ú, yo y Pelé hemos aceptado que la economía es una onda. Lana sube, la navaja. Nos va bien, nos va mal. Son temporadas. Pero esto es falso. No hay buena ni mala onda. A lo largo del tiempo, la economía es una curva ascendente. Siempre crece y nunca baja. Nunca. La cantidad de dinero que circula hoy sobre nosotros es mayor a cualquier década pasada. Vivimos en la era más rica de la historia. Hay un calentamiento capital global. ¿Por qué no lo siento?
Para darme idea del tamaño de la economía mundial actual consideré los tres torneos internacionales este verano: Eurocopa, Copa América y Juegos Olímpicos. La UEFA, la Conmebol, la Concacaf y el COI llegaron envueltos en fundadas acusaciones de corrupción. ¿Alguna vez había pasado esto? El costo y el manejo de influencias que se mueven para desarrollar actos deportivos son absurdos, pero también son ejemplo de la gran cantidad de lana que existe y no nos llega. ¿De qué cantidades hablamos?
Tomemos en cuenta el valor de los deportistas a través del tiempo.
En tenis, Bjorn Borg obtuvo un total de 86 mil libras al ganar Wimbledon cinco años seguidos (1976-80), o sea 17 mil por torneo ganado. Cuando Roger Federer ganó Wimbledon en 2007 obtuvo 700 mil. Y el campeón de 2017 recibirá 2 millones, casi tres veces lo que Federer percibió en 2007. Ni siquiera las crisis más recientes afectaron el incremento porcentual de cada año. A ese ritmo, Borg tendría que ganar más de cien torneos para acercarse al valor del campeón de 2017.
Real Madrid compró a Zinedine Zidane de la Juve en 2001 por 46 millones de libras. Para entonces Zidane ya era campeón mundial, campeón europeo, jugador del año y balón de oro. Lo valía. Y se mantuvo como el traspaso más caro de la historia hasta 2009, cuando cuatro futbolistas lo superaron a la vez. Carlos Tevez, Kaká, Zlatan Ibrahimovic y Cristiano cambiaron de equipo. Desde 2010 se han dado 14 transferencias superiores a la de Zidane entre los que están John Stones, David Luis, James Rodríguez, Kevin de Bruyn y Ángel di María (dos veces), todos jugadores que ni siquiera comparten estatus de leyenda con el francés.
Saúl Canelo Álvarez ganó más perdiendo contra Maywea-ther que Muhammad Ali con cualquiera de sus famosos nocauts. Y qué decir de la Fórmula 1. O el golf, donde trotar es roja.
En las grandes ligas, de 1914 a 1921 Ty Cobb ganó entre 15 mil y 20 mil dólares. En la década siguiente Babe Ruth fue el mejor pagado con un promedio anual de 600 mil, ajustados a la inflación. En 1950 Joe DiMaggio llegó a cobrar 755 mil. En 1999 Albert Belle rompió los 10 millones. Diez años después Alex Rodríguez cobró 33 millones. Ni las estadísticas ni el ajuste de inflación justifican la diferencia de valor entre Rodríguez y las otras dos leyendas yanquis.
El tres veces campeón del mundo y referencia inmediata de futbol, Pelé, tiene que promocionar la imagen de otros para seguir comiendo. Mientras tanto, talentos agrios como Gío y Vela andan de fiesta. Por Dios, ¡Pelé sigue chambeando!
Por este camino podríamos concluir que, en efecto, hoy en día el circo está comiendo mucho pan. Sería quedar corto. Los deportistas sólo son peones y si los peones ganan millones, ¿cuánto ganarán los alfiles y las torres y las reinas? ¿Cuánto las manos que mueven las piezas? Y esto es sólo en los deportes. ¿Cómo estarán otras industrias? Yo sigo sin ver los tobillos de los jeques árabes, no se han recortado ni la tela de la túnica.
Pero las cifras alientan, ¿no? Tenemos la fortuna de vivir en una economía tan robusta y generosa que un tal Raheem Sterling vale más que Zinedine Zidane. El dilema ya no es si hay o no dinero. Lo hay, y en exceso. Tanta es la lana que circula en este tiempo que 50 mil pesos son objeto de burla. ¿Por qué no siento esa risa en la bolsa? ¡La navaja!
Pelé.