Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Director: Iván Restrepo
Editora: Laura Angulo
Número Especial octubre noviembre 2016 No 208


Lago de Xochimilco

Instituciones fundadas
por Miguel Ángel de Quevedo

Luz Emilia Aguilar Zinser
Correo-e: [email protected]

La Junta Central de Bosques y Arbolados fue la primera de las instituciones creadas por Miguel Ángel de Quevedo. Estableció además la escuelas de guardas forestales de Santa Fe, de Coyoacán y de Tlalpan; la Sociedad Forestal Mexicana; el Departamento Autónomo Forestal y de Caza y Pesca y el Instituto Forestal de Coyoacán que mudó a Perote, Veracruz.

La Junta Central de Bosques y Arbolados resultó de la participación de Miguel Ángel de Quevedo en el ya mencionado Segundo Congreso Nacional de Meteorología en 1901, donde fue rechazada su propuesta de una legislación federal para el cuidado de los bosques. Pero sí se aceptó establecer una comisión permanente para promover en convergencia con los gobiernos federal y estatales medidas para proteger los bosques y fomentar su estudio, con énfasis en la influencia que éstos ejercen en los cursos de agua.

Esa comisión permanente cristalizó en La Junta Central de Bosques y Arbolados, con Quevedo a la cabeza. En 1904, la Junta se integró a la Secretaría de Fomento, Industria y Colonización. La siguió presidiendo Quevedo y se establecieron filiales de la misma en cada estado de la república. Durante la presidencia de Francisco I. Madero la junta recibió un renovado impulso y estuvo a punto de convertirse en un fortificado organismo autónomo. Con el ascenso de Victoriano Huerta, Quevedo tuvo que irse al exilio con su familia, amenazado de muerte por el dictador.

Uno de los primeros logros de la Junta Central de Bosques y Arbolados fue la creación del Vivero Central o Vivero Forestal de Coyoacán, en terrenos propiedad de Miguel Ángel de Quevedo, que donó a la nación. Con el apoyo del gobierno francés, Quevedo recibió asesoría de especialistas del país galo para la propagación de árboles y la fundación en 1908 de la Escuela Forestal de Guardas de Santa Fe y la contigua al Vivero Forestal de Coyoacán. Con los árboles producidos en Santa Fe se repoblaron de cubierta forestal los lomeríos del poniente. Y con los del Vivero de Coyoacán se dotó a la ciudad de arboledas de alineación y se forestaron parques y jardines.

En esos tiempos se introdujo en la escuela de guardas forestales de Coyoacán la enseñanza de arquitectura de paisaje.

Entre 1908 y 1913, con el fin de rodear a la Ciudad de México de un cinturón de diez kilómetros de bosques, se abrieron las estaciones forestales de San Luis y Nativitas, en Xochimilco; Santa Fe; Desierto de los Leones; San Juan de Aragón; Santa Clara y San Cristóbal.

La junta realizó una exhaustiva estadística forestal del territorio, la primera a esa escala en México y elaboró una detallada cartilla forestal del Valle de México. En esas fechas se creó el Vivero de Los Cocos, en el puerto de Veracruz. La junta retomó las celebraciones de la Fiesta del Árbol establecida en México a fines del siglo Xix y publicó la revista Forestal mexicana.

La Sociedad Forestal Mexicana

A su regreso del exilio y una vez que había logrado el reconocimiento en el Artículo 27 de la Constitución, la necesidad de conservar los elementos naturales, Miguel Ángel de Quevedo invitó a científicos, ingenieros, arquitectos, intelectuales, empresarios y políticos de todo signo a fundar la Sociedad Forestal Mexicana (SFM), constituida el 11 de noviembre de 1921, con el lema “Es preservar la vida trabajar por el árbol”. Contó con la presencia, entre otros miembros, de Salvador Toscano, Roberto Gayol, Rómulo Escobar, Ramón de la Barrera, Ignacio Ruiz Martínez y Ricardo de la Vega. Con el tiempo se sumaron, ya como amigos, protectores o socios: José Ives Limantour, Pastor Rouaix, Álvaro Obregón, el general Lázaro Cárdenas, Alfonso l. Herrera, el Arq. José Luis Cuevas, Zelia Nuttal, Carlos Corcuera, Gabriel Mancera, Alfonso Pruneda, José Vasconcelos, José Juan Tablada, el senador de la República Francesa Andrés Honnorat, el director del Servicio Forestal de Argelia, A. Boutillty, el psicólogo y aficionado a la botánica Pierre Janet, el ingeniero de montes de España Andrés Avelino de Armenteras, el director de Jardines y Paseos de París, Jean-Claude N. Forestier, la Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral, el director de la Charles Lathrop Forestry Foundation, Tom Gill y Osvaldo Polimanti, profesor de la Universidad de Perugia. Los miembros de la SFM coincidieron en reconocer que provocar la ruina nacional con el desprecio al árbol implicaba “iniquidad de lesa patria”.

