oronto. Año con año, la sección TIFF Docs, dedicada a los documentales de todo el mundo, se ha convertido en una de las más atractivas. Y es que el género atraviesa por una afortunada racha, sobre todo en México.
Producido por Netflix (y programado a estrenarse en octubre en ese sitio), el documental Amanda Knox es una puntual reconstrucción del crimen y del juicio que se le siguió a la estadunidense a que se refiere el titular y a su entonces novio Raffaele Sollecito, acusados de haber asesinado a la británica Meredith Kercher en el pueblo italiano de Perugia. Como se sabe, un ambiente circense rodeó el proceso porque a Knox se le acusó, en esencia, de ser una asesina depravada por los medios internacionales, que no perdieron la ocasión de satanizar su figura.
Para ello, los realizadores Rod Blackhurst y Brian MGinn hicieron este año una serie de entrevistas a cámara con los propios Knox y Sollecito, así como con el fiscal de Perugia, Giuliano Mignini, y el periodista del diario británico Daily Mail Nick Pisa, quienes hablan con aparente sinceridad sobre sus respectivos papeles en el caso. Quien más se balconea es el último, pues queda en evidencia la clase de amarillismo prevaleciente durante la cobertura de la investigación y el juicio. El supuesto periodista con actitud de chacal defiende su postura con la vieja excusa de si no lo hubiera hecho yo, otro más hubiera aprovechado la noticia
.
El documental no saca conclusiones, sino que esto lo deja al juicio del espectador. Al parecer, Amanda Knox no cometió un crimen más grave que el de ser una gringa babosa y frívola –tenía 20 años cuando sucedieron los hechos– que no supo reaccionar a la gravedad del asesinato. Mientras que Sollecito tuvo el infortunio de enamorarse de ella en el momento más inoportuno.
Por su parte, el documental mexicano Bellas de noche, debut de María José Cuevas (hija del pintor del ilustre apellido) es una mirada a otro tipo de celebridades del ayer. Se trata de las vedettes Olga Breeskin, Lyn May, Rossy Mendoza, Wanda Seux y la Princesa Yamal, notorios símbolos sexuales de hace tres o cuatro décadas. Lejos de adoptar una mirada condescendiente o incluso burlona, el documental capta a mujeres que recuerdan con afecto su época de gloria y enfrentan el presente con la mejor de las caras (aun cuando han sido quirúrgicamente renovadas).
Cuevas consigue, al igual que en el caso de Amanda Knox, testimonios honestos de sus entrevistadas, que no se intimidan para declarar secretos (Lyn May confiesa haber tenido un desliz de necrofilia), aceptar realidades dolorosas (Wanda Seux habla de su tratamiento contra el cáncer) o abordar hechos que dañaron sus carreras (la Princesa Yamal habla sobre cuando fue encarcelada, acusada de participar de un robo en el Museo de Antropología). Tal vez la más ajustada a su nuevo statu quo es Olga Breeskin, quien ahora es ministra de una especie de culto en Estados Unidos.
Apoyada en revelador material de archivo, Cuevas ilustra bien el contraste entre el pasado y el presente, la fama y el olvido, la abundancia y la carencia. Bellas de noche es uno de los mejores documentales producidos en México en fechas recientes. Es de confiar que sí consiga una difusión amplia, cuando llegue el momento.
Mientras tanto, por si siguen prestando atención, la descompostura de la escalinata eléctrica del complejo Scotiabank sigue sin arreglarse. Hoy incluso también se suspendió el servicio de descenso, para mayor fatiga de los asistentes. Si uno escuchaba con atención, podía oírse cómo tronaban las rodillas de los usuarios. Es como para demandarlos.
Twitter: @walyder