Opinión
Ver día anteriorLunes 24 de octubre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Nosotros ya no somos los mismos

El voto por Javier Corral

Foto
Nicolás Alvarado, ex director general de TvUNAMFoto Carlos Ramos Mamahua
F

ue tan tempranero el mensaje enviado por Jaime Arturo el pasado lunes 17, que consideré debía corresponder a su atingencia contestándole cuanto antes, es decir, al inicio de la columneta. El asunto que lo apremia es que yo adelanté el propósito de explicar mi intención de voto favorable por Javier Corral. Se trataba, evidentemente, de una hipótesis descabellada, pues el señor gobernador y yo pertenecemos a entidades federativas diferentes.

Me atreví a formular este supuesto únicamente porque a la hora de su publicación los varones (y las baronesas) de virtud, que durante los pasados años han entregado su vida profesional, sus talentos múltiples y su arduo trabajo cotidiano a velar porque el régimen político que nos gobierna sea resultado de los procesos democráticos más apegados a la legalidad y a la transparencia, al que estado alguno pueda aspirar, para la desgracia nuestra han terminado su heroico cometido. Si el tiempo me alcanza y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales me echa una mano, nada más para documentar nuestro optimismo dijera aquél, les comentaré cuánto se embuchacaron estos siete ciudadanos en su bregar de impunidades durante su ejercicio.

Pero regresemos al comunicado, cuyo remitente es: elaulade [email protected]. Ahí se me informa que ante la necesidad de quitar a toda la nefastísima gente con que César Duarte invadió y manipuló la universidad, el señor Corral optó por imponer a toda su gente en ese lugar. Hasta aquí lo que se me comunica no me parece indebido. Es más, me complace la celeridad con que Corral actuó para corregir los abusos de su antecesor. Sin embargo, tampoco apruebo que para conseguir la remoción se hubiera tenido que recurrir a elecciones amañadas, impugnaciones sin fin y toda la parafernalia del gatopardismo patriótico, a fraudes y elecciones arregladas. Agradeceré a Jaime Arturo todos los datos que me pueda proporcionar al respecto, y yo me procuraré la información suficiente antes de opinar. Adelanto, sí, que Corral, hasta antes de su triunfo electoral, me ha merecido la mejor opinión. Militante desde joven de un partido conservador, proclive por esencia a la religiosidad y al dogma, postulante de las explicaciones más irracionales de la vida, el hombre y la sociedad, él ha logrado situarse en el borderline gracias a su actitud de tolerancia y comportamiento open mind. A Javier lo ubico dentro de aquella estirpe de panistas que conformaron Hugo Gutiérrez Vega, Rodríguez Lapuente, Fernando de la Hoz, Blanco Sánchez, González Morfín y, más recientemente, Bernardo Bátiz, Jorge Garabito, Jacinto Guadalupe Silva. Patriotas, honorables, inteligentes, cristianamente inclinados hacia los desheredados y defensores de la soberanía de la nación y de la laicidad del Estado. Desde que lo conozco (y en el aspecto que le conozco) ha sido un defensor intransigente de la libertad de expresión, pero al mismo tiempo de las condiciones reales, imprescindibles, para que esa libertad pueda ser ejercida por el más sencillo ciudadano y no únicamente por los dueños de los medios de producción, que como ya sabemos también son productores de ideas, sentimientos, opiniones, conductas y sueños (pesadillas) y deplorables utopías. No sé quiénes fueron los candidatos contrarios a Corral, pero desde anteriores candidaturas mi voto virtual ya se lo había ofrecido (lo acompañé en algún acto público para que no hubiera duda), ahora que, como gobernador, empezamos de cero para mi opinión y reconocimiento. En lo más íntimo deseo que dentro de seis años pueda pronunciar –pero esta vez para bien– las odiosas palabras: Se los dije. Ruego, sin embargo, que no sólo Jaime Arturo, sino todo ciudadano que con pruebas, datos duros y decisión para sostener sus dichos, me haga ver que el ciudadano Javier Corral sufrió una transmutación al levantar su brazo derecho y rendir la protesta de ley como gobernador. A otra cosa.

