uba celebrará en grande el 16 de septiembre a Cristina Pineda y a sus Leyendas afrocubanas. Además de cubrirnos de gloria con sus diseños que todos se pelean, Cristina, la de Pineda Covalin, es una mujer muy especial, cálida, amorosa, atenta a las necesidades de los demás. En vista de la importancia de Pineda Covalin, cuyas mascadas, pañoletas, pañuelos, bufandas, corbatas y demás prendas (carteras, vestidos largos, xicotitos, bolsas) están en todas partes, creí que iba a encontrarme con una ejecutiva de traje sastre y anteojos, una mandamás ante quien su personal
guarda silencio. En cambio, me sonrió una mujer alta y delgada (sin zapatos de plataforma), con voz de niña buena a quien todos los curas del mundo le darían la Primera Comunión sin preguntarle: ¿Ya te confesaste?
Tiene una inocencia rarísima, como si hubiera nacido antes del pecado original.
Con razón, Cuba escogió a Cristina para lanzar el viernes 16 de septiembre su libro Leyendas afrocubanas, que ella compiló, editó y saldrá a la luz en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Cristina lo ofrece con Xico en brazos, un perrito xoloescuintle al que acuna como a un hijo; un muñequito, que al igual que ella presenta a la cultura de todo un continente a través del diseño.
Este libro recupera la memoria de la Madre-África a través de sus hijos que llegaron a Cuba cargando sudores, manos cansadas, tambores profundos, dolores antiguos y miradas insondables. Recopila mitos hechos con la memoria de dos continentes que aquí mezclan su sabiduría, sus miedos, sus siglos y su persistencia para sobrevivir la dura realidad de un futuro que siempre se aleja y no se deja alcanzar.
Los inicios de Pineda Covalin
–¿Cuando empezó actividades Pineda Covalin?
–En 1995. A petición del Instituto Nacional de Antropología e Historia diseñé una colección de corbatas y mascadas, y me inspiré en motivos prehispánicos. Toqué muchas puertas en diferentes tiendas y museos. Un año después tuve la idea de lanzar un perfume. Me rencontré con un amigo de la universidad, Ricardo Covalin, y lo invité a participar en este bello proyecto en el que ya llevamos 20 años trabajando con un equipo de jóvenes.
–¿Cómo hiciste tu primer pañuelo, pañoleta o mascada?
–Tomé como punto de partida e inspiración un viaje que hice a Mérida. Durante mi servicio social estuve viviendo un mes en una comunidad llamada Dzoncauich. Dormía en hamaca por el calor de la zona. Nunca olvidaré ese bello aprendizaje de vida; fue un reto maravilloso vincular al carpintero con doña Celsa, que tiñe la fibra de henequén logrando esta conjunción para hacer bolsos y accesorios para lanzarlos al mercado. Así surgieron los primeros diseños.
Los viajes me han permitido ampliar horizontes, adentrarme en un universo estético y apreciar el vasto mosaico de las raíces de los pueblos.
–¿Tú haces todos los diseños?
–Es un proceso interdisciplinario y creativo de colaboración en el que participa el equipo de diseño, así como amigos historiadores y antropólogos que nos acompañan en este bello proceso de creación. Analizamos las tendencias y creamos colecciones a partir de conceptos que narren una historia. Una vez presentadas, consensuamos las propuestas tomando en cuenta la opinión de nuestros clientes.
–¿Cuántos empleados son?
–Aproximadamente 300 personas, entre colaboradores, proveedores y vendedores externos.
–¿Cuántas sucursales hay en el país?
–Hay más de 30 puntos de venta entre boutiques propias y franquicias. Además de contar con nuestros corners en El Palacio de Hierro de todo el país.
–Sí, he visto Pineda Covalin en los aeropuertos. ¿Qué leyendas y diseños de los pueblos prehispánicos has escogido?
–Hemos visitado todos los estados de la República Mexicana y casi todos los pueblos originarios de nuestro país. Conocemos sus temas y tradiciones. Cada temporada vamos cambiando los diseños, los que más nos gustan hablan de naturaleza y diversidad. Uno de los diseños preferidos es el atrapasueños que narra la historia de una niña que soñaba con aves y sombras que de noche se acercaban a ella para besarla. Solamente desaparecían al ver llegar a su madre, quien, para protegerla, tejió una red con plumas que atrapaba sus pesadillas y así los sueños encontraban su destino. Este y otros diseños son manifestaciones creativas y artísticas que se mantienen vivas hasta el día de hoy y reafirman los valores que nos distinguen como pueblo y nación. Colaboramos también con la familia López, en Arrazola, Oaxaca, desde hace más de 15 años. Hacemos diseños juntos, así como con Juventino Díaz y su familia de Xalitla, Guerrero; con los hermanos Carrillo de Real de Catorce, en San Luis Potosí. Tenemos acuerdos firmados en conjunto y les damos sus respectivas regalías. También tenemos colaboraciones con diversas instituciones. Nos hemos inspirado en los textiles del Istmo de Tehuantepec, inspiración del antiguo mantón de Manila, que junto con las especias recorrieron los mares en las bodegas de la Nao de China. Este traje ha tenido muchos cambios desde los ramilletes de margaritas hasta las inmensas rosas y ahora las sandías, que llenan de colores las fiestas. Nos inspiramos en la arquitectura maya prehispánica y en la colonial de Puebla, en la gastronomía mexicana y en las flores de los jardines, donde nuestros abuelos nos contaban historias de su pasado, alimentando nuestro presente.
¿Por qué? Porque queremos que nuestros diseños tengan un valor agregado, que en ellos habiten el arte y los sentimientos de nuestro continente que despiertan emociones profundamente humanas como el orgullo y el arraigo.
–¿Cuál es tu relación con los jóvenes?
–Los jóvenes son una constante fuente de inspiración, están llenos de sueños y de energía. A través de Xico he podido crear una plataforma de impulso creativo para proyectos de artistas y creadores jóvenes; ha sido muy grato ver lo que los jóvenes pueden lograr con un poco de apoyo, convirtiéndose en una fuerza cultural que mueve y empuja a México.
–¿Por qué tu obsesión por Xico, el xoloescuintle?
–Xico hace alusión al origen de la palabra México. Es un personaje milenario que imaginé porque yo siempre veía jugar a mis sobrinos con juguetes que no sabían de dónde venían. Pensé que sería muy buena idea hacer un personaje que rescatara la tradición oral de los pueblos y las leyendas para jugar; de ahí viene Xico, que sale de un sueño para poder transmitirlo a todas las nuevas generaciones. Es un perro xoloescuintle que viene de la cultura azteca. Cuando a ti te enterraban, para poder trascender al más allá, te ponían en la tumba a tu perrito y supuestamente él te acompañaba en tu viaje al inframundo. Quise hacer de este personaje un leal compañero de aventuras y un símbolo de la identidad nacional y del respeto a la cultura universal para las actuales y nuevas generaciones. Xico habla de nuestras raíces, pero también de un futuro que debe ser cultivado y resguardado para heredarlo a las futuras generaciones. Es un personaje que busca generar un cambio positivo mediante el arte y la cultura. Xico se ha vuelto mi compañero en esta aventura de transformar corazones y encender en ellos la pasión de crear, de soñar y de amar.