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Brillante innovador
E

n el colonial barrio de San Ángel, sobre la avenida Altavista, se levantan dos originales construcciones rodeadas por una barda de cactus. Son las Casas Estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo. Actualmente convertidas en museo, las diseñó en 1931 el arquitecto, pintor y muralista Juan O’Gorman. Constituyen una de las primeras obras arquitectónicas del movimiento moderno que se realizaron en el continente americano.

Se inspiró en las ideas funcionalistas del afamado arquitecto suizo Le Corbusier, quien definía la vivienda como la máquina para vivir. En su momento causaron gran polémica. Los dos bloques de hormigón liso, uno rojo con blanco y el otro azul, unidos por un pequeño puente en su parte superior, se consideraba que destruían la armonía urbana del añejo barrio. Desde 1998 fueron declaradas monumento artístico. Las ideas que inspiraron a Le Corbusier tuvieron gran influencia en la arquitectura de muchas partes del mundo.

Fascinado con ellas, en 1929 Juan O’Gorman, con sólo 24 años de edad, adquirió con sus primeros ingresos como dibujante, dos canchas de tenis escalonadas. En una de ellas construyó de manera prácticamente experimental una casa-estudio para su padre pintor. Al concluirla en 1931 invitó a Diego Rivera, a quien convenció del valor de esa novedosa arquitectura. Le ofreció al costo la cancha vecina, si el pintor le encargaba el proyecto y la construcción de su estudio.

El artista aceptó y el resultado fueron dos casas-estudio, una para él y otra para Frida.

La sencillez y austeridad del funcionalismo, sin decoración ni lujo alguno, con las instalaciones al desnudo, parecieron ir muy bien con el estilo de vida de Diego. Llenó el amplio y luminoso estudio con sus objetos más preciados: inmensos judas de cartón, piezas arqueológicas y arte popular; grandes frascos de vidrio preservan las pinturas y pinceles.

En medio de todo ello un gran caballete y un equipal, que muestra su saco de mezclilla y al pie los enormes zapatos sobre un petate. Se tiene la sensación de que en cualquier momento va a aparecer Diego con un pincel en la mano.

En este lugar pintó la mayor parte de su obra de caballete, más de 3 mil cuadros y algunos murales transportables. Asimismo, los bocetos para sus murales en el Palacio de Bellas Artes y en Palacio Nacional.

Aquí posaron para sus retratos bellas mujeres como Silvia Pinal, Nieves Orozco, Dolores Olmedo, Lucila Retes, su hija Ruth Rivera y Dolores del Río, cuyo óleo con sus enormes ojos negros se puede apreciar en el estudio.

A un lado se encuentra un lugar conmovedor: una pequeña recámara, casi una celda, donde el pintor solía habitar algunas temporadas. En este sitio falleció en 1957, en la cama de hospital que se conserva y que prácticamente llena el breve espacio.

La casa-estudio de Frida es más pequeña y la ocupó poco tiempo; seguramente por sus problemas físicos, no le era fácil subir tantas escaleras. Sin embargo, aunque su estancia fue corta llegó a pintar varios cuadros. En 1938 realizó el óleo Lo que el agua me dio. Se dice que ese autorretrato tuvo su inspiración en alguno de los constantes baños de agua caliente que le ayudaban a paliar sus fuertes dolores de espalda. Se conserva el espacio con la tina de granito artificial, a la que O’Gorman le diseñó un hueco para que apoyara cómodamente la cabeza. En 1939 la pareja de pintores se divorció y Frida nunca regresó a la casa.

En 1981 se creó el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, pero no abrió sus puertas al público hasta 1986, ya administrado por el Instituto Nacional de Bellas Artes.

Está dedicado a la promoción, conservación y difusión de la vida y obra de Diego Rivera, Frida Kahlo y Juan O’Gorman.

La mexicanidad del estudio de Diego nos inspiró a degustar comida oaxaqueña. En la cercana avenida Revolución, en el número 1318, está el restaurante Doña Lula. Para comenzar, un mezcal que acompañe la tlayuda con tasajo para botanear. Con eso y un buen mole negro con arroz esponjadito quedamos satisfechos.