Al paso del tiempo he venido observando que de las patologías que azotan a los seres humanos, aquellas que se identifican con alguno de los siete pecados llamados capitales son no únicamente de mayor gravedad, sino también las que presentan los peligros casi inevitables de recaer una y otra vez, al menor descuido de nuestro ángel guardián (aclaro que este peligro está latente aun cuando alguien bien picudo, en vez de ángel, se haya agenciado como soulguard un arcángel, querubín, serafín, trono, torre o potestad). Como es un tema que en lo absoluto me es ajeno, ejemplifico con mi caso. Soy habitué, accionista, socio vitalicio de tres o tres y medio de los siete pecados máximos. (Dato importante: en 2008 el tribunal de las penitenciarías del Vaticano se aventó el tiro de agregar a la lista de actos penados con la pérdida de la vida eterna al lado del Señor los llamados pecados sociales, de los cuales hablaremos otro día). Los que me son propios, en los cuales suelo regodearme cotidianamente, son: la lujuria, la gula y la pereza. En momentos soy vulnerable a la ira, que es diferente a una de mis escasas virtudes: la justa y pronta indignación. Mis concupiscencias frecuentemente se enfrentan entre sí: estoy tirado en el sofá o la cama, y en el periódico o televisión encuentro fotos de platillos maravillosos y anuncios de caldos (me refiero a los vinos de Parras y también a un tlalpeño o una bullabesa (boullabiese le decimos en Saltillo), las ganas de yantar de inmediato son incontrolables (sabio consejo: cuando quieran conjugar el verbo yantar, recuerden que la inútil RAE jamás se ha preocupado por impedir que el verbo yantar se convierta en el sustantivo llanta). Frente a la gula se yergue la lenta pero dominante pereza, que me ordena el menor esfuerzo. El triunfo de alguna de ellas, en cada caso, es impredecible. Con la lujuria hay otro tipo de relación. Tal vez porque se trata de un sustantivo femenino, se le puede aplicar aquello de la donna e mobile. Lo cierto es que la lujuria ha comenzado a tomar distancia del suscrito. Debo reconocer que no lo hizo de golpe, sino suavemente, como una lenta disolvencia que me fue, al principio, imperceptible. Femenina, la lujuria, indiferente, deja que se le resbalen halagos, imágenes, toqueteos. No complace llamados ni provocaciones. Acude cuando se le pega la gana: ¡Qué horrible susidio! En momentos clave: lujuria, ¿llegas o corro?

Pues todo este inmenso prólogo para regresar a lo nunca imaginado: Nicolás Alvarado. Reconozco que unos cuantos renglones son capaces de revivir lo que ya tenía acta de defunción. Emir Olivares Alonso nos informa que, pese a la salida de Alvarado, persiste en TvUNAM la tendencia privatizadora. Esta y otras denuncias, como el maltrato a los empleados sindicalizados y la sospechosa tendencia a entregar la escasa producción a empresas privadas que implementó (¿de a cómo no?), llevaron a Nico a reaparecer frente a los reflectores. Citó a una conferencia de prensa (carezco de espacio para describir la escenografía y el atuendo, sus sacos, le llaman de caja fuerte (nadie entiende la loquísima combinación). En dicha conferencia Nico da toda clase de argumentos y explicaciones sobre su proceder, pero de inmediato se deslinda y asegura que sólo cumplí el mandato de autoridades universitarias. O sea, si actuó correctamente no es en manera alguna su mérito, y si fue por la libre ahora se quiere cobijar bajo la toga del señor rector, sin reparar en los perjuicios que podría provocar su delación: ¿Así que en realidad es el doctor Graue quien pretende la renovación, tal vez entendible, de una pesada burocracia? Por la amistad de unos cuantos meses que presumes con el señor rector, por gratitud, decoro, reconocimiento, buena crianza y buena leche, no seas un patético chivato, un soplón. ¡No fui yo, fue el rector! Qué bueno que de nuestras modestas aulas no eres egresado.

Froy: ni tus más íntimas creencias, que siempre has honrado a plenitud, ni el inmenso amor de tu familia –que no es poca– o de tus amigas y amigos, que has venido acrecentando por donde quiera que tú pasas (rumbeas), pueden paliar, lo entiendo, el incomprensible e injusto hecho de que un hijo preceda a su padre en el inevitable final.

Decía Dante: No hay tristeza mayor que recordar los tiempos felices en la desgracia. No le hagamos caso a Alighieri, Froy, recordemos con emoción toda la felicidad que les brindó a ti y a Aída ese hijo noble, amoroso y solidario hasta el último momento. Te abraza mi familia y un chingo de gente que te quiere por como eres, por lo que eres.

Twitter: @ortiztejeda