Al año de su fundación, en 1923, la SFM empezó a publicar su órgano de difusión, la revista México forestal. La SFM impulsó la celebración de las Fiestas del Día del Árbol, el Bimestre de Reforestación y el combate de los incendios forestales. Pugnó por la sustitución de durmientes de madera por los de concreto. Para la protección de la fauna silvestre promovió el establecimiento de zonas de veda y de refugio, así como para la propagación de especies acuáticas en los lagos, lagunas, ríos y estanques.

Fueron constantes sus cartas, gestiones y exhortos a las autoridades para aumentar la cantidad de plazas, parques y jardines y para impedir que se afectaran áreas verdes. A su insistencia se debió que se avanzara en la creación del Parque Popular de Balbuena, iniciado desde 1910. Tiempo después, dicho parque acabó convertido en desarrollo inmobiliario por iniciativa de funcionarios públicos. La Sociedad Forestal Mexicana protestó con energía sin lograr dar marcha atrás a ese atropello. Mejor suerte tuvieron Quevedo y sus seguidores en sus gestiones en defensa de la Alameda Central, amenazada de convertirse en un enjambre de vías para automóviles por el proyecto Boari. O que se llevara a cabo el plan de convertirla en un centro deportivo.

En 1928, la SFM promovió viveros a lo largo de las carreteras para la siembra de una franja de árboles en los márgenes de las mismas. Las primeras plantaciones se hicieron en Puebla, Toluca, Acapulco y Nuevo Laredo. En 1930, la Sociedad Forestal Mexicana promovió el Primer Congreso Forestal Nacional. En 1931, logró un acuerdo con la Secretaría de Educación Pública para que se incluyera en las escuelas primarias, secundarias y normales la materia de silvicultura, con el fin de formar a niños y jóvenes en la ética conservacionista.

A iniciativa de la Sociedad Forestal se crearon otras asociaciones para la defensa de los parques, jardines y bosques: el Comité Nacional Mexicano para la Protección de las Aves Silvestres, La Liga Urbana de Acción Forestal y el Comité de Damas Amigas del Árbol y de la Flor. En 1978, por falta de recursos, se disolvió la SFM y se dejó de publicar la revista México forestal. La SFM fue un llamado a la sociedad civil a reconocer su corresponsabilidad en el cuidado de los recursos renovables de los que depende la viabilidad la nación.

Departamento Autónomo Forestal y de Caza y Pesca

Miguel Ángel de Quevedo estaba convencido de que la administración pública de los recursos forestales y la enseñanza en la materia estaban en natural contradicción con las instituciones de agricultura y las agrarias. Los forestales pugnaban por la extensión de la frontera arbórea, los agricultores y agraristas luchaban, a su vez, por la ampliación de la frontera agrícola. La causa forestal era para Quevedo de tal importancia que merecía ser autónoma. Hasta 1934, las instituciones que impulsó tuvieron que trabajar subordinadas al sector agrícola. Fue a través de Ezequiel Padilla, jefe de la campaña a la presidencia de la República de Lázaro Cárdenas, que el general se acercó a Quevedo para que colaborara en la redacción del Plan Sexenal.

El primero de enero de 1935, Cárdenas anunció que un objetivo fundamental de su gobierno sería la protección de los bosques y el impulso juicioso de su aprovechamiento. Y que, en consecuencia, se creaba el Departamento Forestal y de Caza y Pesca, con carácter autónomo, dirigido por Miguel Ángel de Quevedo. Las actividades del departamento se describieron en detalle en el Boletín del Departamento Autónomo Forestal y de Caza y Pesca, publicado de 1935 a 1939. El departamento dio prioridad a la protección legal de la mayor cantidad posible de bosques bajo las figuras de reservas forestales, zonas de veda y parques nacionales.

En menos de cinco años, todas las cuencas hidrográficas se declararon zonas protegidas. Se puso en marcha el plan para la protección de caminos nacionales con una franja de arbolado a los costados de las carreteras. Al mismo tiempo se hicieron intensos esfuerzos por industrializar la producción maderable, buscando el mayor equilibrio en la distribución de la riqueza.

Se abrieron 294 viveros forestales y para promover la conciencia en los niños de la importancia de los árboles se establecieron más de cuatro mil viveros escolares. En todas las capitales de los estados y otras relevantes ciudades del país se crearon reservas forestales. Un logro extraordinario en este sentido fue la creación de la zona protectora forestal de las ciudades fronterizas del norte, en especial Nogales, Ciudad Juárez y Nuevo Laredo, así como el establecimiento, por acuerdo de los gobiernos de Estados Unidos y México, del Parque Internacional Big-Bend y Sierra del Carmen. Un logro que contrasta con la situación de hoy, cuando se habla de imponer un muro ignominioso para dividir a los dos países. Con Guatemala se acordó la creación del Parque Internacional de Río Suchiate. Una especial atención se dio a continuar con la estadística forestal nacional y a combatir los incendios en los bosques.

