sa es la política social y económica de más peso del gobierno mexicano, anunciada en el proyecto de presupuesto para 2017.
Sí, Hacienda usa otras palabras, unas que grosso modo pueden decir más o menos lo siguiente: el paquete económico que propondrá la Secretaría de Hacienda al Congreso de la Unión para 2017 es inercial en la estimación de los ingresos, porque no prevé la creación de nuevos impuestos ni el incremento de los existentes (créanselo, por favor); así como austero en el gasto, porque el presupuesto será menor en términos reales respecto al de 2016 (eso sí ocurrirá). Ello, porque debe moderar el crecimiento de la deuda y estabilizar el déficit en el balance general de las finanzas públicas para continuar con el esfuerzo de consolidación fiscal que puso en marcha la administración del presidente Enrique Peña Nieto, y mantener así la estabilidad de las finanzas públicas y proteger la economía de las familias mexicanas (no sé si he escrito correctamente las pamplinas del discurso sibilino).
Ese rollo incluye un recorte probablemente severo en el gasto a la educación superior y a la educación en general, con las consecuencias enunciadas en el título de este artículo. El argumento teórico
más sólido de la política llamada austera es una tontería, y dice así: Nadie puede vivir por encima de sus posibilidades
. Como si la economía de una nación fuera igual a la de una familia.
La austeridad en el gasto educativo frustra la vida de miles y miles de jóvenes mexicanos y recorta seriamente la tasa de crecimiento de la economía a largo plazo, haciendo permanecer en la estrechez o en la indigencia a las grandes mayorías que están fuera del uno por ciento.
Pero a largo plazo todos los actuales funcionarios estarán muertos, de modo que para ellos el largo plazo es una quimera demagógica y nada más.
La sociedad de la información en que vivimos es una en la cual las tecnologías que facilitan la creación, distribución y manipulación de la información juegan un papel esencial en las actividades sociales, culturales y económicas. La sociedad del conocimiento, en la que también vivimos, se refiere a la apropiación crítica y selectiva de la información para producir conocimiento. En otras palabras, la sociedad del conocimiento requiere que las personas se apropien de la información y del conocimiento para producir más conocimiento. Vivimos una era donde la velocidad de la innovación es creciente, con tecnologías cada vez más inteligentes
que requieren conocimientos y habilidades diversas y que permiten avanzar hacia una multicultural sociedad del conocimiento que, si no acabamos con el planeta, no parece tener fin. En la tecnología del silicio se está duplicando el poder de procesamiento cada 18 meses y en la neurociencia el conocimiento se duplica cada 20 meses. El vertiginoso desarrollo científico y tecnológico nos exige también que miles de mentes estudien y debatan sobre el sentido del futuro que estamos creando, porque los del uno por ciento no piensan, consumen como heliogábalos.
Frente a esos aspectos del futuro de plazo medio, en México fueron fijadas metas de crecimiento de la educación superior y la investigación científica poco ambiciosas. Al mismo tiempo, y de la manera más incoherente, los funcionarios de Hacienda despojan de recursos a las instituciones educativas, con lo cual las flacas metas fijadas para ese nivel educativo irán a pique. Un gasto más austero se traducirá en menores ingresos de las familias, lo que provocará menor demanda a la educación superior y mayor tasa de abandono para quienes lograron entrar a esas instituciones.
Es que hay que cuidar el déficit y la deuda pública, dicen los paupérrimos saberes hacendarios. Pero cuando estos hacendarios nos dicen el tamaño de la deuda externa mexicana, no nos dicen a cuánto asciende la deuda del extranjero
con México; la representada por multimillonarios depósitos de mexicanos en instituciones financieras de otros países o las también multimillonarias inversiones en actividades comerciales e industriales en el extranjero, frente a lo cual el gobierno no tiene política alguna. Es recomendable hacer bien la aritmética.
Que hay que cuidar el déficit; muy bien, pero ¿cómo? Primero, que los recursos del endeudamiento se inviertan productivamente, por ejemplo en infraestructuras, lo que tendrá un impacto a corto plazo en términos de generación de ingresos y creación de empleos, y a mediano y largo, la inversión en educación superior y en investigación tenderá a aumentar la tasa de crecimiento de la economía. Estos impactos acaban por producir los ingresos con los que atender el servicio de la deuda y desde una economía de mayor tamaño y mayor producto. Adicionalmente, señor hacendario, usted puede hacer que la tasa de crecimiento de la deuda se ubique por debajo de la tasa de aumento de la recaudación fiscal. El uno por ciento tiene que pagar impuestos en serio. La evasión y la elusión fiscal tienen que ser abatidas de veras, tienen que dejar de ser una vía de complicidad de los capitales con los gobernantes; esta corrupción tiene que terminar.
El gobierno mexicano debe ya dejar de aterrorizarse frente a los bandidos que dirigen las agencias calificadoras, y debe dejar de ser un agente pasivo que sólo sabe acomodarse a la condiciones externas. Un nuevo curso de desarrollo es factible e indispensable: requerimos un nuevo modelo de producción y distribución si queremos que México deje de ser sólo el país de la degollina.