Ponencia en la penúltima sesión de la cátedra dedicada al cronista en el INAH
se formó a golpes de líneas ágatas, señala Luis Hernández Navarro
El periodismo articuló la obra sobre la que erigió su magisterio intelectual, define
Fue uno de los últimos exponentes del modelo del intelectual público nacido del Yo acuso de Zola
Miércoles 5 de octubre de 2016, p. 5
La metamorfosis de Carlos Monsiváis (1938-2010) de patito feo del barrio y de la escuela a cisne de la cultura nacional fue en mucho obra del periodismo, dijo el antropólogo y escritor Luis Hernández Navarro en la penúltima sesión de la cátedra que dedica al cronista la dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Por segundo año consecutivo se desarrolla ese encuentro académico, que tiene como finalidad principal generar y promover un espacio permanente de estudio, reflexión y debate público inspirado y nutrido en la obra de Monsiváis y su vasto legado intelectual.
Desde 2015, cuando comenzaron las actividades de la cátedra, se ha invitado a varios especialistas que han reflexionado en torno a las pautas trazadas por Monsiváis hacia aspectos como la lectura incansable, el cuestionamiento y la curiosidad hiperdocumentada por lo social, el ejercicio de la crónica, el ensayo y la historia.
La tarde del lunes correspondió a Hernández Navarro, coordinador de Opinión de La Jornada, hablar de la faceta de periodista del autor de Días de guardar. Al respecto, el ponente dijo: “Se formó a golpes de líneas ágatas, suplementos culturales, periódicos y semanarios. En el periodismo estuvo la materia prima de la obra sobre la que terminó establecido su magisterio intelectual.
“Su forma de ser, su influencia y estilo de crítica acabaron siendo tan profundos que monsivasiano se convirtió en un adjetivo que describe juicios de opiniones ocurrentes, atinadas y llenas de ironía que van más allá de la obra misma de Monsiváis. Pero también identifican, por supuesto, a su club de fans, muy amplio, o al territorio imaginario de quienes se sienten identificados con su heterodoxia y peculiar aproximación a la cultura y la política.
“El cronista fue uno de los últimos exponentes del modelo del intelectual público nacido del Yo acuso de Émile Zola; fue un pensador al mismo tiempo universalista, enciclopédico, restrictivo y a su manera profético, que no sólo ejerció su vocación artística, sino que opinó de todas o casi todas las cosas públicas de su tiempo.
“Monsiváis fue un hombre al que la pobreza ajena le provocaba enorme culpa, un sentimiento genuino, no algo impostado. A partir de esto fue un intelectual de izquierda, así se definió en múltiples ocasiones. Fue un crítico cultural que mostró preocupación por los problemas de la sociedad y el mundo a partir de valores como la justicia social, la solidaridad y la lucha contra la desigualdad. Lo hizo con lucidez, rigor, buen humor y creatividad, con justicia en sus juicios y con un compromiso práctico para mejorar la sociedad.
Pero no fue un intelectual de izquierda más; fue probablemente el más importante e influyente intelectual público de izquierda del país.
Ejercicio virtuoso
Hernández Navarro afirmó que Monsiváis procuró asegurarse de dejar atrás sus privilegios de clase y de género, desplegó con brillantez una capacidad de resilencia, sobreponiéndose a un gran dolor emocional y a situaciones francamente difíciles. Es por eso que más allá de sus indudables méritos, sus opiniones deben ser ponderadas con el mismo espíritu que él desplegó
.
No obstante, al final de su vida, su capacidad para comprender y explicar los orígenes profundos de la inconformidad social fue en muchas ocasiones amortiguada por su afán moralizador al juzgar ciertos movimientos. Nada de esto, por supuesto, minimiza su enorme estatura ética e intelectual ni mucho menos su ejercicio virtuoso del periodismo
, concluyó.
Este año, en la Cátedra Monsiváis participó la periodista Cristina Pacheco, también colaboradora de La Jornada, y la tarde de ayer cerró el ciclo Marta Lamas con el tema Monsiváis: el misógino feminista.