15 de octubre de 2016     Número 109

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

mesa filosofía

De un ethos monolingüe
a uno multicultural

Nicandro González Peña Maestro y director de Investigación en el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas


FOTO: Manuel Chávez R.

Soy originario de un pueblo hñähñú. Hablaré sobre la filosofía basada en la práctica. Y quiero comenzar con una reflexión. ¿Cómo es posible que una sociedad donde, se dice, tenemos una inmensa riqueza lingüística, sea predominantemente monolingüe en español y que además el bilingüismo sólo se reconozca cuando se habla español y una lengua extranjera y no una lengua indígena.

Apenas se están abriendo cursos formales de lenguas indígenas en instituciones educativas y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) recientemente está reconociendo que alguien pueda presentar su tesis y defender su examen en lengua indígena y que sea posible titularse con una segunda lengua como el tsotsil o el rarámuri. Pero es un ethos monolingüe lo que predomina en esta sociedad.

Los ideólogos de esta nación entendieron que había que castellanizar y todo lo demás mandarlo al olvido. Estamos ante una situación en que el olvido y el desprecio hacia esas lenguas arrastran hacia el desprecio y menosprecio también a la práctica cultural implícita en nuestras lenguas. Y apenas ahora estamos hablando de unos encuentros donde se habla del pensamiento indígena contemporáneo, equiparándolo a un pensamiento filosófico al nivel de cualquier otra cultura del mundo.

La filosofía basada en la práctica de nuestros pueblos indígenas tiene mucho que aportar para transitar de ese ethos monolingüe hacia un ethos realmente multicultural y multilingüe. El aporte del conocimiento indígena en principio está implícito en sus lenguas, en su léxico. Cuando una realidad es clasificada, nombrada, mencionada, entonces empieza a hacerse tangible. Cuando deja de practicarse un ritual o se deja de hacer alguna artesanía, todo el léxico, todo el conocimiento en torno a esa práctica, se pierde y se empobrece el mundo. Se deja de nombrar, se desdibuja, y el conocimiento que tenían esos pueblos también desaparece y el mundo se empobrece. Actualmente estamos viviendo y padeciendo un mundo que cada vez es más voraz y más excluyente, un mundo que busca una especie de dependencia. Una filosofía de la dependencia es lo que busca la sociedad hegemónica, que nos hagamos más dependientes, y se contrapone a la filosofía de la autosuficiencia, que es la que practican los pueblos originaros.

Las lenguas indígenas tienen otra sintaxis que implica otra forma de entender y relacionarse con el mundo y otra forma de relacionarse con el mundo. La sintaxis de una lengua no la limita, le da forma y le da sentido. Si nos basáramos en las posibilidades léxicas y sintácticas de una lengua, nos estaríamos remitiendo nuevamente a este ethos monolingüe que únicamente puede entender el mundo de una sola forma. Debemos comprender esta flexibilidad sintáctica para poder percibir otros mundos y que entonces el multiculturalismo sea posible, con esta flexibilidad cognitiva y sintáctica para poder percibir entonces el mundo y las explicaciones de otros mundos, como los participaron en el coloquio indígena, explicando desde otra sintaxis desde otra riqueza léxica las posibilidades del mundo y sus conocimientos que debemos depositarlos en una especie de recreación de este ethos multilingüe.

Además de decir que el conocimiento está basado en las lenguas, hay que decir que también está basado en las prácticas sociales, en la cultura.

La filosofía de la dependencia ha generado un hombre que ya no ofrenda, que ya no está en torno a la naturaleza, que cree que puede manipular a placer la naturaleza, y se ha basado en un uso descontrolado de la misma tierra y de los recursos y que además está excluyendo a todos los demás. Este sistema quiere cobrarnos por todo. En este modelo hay que pagar por nacer, hay que pagar por vivir, hay que pagar por amar y hay que pagar por morir. Todo tiene costo y esto es contrario a la filosofía de los pueblos indígenas. Ellos dicen: ¿yo por qué voy a pagar gas si yo sé leñar? y además tengo las posibilidades de tener leña en mi casa. Y ¿yo por qué voy a pagar por los alimentos si puedo tener un huerto? Esto es la autosuficiencia y además existe el trueque para conseguir lo que nos hace falta.
¿Cómo podemos conciliar estas dos visiones?, una que habla de la tierra como madre tierra, a quien hay que alimentar de energía. y la otra que dice que podemos utilizarla y explotarla desmedidamente.

Habría que retomar varios aportes de estos otros mundos. Deberíamos cambiar la visión de la sociedad hegemónica, que ha calificado a la filosofía de los pueblos indígenas como mitos y creencias. a su medicina la ha clasificado como herbolaria o curandería, a su creación artística la ha llamado artesanía y a su ciencia la considera meras creencias.

Tal clasificación desde una sola forma de ver el mundo ha discriminado y menospreciado todas estas posibilidades y vemos que a partir de nuesro conocimiento podría haber muchos otros aportes. ¿Hacia dónde puede ir una sociedad que se ha basado en un ethos monolingüe?, que se ha negado a sí misma, en este contexto global. Las respuestas son tangibles, tenemos una sociedad que no ha logrado una autosuficiencia energética, ni económica, ni política, ni tecnológica, porque ha estado mirando hacia afuera. Es tratar de parecernos a los modelos que vienen de fuera y tratar de alcanzarlos, cuando están hechos para no alcanzarlos precisamente para que estemos siempre dependiendo de ellos.

