EU: elegir entre lo peor
México
, a favor de Clinton
Zozobra en las élites
Golpes mediáticos y demoscópicos
oy, los ciudadanos de Estados Unidos terminarán de elegir entre lo peor (otros lo han hecho ya, de forma adelantada). Ni Hillary Clinton ni Donald Trump encarnan lo que las mayorías vecinas desearían para su país, pero no hay opciones viables (las otras dos candidaturas registradas están destinadas a lo marginal). El propio sistema de elecciones es obsoleto e injusto, regido por una forma indirecta (el Colegio Electoral) que siempre está en riesgo de desvirtuar el sentido real del voto directo, el masivo. Las campañas, por lo demás, han estado cargadas de demagogia, falsedad y, al final del proceso, dejarán instalados los gérmenes corrosivos de la inconformidad con los resultados y con los mecanismos para alcanzarlos y, sobre todo, de la división y el encono.
En esa competencia entre los peores se ha producido una desesperada operación de salvamento a favor de la candidata demócrata, suponiendo que sus fallas y defectos son más aceptables que los del rival republicano. Con una enjundia pocas veces vista, se han volcado en mítines y videograbaciones diversos personajes de la actividad artística y política (a ese paquete se han sumado varias figuras
mexicanas) para llamar a que se vote y, en especial, a que se haga por la señora Clinton. Las aspiraciones económicas y migratorias de muchos segmentos desamparados y discriminados (por republicanos y demócratas) han sido transformadas en ariete electoral para enfrentar la retórica descarnada y protofascista de Trump, aunque un frío análisis previo, y es de temerse que una candente realidad por venir, muestren que la conducta de la candidata demócrata está plenamente alineada con los intereses de las élites que han afectado y seguirán afectando a esos segmentos antes mencionados, por hablar de la política interna estadunidense, y que seguirán promoviendo acciones belicistas e intervencionistas en otros países.
La batalla electoral estadunidense mantiene en la zozobra a la élite mexicana y al país en general. Es tan fuerte la dependencia de México respecto de Estados Unidos que los diarios escarceos de la política del país vecino han impactado los términos de la paridad cambiaria mexicana y los proyectos económicos en general, optimistas cuando el barco parece enderezarse para la Clinton, pesimistas ante la posibilidad de que avance el multimillonario Trump. La propia administración peñista parece sentada en un barril de pólvora con barras y estrellas: la apuesta original por Trump fue corregida a marchas forzadas y vergonzosas para quedar bien con la opción clintoniana que semanas atrás parecía encaminada directamente al triunfo. Pero, ahora, Peña Nieto no está bien ni con uno ni con otra, enredado en sus propias intrigas y carente de valor político suficiente para ser tomado en cuenta con seriedad en el futuro de la Casa Blanca (la de Washington).
En esos pataleos desesperados del peñismo ha sido posible detectar signos de inducción oficialista del activismo de artistas
, declarantes e incluso funcionarios en pro de Hillary. Ayer mismo, con tufo a bots oficiales, crecía la etiqueta de Internet #PorMexicoHillaryPresidente, con mensajes de aliento a la demócrata y de exhortación a los paisanos con derecho a voto para que lo ejerzan. El factor mexicano ha estado presente como nunca en las elecciones de la potencia vecina, a tal grado que junto con ciudadanos de otras nacionalidades integra el ingrediente latino
que, se dice, podría hacer la diferencia entre la pesadilla Trump y la presunta menor letalidad de Clinton.
Es evidente que un país con salud institucional no debería estar en tal situación de estrés por los resultados electorales del vecino. Siempre ha sido el estadunidense un elemento imprescindible para los cálculos y diseños mexicanos, pero en esta ocasión es exagerada nuestra vulnerabilidad, causada por la decadente situación económica y el deficiente manejo político. El suspiro de supuesto alivio que podrían exhalar las élites mexicanas si resulta triunfadora la esposa de Bill Clinton no sería sino una forma de autoengaño, pues las causas estructurales de la debilidad mexicana seguirán presentes y serán aprovechadas por quien llegue a Washington, más allá de los servicios electorales latinos
, hispanos
o mexicanos que se hubieran prestado a un político o política que se instalarán en el Despacho Oval para atender, responder y beneficiar los intereses estadunidenses y de sus aliados estratégicos (entre los que no está México) y no los de nadie más.
Ya habrá ocasión de entrar al detalle. Por hoy quede asentado que el fragor combatiente no está radicado solamente en Estados Unidos. Hay en México una adelantada voracidad política que busca despejar el camino, a golpes mediáticos y demoscópicos, para que la final electoral mexicana se centre en dos rivales aliados, el panismo calderonista que pretende una relección conyugal por la vía de Margarita Zavala, y el priísmo peñista que aún no define candidatura a la Presidencia de la República pero, cuando lo haga, volcará a favor de esa postulación todo el poder del dinero (blanco, negro, verde y de todos colores) y de la estructura gubernamental.
Como ha sucedido en otros comicios presidenciales (marcadamente en los de 2012), algo llamado encuestas de opinión
es utilizado arteramente para fijar
(pre)candidaturas e ir preparando el ánimo popular respecto de ciertos desenlaces
sembrados. En 2012 parecía innecesario ir a votar, si se atendían las consideraciones imperativas de opinantes de radio, televisión y prensa escrita que hablaban, conforme a los datos duros
de las casas encuestadoras manipuladas, de un apabullante triunfo del Héroe de Atlacomulco, con márgenes de diferencia respecto de sus contrincantes, y en especial respecto de Andrés Manuel López Obrador, que eran absolutamente falsos. Maniobras similares se están desarrollando ahora, a toda velocidad, con impudicia y con visos claros de una voluntad implacable de restringir la contienda
a los adversarios negociados, PRI y PAN. ¡Hasta mañana!
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