y que atender al entorno territorial y al punto de vista de las mujeres y los jóvenes es una buena forma de percatarse tanto de necesidades como de potencialidades no aprovechadas.

 
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