Por circunstancias de la vida, la escultora Edna Pallares (Ciudad de México, 1965) tuvo que alejarse de uno de sus materiales preferidos: la piedra. Esto, sin embargo, la acercó a otros como la madera, con su calidad muy personal de huella dactilar, aunque algo relegado en la actualidad.

No sé si esto se deba a una cuestión ecológica o tenga que ver con procesos antiguos de tiempo, expresa Pallares, cuya exposición El viaje, de piezas realizadas en una amplia gama de materiales, incluso el papel, se exhibe en la Galería de Arte Mexicano. Abunda: “No sé si a las personas les gusta trabajar mucho tiempo en una misma cosa. Por eso creo en parte que las técnicas tradicionales tienden a desaparecer, o habrá dos o tres personas que sí están comprometidas con este proceso de tiempo.

La dinámica ahora es más multidireccional; es decir, va hacia muchos otros parámetros, tienen otras lecturas. Aunque las personas siguen haciendo pintura y escultura, tiene otro tinte. La rapidez con que se vive hoy día también afecta la concentración que se ve reflejada en cosas que aparentemente no tienen nada que ver, como las técnicas artísticas.

En efecto, estamos inmersos en las dinámicas de este neo-posultracapitalismo trasnacional que evitan cada vez más una concentración profunda. De todas maneras todavía puede uno acercarse; hay que hacer un esfuerzo. Para mí, ahora es una época muy interesante, porque se hace evidente de nuevo que hay cosas que llevan tiempo, así como la vida misma en lo que se refiere a crecer, madurar, tomar decisiones que tienen que ver con estar. Allí viene la relevancia de la escultura, que es estar.

Para la entrevistada, en tanto habitamos un mundo, pertenecemos a un espacio, lo habitamos, lo ocupamos, nos significa y hace de nuestra vida algo importante. Las cosas que nos rodean tienen que tener ese sentido amplio de habitar; allí entra la escultura presencial o física. A partir de esta serie de obras el espacio y mi relación con ella en el sentido más amplio de habitar tiene otra connotación mucho más rica que si no hubiera aparecido este objeto allí. No tanto como monumento, sino aquella obra saberse desde el propio material con la que está hecha.

El quehacer escultórico de Pallares parte de lo cotidiano, es decir, los objetos que me rodean también son posibilidades de construcciones escultóricas. El viaje presenta objetos tan familiares como Olla incrustada (2015) en un bloque de concreto o Media olla (2014) realizada con mármol negro. También se ha inspirado en la forma redonda de la taza en la que su padre tomaba café.

Acota: Al final no trato de copiar, porque no hago realismo, sino más bien me apropio de la esencia de los objetos, en este caso, los funcionales o cotidianos, pero sí hay un tino de decir donde reside el objeto, donde reside la escultura, y allí aparece un corte.

El viaje permanecerá hasta el 7 de septiembre en la Galería de Arte Mexicano (Gobernador Rafael Rebollar 43, colonia San Miguel Chapultepec).