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mesa justicia Participación política de mujeres Violeta Hernández Andrés* y Judith Bautista Pérez** *Integrante del Centro Profesional Indígena de Asesoría Defensa y Traducción **Integrante del Colectivo para Eliminar el Racismo en México
En México hay una tendencia a considerar a las elecciones y a la organización en partidos políticos como únicas formas de representación y participación política, lo cual reduce muchas prácticas, concepciones, manifestaciones y expresiones que tienen una lógica distinta a las propias de un esquema occidental. Nos referimos a aquellas otras prácticas y lógicas de la política en la vida de las comunidades indígenas en México y específicamente en el estado de Oaxaca, mismas que se han mantenido por la necesidad física y espiritual de reproducción de ls sociedades originarias. Consideramos que para entender otras maneras de organización de lo colectivo necesitamos considerar que las decisiones, la toma de acuerdos, las confrontaciones y los desacuerdos y la manera de resolverlos son con el objetivo de preservar la vida en colectivo, y por lo tanto, la vida de mujeres, niñas(os), ancianas(os), hombres, territorio, y vida animal y vegetal. Y que estas maneras de organización garantizan la reproducción de la vida no sólo como una mera cuestión biológica sino también, y con el mismo valor, la cuestión espiritual. Es decir, los pueblos indígenas en la vida cotidiana reproducen expresiones de la política y realizan acciones en un marco de lucha, de defensa y de construcción de dignidad para vivir como quieren. Lo anterior, lo saben y lo reproducen los distintos pueblos amuzgos, cuicatecos, chatinos, chinantecos, chocholtecos, chontales, huaves, ixcatecos, mazatecos, mixes, mixtecos, nahuas, tacuates, triquis, zapotecos y zoques de Oaxaca, y también aquellos que salen del esquema de medición de las políticas públicas d y que son categorizados como “pobres”, sin identificación “étnica” pero son objetivo de políticas públicas de exterminación social, cultural y demográfica; y que se resisten a dicho exterminio. Una lectura de lo anterior, aunque parcial, es que en esta entidad federativa los municipios se rigen en su mayoría (más del 70 por ciento) por sistemas normativos internos para el nombramiento de autoridades y tomas de decisión de la vida colectiva intrínsecamente relacionada con la vida “privada”. Si bien esto es un pretexto para afirmar que en Oaxaca incide otra forma de hacer política, consideramos que aun así, muchos de los procesos y prácticas que fortalecen la vida comunitaria no son valorados y frecuentemente son incluso invisibilizados a conveniencia. Tal es el caso de las prácticas, los procesos y las manifestaciones que las mujeres reproducen. Si bien uno de los elementos primordiales para considerar la participación política en comunidades indígenas son los cargos comunitarios, –que en titzaquiriú (“nuestra palabra”, zapoteco) de la Sierra Norte del Distrito de Ixtlán se nombra Laadi, que se puede traducir como nombramiento-pesado–, muchos de esos nombramientos son invisibilizados desde fuera de la comunidad. Los cargos comunitarios son nombramientos como “autoridad” a personas que, por su trayectoria en el servicio a la comunidad, realizan un conjunto de funciones específicas y especializadas como la impartición de justicia, la toma de decisiones, el consenso, y la administración de los bienes comunes. Por lo general, hay una observación sesgada e imparcial de dichas “autoridades” ya que desde el exterior se notan aquellos cargos realizados por hombres y de manera automática se omiten los que realizan las mujeres. Nos referimos aquí a lo que sucede con cargos que son actividades menos dinámicas al momento de pasar la autoridad (es decir, puede haber dos o tres mujeres que se especialicen en actividades como las que señalaremos pero se van rolando entre ellas a lo largo de su vida hasta su muerte). Esos cargos son: repartidoras de carne y bocado, parteras y médicas y rezadoras. 1. Repartidoras de carne y bocado. Las fiestas patronales y las fiestas grandes como las bodas contribuyen a la articulación comunitaria por medio de un proceso colectivo de “hacer” la fiesta y “disfrutar” de ella. La comida, la bebida, los rituales, los lugares, las maneras de comportarse durante el proceso festivo, las danzas, los gritos, “la palabra”, van integrándose en un mecanismo articulador y sanador para la comunidad. Son momentos en que de una u otra manera participan todas las personas y se reafirman las figuras de autoridad y de trabajo colectivo; incluyendo a los que no viven en la población pero sí en comunidad. En la mayoría de los pueblos, las fiestas patronales son la actividad más importante del año, una de sus finalidades es festejar la vida, celebrarla, agradecerla y esto