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Penultimátum

Da Vinci: última morada

S

u viaje entre Italia y La Loire, en Francia, duró tres meses y lo hizo a lomo de mula, seguido de carretas en las que sus ayudantes pusieron a buen resguardo los planos de sus más atrevidos proyectos y algunos otros que pensaba terminar en su nueva residencia. Igualmente, tres de sus obras más destacadas: La Gioconda, también conocida como Monna Lisa (que ven, pero no aprecian, hordas de turistas en el Museo del Louvre); La virgen, el niño Jesús y Santa Ana y San Juan Bautista. El maestro tenía 64 años y estaba en pleno disfrute de sus facultades. El 16 de mayo de 1516, finalmente Leonardo da Vinci llegó a la que sería su última morada: el castillo de Clos Lucé.

Reinaba en Francia Francisco I, quien por consejo de su hermana Margarita de Navarra invitó al maestro a vivir en un sitio donde serás libre de soñar, pensar y trabajar. Y así fue. El castillo es hermoso y con todas las comodidades de la época. Leonardo recibía una pensión de 700 escudos de oro al año, una fortuna en momentos en que no tenía mecenas. Y fue nombrado primer pintor, ingeniero y arquitecto del rey. Hasta su muerte fue objeto de un auténtico afecto de Francisco I, quien lo llamaba padre, de su hermana Margarita y de toda la corte.

Es la época en que en La Loire se respira el aire del renacimiento gracias a Francisco I, que invita a su castillo real y a otros más, enclavados en la región, a pintores, músicos y escritores. Un tiempo en que, luego de la devastadora Guerra de los 100 años, los reyes deciden abandonar París y fijar su residencia en La Loire. Gracias a ello en el extenso valle existe la mejor muestra de la arquitectura medieval de Francia.

El castillo de Clos Lucé, restaurado, es el lugar por excelencia para recordar y celebrar ahora los tres años que vivió el genio italiano en ese país. No sólo es un museo donde se guardan sus pertenencias y en sus muros pueden admirarse los murales pintados por sus discípulos, sino que su extenso jardín es un parque temático donde toman vida 40 máquinas imaginadas por Leonardo y elaboradas con los materiales de la época: el primer aeroplano, el automóvil, el helicóptero, el carro de combate, las hélices. Toda una muestra de su faceta de diseñador.

Además, en una parte del hermoso jardín, al que se accede por un puente diseñado por él, se instalaron los trabajos que sobre botánica, geología y paisaje efectuó Da Vinci en Francia e Italia. Y recurriendo a las técnicas más modernas, en los salones del Clo Lucé, se instaló un taller que permite visualizar al maestro dedicado al dibujo y la enseñanza.

Leonardo murió el 2 de mayo de 1519. Por disposición de Francisco I, sus restos yacen debajo una discreta losa en la capilla del Castillo Real, donde también se rinde homenaje al genio universal.