Opinión
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Puntos sobre las íes

Recuerdos XXXIV

¿Q

ué fue aquello?

¿Cómo referirse a El Pana y a sus múltiples detractores?

Sólo se me ocurre una frase.

Todos contra uno y uno contra todos.

¿Pudieron más aquellos que éste?

Sí, triste y desgraciadamente.

Cuando Rodolfo Rodríguez se situó en los más altos peldaños de la popularidad surgieron a su vera una corte de aduladores, una plétora dizque de amigos y un fantasioso apoderado que lo desubicaron por completo y no sólo eso, sino que –como es lógico suponer– lo fueron distrayendo del toreo para desilusión de sus numerosos partidarios.

Lo anterior ha llevado a un gran número de artistas, deportistas, escritores y gente de coleta a perder la brújula poco a poco, hasta que el rumbo se pierde por completo.

Me da pena escribir que Rodolfo Rodríguez fue una víctima más de esa maldita plaga de vividores y chupas sangres y, lógicamente, una cosa llevó a la otra y aquel coletudo todo creación, bohemio, romántico, dotado de una gran creatividad, una impactante personalidad y un imán de taquilla como muy pocos, vio cómo las tardes de gloria iban disminuyendo, lo que la prensa podrida aprovechaba para atizarle duro y macizo, en tanto que las protestas en las alturas eran altamente sonoras, lo que, en aquel entonces, me llevó a pensar si no serían reventadores de oficio, algo que nunca pude comprobar.

Pero… en otras tardes, la musa del panadero despertaba, salía éste de su letargo y sus miles de partidarios lo aclamaban ante la desesperación de sus enemigos, a quienes la rabia hacía palidecer.

En provincia, puedo afirmar que era el diestro que más aficionados, público y asistentes congregaba, así que los empresarios se las veían más que negras para seguirlo programando, ya que las presiones para alejarlo de los ruedos eran terribles y constantes.

Pero El Pana era El Pana y allá por 1978, si la memoria me es fiel, volvió a sacudir al mundo taurino y ante el clamor de panistas y aficionados, la empresa de Insurgentes consideró que había llegado el momento de la alternativa, pero la pregunta obligada era quién sería el padrino.

Yo, dijo un gran matador.

El gran Mariano Ramos.

El testigo fue Curro Leal.

Y rejoneador Gastón Santos.

Toros de Campo Alegre.

Marzo 18, de 1979

Y el del doctorado fue bautizado como mexicano.

Imposible olvidar aquel llenazo.

No cabía un alfiler.

Rodolfo Rodríguez, aquella tarde, llenó Insurgentes y así mismo lo llenó de historias y de anécdotas. Para comenzar: llegó en calesa y antes de comenzar el paseíllo el juez de callejón, don Luis Corona, le dijo que por instrucciones del juez de plaza debería quitarse los guantes y apagar el puro.

–Dígale al juez que aquí lo espero.

Aquella tarde, los de Campo Alegre nos jugaron una mala pasada.

Mariano, como siempre, en gran maestro, pudo con sus enemigos, pero mal con la espada.

Curro Leal cortó una oreja.

El Pana, la verdad sea escrita, se jugó la vida con dos verdaderos marrajos, consiguió, con el sexto de la jornada, dos o tres sensacionales derechazos y fue ruidosamente ovacionado.

A resultas de ello, las empresas de los estados querían contratar al tlaxcalteca, pero, lo de siempre: más y más presiones de la mafia lo fueron marginando y él, triste, desgraciadamente, buscó refugio en los “amigos y en los cuates y, poco a poco, perdió el rumbo de su vida y el de la torería.

Un día de tantos, el escritor y periodista Rafael Solana fue a visitarme y me preguntó qué sabía de El Pana. Le dije que andaba dando tumbos, lo cual era una pena, y que ojalá y recapacitara para volver a ser lo que un día había sido: un torero de escándalo, con un jalón de taquilla como muy pocos y me dijo que algo había que hacer.

Total, quedamos que algo pensaríamos y que nos reuniríamos para intercambiar opiniones.

Por aquellos días el México farandulero estaba de uñas, ya que la triunfadora del concurso Señorita México, de nombre Sanicté Maldonado, había sido descalificada al descubrirse que era madre soltera y como la señorita estaba dotada de una figura sensacional y hablaba de su caso con desparpajo, gracia y salero pensé en inventar un romance entre ella y El Pana.

Me reuní con don Rafael en el café del hotel Regis, le expuse mi idea y recuerdo que, emocionado, me dijo manos a la obra.

Continuará...

(AAB)