En 1938, el departamento autónomo publicó el primer Código Forestal de los Estados Unidos Mexicanos. En materia de caza y pesca destaca la introducción del sistema de congeladoras y el establecimiento de las estaciones de producción de trucha arco iris en Almoloya del Río y en Salazar, y de producción del pescado blanco en Pátzcuaro con asesoría de especialistas japoneses. Se promovió la creación de alrededor de 80 cooperativas pesqueras. Se celebró la primera Convención Nacional de Caza y Pesca y se promovieron las primeras leyes de caza y pesca. El empeño por dar al cuidado ambiental una perspectiva internacional fue constante.

En 1937 se abrió al público el Museo de la Flora y de la Fauna Nacionales en el Bosque de Chapultepec y el Conservatorio de la Flora y de la Fauna Tropicales. Se creó el Instituto de Investigaciones Forestales, en Coyoacán, correspondiente al Internacional de Nancy, Francia, por acuerdo de las naciones. Como se estableció también el Instituto Internacional de Silvicultura en Roma y una Escuela de Guardas en Tlalpan para la instrucción de personal técnico. De esta escuela se graduaron 152 guardas forestales en 1939. El instituto fundado en Coyoacán se trasladó a la hacienda de los Molinos en Perote, Veracruz y se introdujo en él un sistema militar. Ese instituto se volvió muy pronto referente de excelencia a nivel internacional.

Una preocupación prioritaria para Miguel Ángel de Quevedo fue equilibrar la distribución de la riqueza derivada de los bosques y el reconocimiento de los derechos de sus habitantes. En los decretos que dieron fundamento legal a las reservas forestales de la nación y a los parques nacionales se reconocieron los derechos de las comunidades asentadas previamente dentro de su poligonal. Quevedo previó que se permitiera a esas comunidades un aprovechamiento de autoconsumo, con el fin de que pudieran vivir del bosque sin destruirlo. De igual manera, impulsó la explotación con fines económicos en los terrenos adecuados para ello, con rentabilidad para particulares que observaran la ley y no pasaran por encima de los derechos de la colectividad y también para beneficio de cooperativas campesinas y organizaciones comunales, las que promovió.

Quevedo fue implacable en su afán de garantizar el respeto de las zonas protegidas, con la aplicación de multas y sanciones a los infractores en la materia. Se opuso a la repartición de tierras de vocación forestal que se pretendían fragmentar para darles un uso agrícola u otro. Insistió en que no se dieran más repartos de tierras de las que ya existían en las zonas protegidas en las partes altas de las cuencas. En diciembre de 1939 se anunció que el Departamento Forestal y de Caza y Pesca perdía su autonomía. A inicios de 1940 se rindió a Quevedo un homenaje y se le envió con aplausos a su casa.

¿Por qué se despidió a Quevedo del Departamento Autónomo y a éste se le quitó su independencia? Se dijo que la decisión se había tomado por razones presupuestales. Carlos González Peña en su “Retorno a la barbarie”, publicado en enero de 1940 en México forestal, argumenta que el departamento más que costar, recababa significativas ganancias para el erario por concepto de impuestos, multas y derechos. En 1938, los ingresos ascendieron a más de 12 millones de pesos, cuando lo erogado fue de tres millones, por lo que dicha institución tuvo una ganancia de nueve millones en moneda nacional.

Tan pronto tomó posesión el general Manuel Ávila Camacho se desmanteló el Museo de la Flora y de la Fauna de Chapultepec. El instituto de Investigaciones Forestales de Perote y la Escuela de Guardas fueron cancelados. El departamento funcionó en adelante con bajo perfil, adscrito a la Secretaría de Agricultura. La abrupta interrupción del apoyo institucional al modelo de conservación propuesto por Quevedo impidió que se completara con los procesos de compensación económica a los afectados por las expropiaciones.

Dicho incumplimiento no es atribuible a Quevedo, no descalifica en automático la validez de su modelo ni justifica descartarlo sin una reflexión de mayor profundidad. De cara a los crecientes índices de deforestación, el crecimiento viral de la mancha urbana, los megaproyectos turísticos, mineros, industriales y de explotación de hidrocarburos, y la falta de un modelo de conservación coherente hoy en día imponen, a cien años de promulgada nuestra Constitución, la urgencia de un debate nacional, con cabal conocimiento de nuestra historia, para definir qué modelo de país queremos y podemos alcanzar.






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