Esos modelos nos dictan qué es el éxito, qué es el progreso. En ese contexto, somos la antítesis del progreso, sí, claro, de ese progreso que nos están vendiendo. Nosotros proponemos otro progreso, basado en un estado que creo es natural a la humanidad, la multiculturalidad, el multilingüismo y la comunalidad. Este progreso es una de las formas más sustentables de las que tenemos referencia, y hay estudios en torno a esto, lo pueblos originarios llevan miles de años practicando tequio, practicando otro tipo de formas comunales que les ha dado sustento. No ha sido de a gratis que aún estemos aquí después de tantas prácticas de genocidio y después de tantas prácticas de exclusión. Ha sido gracias a estas formas incluyentes y estas formas de hacer las cosas de manera comunal y de manera sustentable.

Tenemos mucho que aportar, y también tenemos que reconocernos: de alguna manera, todos en este país somos indígenas, sólo que que perdimos la lengua muchos de nosotros en alguna parte de nuestras etapas de la vida. Hay algunos estudios bio-antropológicos que dicen que tenemos genes indígenas pero perdimos la lengua. En mi caso empezamos a perder la lengua desde la generación anterior; mi abuelo se enojaba si mi abuela le hablaba en hñähñú    a mi papá y a mis tíos. Le decía “mis hijos no son indios”. Esta negación resulta de no querer que los hijos padezcan lo que uno ha padecido, y desde ahí se empieza a perder esta lengua, esta relación con la tierra, esta otra filosofía, y nos encontramos en una sociedad en la que parece que no cabemos y estamos buscando cómo integrarnos. Esto ocurre a todo el grupo social, una nación que en el contexto mundial tampoco logra una buena cabida, ni una relación simétrica en el mundo y está dependiendo todo el tiempo.

Hay que ver el aporte de los pueblos indígenas, hablar de derechos de la tierra, legislar para que la tierra tenga derechos tal como se hace con la Pachamama en Bolivia, donde constitucionalmente la tierra tiene derechos. Una legislación en la que se vierta esta filosofía en los aspectos jurídicos y constitucionales de nuestro país.

Se trata de tener otra relación con la tierra y tener esta otra filosofía pero que pueda convivir de manera simétrica en la dinámica política del quehacer nacional y mundial.

También está esta otra parte del tiempo. El tiempo para nuestras comunidades no es parejo, es cíclico. Cuando digo que no es parejo es porque desde la visión mestiza, pareciera que el tiempo siempre es el mismo y podemos hacer las mismas cosas. En el tiempo indígena hay ciclos para la vida, para el trabajo, para agradecer, para la fiesta, y este tipo de relación no converge con esas otras formas. En mi caso tengo unas tierras en mi pueblo y resulta que los conejos se terminan el maíz porque yo no puedo seguir el ciclo para cuidar la tierra. Allá la gente, como en todos los demás pueblos, tienen ciclos de agradecimiento, ciclos de cuidar la tierra… Incluso a la yunta se le da su tiempo y en el día de San Isidro la llevan a la iglesia como agradecimiento. Todos estos ciclos de tiempo no entran en esta otra visión hegemónica. ¿Cómo hacer coincidir entonces que también los ciclos temporales de nuestros pueblos sean reconocidos y tengamos derechos para llevarlos a cabo?, no únicamente un pido permiso, voy a la fiesta. La fiesta también es un agradecer y además la fiesta alimenta nuestra energía.

Y respecto a la energía en los pueblos hñähñú, hablamos de algo que se conoce como el xi. Es algo que permea todo el mundo y que está dentro de todas las cosas. Podemos hablar del ximhai, que es como la energía o, podría decirse, la sangre de la tierra. Y ese xi también lo tenemos nosotros, es como el tuétano de los huesos, la sangre de nuestro cuerpo. Entonces entendido ese xi como una energía y la sangre de la tierra, es sagrado y es intocable, es decir, esto contrasta con todas estas formas de explotación donde se extrae la sangre de la tierra, todos estos minerales para hacer todo este ciclo de consumo. Entonces esta es otra concepción de la energía y de la sangre de la tierra como sagrada y que hay que alimentarla.

¿Cómo conciliar estas las otras visiones a nivel legal, jurídico, y que sea parte de la vida cotidiana de una sociedad que se pretende actualmente multicultural? Todo esto debería entonces permear en la sociedad, esa sociedad monolingüe y monocultural.

En términos generales, hablo de una filosofía basada en la práctica, ya que en los pueblos indígenas no se va a las aulas a escuchar las enseñanzas, se hace en la práctica. El campesino le dice al hijo “vente conmigo, ve cómo se hace la siembra y practícalo”. Eso se hace en todos los quehaceres. Es justo esta filosofía en la práctica. Hacer que los modelos educativos transiten hacia esa otra forma de educación y de aprendizaje, las aulas abiertas, ir a los lugares en donde se aprenden las cosas. Transitar de esta praxis del ethos monoligüe hacia el multicultural basado en todo ese conocimiento y llevarlo a la práctica social.

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