l martes pasado la revista New Scientist publicó una nota sobre el nacimiento del primer bebé con tres padres
, noticia que tuvo amplia difusión en la prensa de todo el mundo. Hay, sin embargo, algunas precisiones que son necesarias: la primera es que no se trata de un trabajo científico publicado en una revista que haya pasado por una revisión, es más bien una noticia en la que se describe la técnica empleada, se incluye alguna frase del doctor John Zhang, líder de este proyecto, las opiniones de algunos investigadores interesados en el tema, y una foto de Zhang sonriente con un bebé en los brazos. La segunda, y muy importante, es que no sería la primera vez que nace un bebé con la aportación genética de tres personas, pues la hazaña ya había sido lograda a finales de los años 90 del siglo pasado por Jacques Cohen y sus colaboradores mediante una técnica conocida como transferencia de citoplasma.
No pretendo decir con esto que el resultado obtenido por Zhang y su equipo –en el que por cierto figuran también especialistas mexicanos– sea falso. Falta la publicación, pero hay un adelanto del trabajo que será presentado el próximo miércoles 19 de octubre en el congreso de la Sociedad Estadunidense de Medicina Reproductiva, cuyo resumen fue publicado ya en la revista Fertility and Sterility el 27 de septiembre y probablemente fue lo que motivó la nota en New Scientist.
El ácido desoxirribonucleico (ADN) se encuentra dentro de las células en dos lugares: el núcleo, que contiene a esta molécula enrollada formando los cromosomas; y además en las mitocondrias, pequeños órganos localizados en el citoplasma, cuya función principal es la producción de la energía necesaria para la función celular. En condiciones naturales, durante la unión del óvulo y el espermatozoide (fecundación), se fusionan los cromosomas que aportan los núcleos de estas dos células sexuales (23 cromosomas de cada una). Por otra parte, el ADN de las mitocondrias del espermatozoide se destruye, mientras el ADN mitocondrial proveniente del óvulo se conserva. Por lo tanto el embrión resultante tiene en su núcleo la combinación del ADN del padre y de la madre (en 46 cromosomas) y en el citoplasma sólo el ADN mitocondrial de la madre.
Hay casos de esterilidad causados por algunos defectos en el óvulo que impiden llevar adelante el embarazo con éxito. En los 90, Jacques Cohen y su grupo realizaron un experimento sorprendente: tomaron una porción del citoplasma del óvulo de una donante sana y lo inyectaron en el citoplasma del óvulo defectuoso, logrando con ello embarazos exitosos y el nacimiento de un número no bien determinado de niños cuya edad actual ronda 18 años. La técnica recibió muchas críticas, fue prohibida en varios países y dejó de realizarse, pues al transferir las mitocondrias de un óvulo a otro sin los controles adecuados, existe el riesgo de transmitir enfermedades genéticas cuyo origen está en el ADN de las mitocondrias. Lo interesante aquí es que desde entonces ya hay en el mundo seres humanos que tienen un padre genético y dos madres genéticas, como resultado de la transformación genética de células germinales (en este caso los óvulos).
Luego de varios años de prohibición, en el Reino Unido resurgió el interés por este tema por los casos de infertilidad en los que los óvulos de una mujer que desea embarazarse y tener hijos, presenta alteraciones (mutaciones) en el propio ADN mitocondrial, que pueden heredarse a sus hijos. Recientemente la autoridad correspondiente en el Reino Unido aprobó la realización de este tipo de proyectos bajo controles rigurosos. En otros países como Estados Unidos la prohibición persiste.
No obstante, John Zhang, quien trabaja en Nueva York en una clínica de reproducción asistida, decidió eludir los problemas legales en Estados Unidos, realizando su proyecto en México con la colaboración de especialistas mexicanos que trabajan en Jalisco, dado que en nuestro país –señaló Zhang a New Scientist– no hay reglas
, algo que es digno de comentarse en otro momento.
Por lo que hasta ahora sabemos, los resultados de Zhang son verosímiles, pues se trata de una combinación de técnicas de reproducción asistida accesibles desde varios años. En este caso los óvulos de la madre presentan una mutación en un gen mitocondrial que produce el síndrome de Leigh, una condición que provoca defectos principalmente en el desarrollo del sistema nervioso y que en caso de nacer, tienen una sobrevida muy corta.
A diferencia de los trabajos de Cohen ya citados, Zhang y sus colegas realizaron una transferencia nuclear, es decir, despojaron del núcleo al óvulo de la madre y lo inyectaron al óvulo de una donante sana a la que previamente se le despojó de núcleo, luego introdujeron en esta célula modificada, un espermatozoide del padre, provocando la fusión y división celular hasta obtener un embrión que fue transferido al útero de la madre y se produjo el nacimiento de un bebé sano –según dice Zhang.
Desde luego, como puede apreciar el lector que haya llegado hasta aquí, hay varios problemas en este proyecto, pero de confirmarse su resultado, se reforzaría la idea surgida con Cohen de un cambio en el número de participantes biológicos en los procesos reproductivos, algo que, por cierto, no tiene que ver con las parejas tradicionales, y también en las nociones sobre maternidad biológica.
A la memoria de Luis González de Alba