principalmente por medio de la comida y la bebida. Para tal efecto operan las mayordomías y/o comitivas especializadas que se van rolando año con año, en tiempos distintos para cada comunidad. Algunas comunidades eligen a sus comités o comisiones medio año antes de la festividad, otras eligen mayordomías desde diez años antes. Las mujeres en la mayoría de las comunidades (en algunas las comidas festivas la realizan los varones) deben conjuntar los conocimientos y la destreza necesarios para hacer un cálculo de los insumos necesarios para los alimentos que se van a ofrecer, así como conocer a la población para decidir la cantidad, el tiempo y las personas a las que va dirigido el alimento. Los días grandes de la festividad se dedicarán a repartir la carne y bocado de los cientos y hasta miles de invitados. Las mujeres que desempeñan esta función no son en absoluto elegidas al azar; por el contrario, son mujeres distinguidas y con una autoridad y fuerza suficiente para encargarse del alimento que mantendrá la energía física y espiritual de la fiesta ya que “pueden ausentarse hasta las autoridades municipales pero no las que van a hacer esta labor, por qué entonces, ¿qué se le va a dar a la gente?” (Registro del 2 de julio de 2016, San Pedro Buenavista, Nativitas, Coixtlahuaca, Oaxaca). Por otra parte, en el área en que se desarrolla esta actividad converge la comunicación de las principales noticias de la fiesta y los arreglos de enemistades. También se discuten tomas de decisión relativas no sólo a la continuidad de la fiesta sino de la propia comunidad. Las reflexiones, observaciones y comentarios que realizan estas mujeres influyen y se replican al resto de la comunidad. 2. Parteras y médicas: La reproducción de la vida es indispensable para la continuidad de los pueblos e históricamente ha requerido de la acción especializada de mujeres que se han formado en la partería y medicina. Las médicas fusionan sus conocimientos en herbolaria y medicina de patente con el contexto comunitario que tiene que ver con “que se venere a los dueños del lugar, es decir, a los espíritus, duendes o gachupines que protegen los terrenos comunales y en los que se cultiva” (Peritaje jurídico antropológico sobre el sistema normativo de San Cristóbal Suchixtlahuaca, Coixtlahuaca, Oaxaca presentado en el legajo de investigación 08, FEMCCO-SA, 2016), o a los mensajes transmitidos por medio de sueños premonitorios o visitas de animales a los espacios domésticos (San Juan Atepec, Distrito de Ixtlán de Juérez, Oaxaca). Así, estas mujeres atiendan casos complejos como el susto. También durante las crisis de los núcleos familiares o de todo un pueblo, son las que con su sabiduría mantienen la cordura y las tomas de decisión racionales de una población. Ya sea para luchar con toda la fuerza del pueblo o para mantener una distancia y silencios discretos para pensar en la mejor decisión. O bien, para canalizar el miedo, el enojo, la avaricia o el daño que trae una persona o un pueblo, y usar su cuerpo como medio de sanación física y espiritual –aspectos éstos intrínsecamente relacionados—, tanco con sus manos, con su voz, con su mirada y con el efecto que las enlaza con la tierra que es nuestra casa y con las personas. 3. Rezadoras: La cohesión de lo espiritual y lo mundano como la manera en que se concibe la vida y el mundo en cuyo proceso intervienen las rezadoras es un ámbito valorado ampliamente en nuestras comunidades. Las rezanderas cuentan con un vasto capital social ya que actúan en eventos trascendentes como entierros de difunto, ceremonias de Navidad y Año Nuevo. En varias comunidades su actuación es honorifica, en otras se da una gratificación en especie o en efectivo. Sin embargo, lo importante para este acercamiento es que justo con esta actividad –que aparentemente nada tiene que ver con la política– se observa que lo privado y lo público están íntimamente relacionados. Y que lo espiritual, observado como un lugar ajeno a la política, es fundamental para las comunidades zapoteca y chocholteca que en este escrito se mencionan; es fundamental para mantener un proceso constante de sanación, consuelo, petición, agradecimiento y duelo. Consideramos que como cualquier sociedad habitante de esta madre-casa-tierra cada pueblo y comunidad sabe y puede tomar la decisión de cuestionarse a sí misma y también seguir reproduciendo las maneras en que quiere vivir. Justo ahora que el capitalismo quiere seguir alimentando su panza para mantener “los privilegios” de unos pocos, la mirada de unos muchos: amuzgos, cuicatecos, chatinos, chinantecos, chocholtecos, chontales, huaves, ixcatecos, mazatecos, mixes, mixtecos, nahuas, tacuates, triquis, zapotecos y zoques pueden proporcionar alternativas para mantener la vida digna de todas y todos.
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