espués de poner tan buena cara como podía durante el tiempo que estuvo aislado de América Latina, ahora Estados Unidos vuelve a tener interlocutores privilegiados de su política, especialmente en Argentina y Brasil (no importa que en este caso haya sido mediante un golpe). Y, ¿qué es lo que Washington tiene que proponer al continente?
Ya sabemos que poco o nada, por la situación de los países que tienen tratados de libre comercio con Estados Unidos. El caso de México es ejemplar, porque son más de dos décadas de intercambios privilegiados con Washington y de relaciones carnales con el imperio. El balance de ese acuerdo es aterrador. Explica en gran medida por qué México es un desastre social y político.
De hecho, Estados Unidos no tiene nada qué ofrecer. Tiene un modelo económico vigente en México, entre otras naciones, siendo eso una de las razones de la situación desastrosa del país, que ya ha fracasado en América Latina, en naciones como Brasil, Argentina, Venezuela, Uruguay, Bolivia y Ecuador. Justamente por ello han decidido abandonar ese modelo y sustituirlo por uno alterno al neoliberalismo.
Estados Unidos, en prolongada recesión, tampoco tiene nada qué ofrecer en inversiones, nada que pueda compararse a China o a los Brics, y su banco de desarrollo. Los tratados de libre comercio son rechazados ahora, de un lado y otro del Atlántico, por ser responsables de la pérdida de empleo en todas las naciones. La Alianza del Pacífico no es alternativa a los procesos de integración regionales, que han intensificado como nunca el comercio entre los países de la zona.
El destino al que está condenado México desde hace más de dos décadas, al cual se quiere condenar a Argentina y Brasil, es el del abandono a los vaivienes del mercado internacional en crisis y de especulación financiera. En Argentina, electo el gobierno hacia el que Washington tiene la más grande simpatía, hay fuga y no ingreso de capitales. Los viajes simpáticos de dirigentes de Washington no prometen nada, sino la simpatía de Estados Unidos.
Los países de América Latina han tenido su más grande ciclo de desarrollo cuando se han distanciado de Estados Unidos. Han privilegiado los procesos de integración regional y los intercambios sur-sur. Sus perspectivas están en mantener esa dirección, incluido un acercamiento en la relación con los Brics y no con retomar políticas de libre comercio vinculadas con el modelo neoliberal.
El continente más desigual del mundo requiere priorizar las políticas sociales y no ajustes fiscales, que concentran renta, excluyen a los más pobres, promueven el desempleo y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios.
Estados Unidos no puede proponer modelos alternos porque sus intereses están directamente vinculados con los del capital especulativo a escala mundial, representandos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
La nueva geopolítica del mundo va en otra dirección: retomar el desarrollo productivo, que tiene en las relaciones sur-sur, en el banco de desarrollo de los Brics, su referencia global.
Apunta hacia una economía productiva y no especulativa, que no reproduce el endeudamiento de los gobiernos, sino, al contrario, su liberación de ese mecanismo cruel, que los países que lo han experimentado en el pasado saben cómo se produce una recesión y de la cual es muy difícil salir.
Retomar los modelos neoliberales, fracasados en los años 90 en Argentina y Brasil, significa reiniciar una recesión profunda y prolongada, ajustes sociales de exclusión social, gobiernos autoritarios, crisis social que aísla a esos gobiernos y moviliza a todos los sectores populares en contra de ellos.
Ese es el periodo en que entra América Latina, cuando Argentina y Brasil se distancian de sus aliados en los procesos de integración regional y se acercan a los modelos que han producido crisis social profunda, como las de México, Perú, Colombia y Chile. La lucha entre la hegemonía neoliberal reforzada y la construcción de alternativas antineoliberales se reposiciona como el eje de los enfrentamentos económicos, políticos y sociales de nuestro tiempo en América Latina, el continente que más ha avanzado en la superación del neoliberalismo. Por ello paga un precio duro, con los procesos de contraofensiva derechista, la venganza contra el pueblo y los derechos que ha logrado afianzar en años recientes. De su desenlace dependerá el futuro del continente en la primera mitad del siglo XXI.