La tinta negra y roja
Antología de poesía náhuatl
Miguel León-Portilla, compilador y traductor
Canto de las mujeres de Chalco
Levantáos, levantáos, hermanitas mías,
vayamos, vayamos, buscaremos flores,
vayamos, vayamos, cortaremos flores.
Aquí se extienden, aquí se extienden
las flores del agua y del fuego, flores del escudo,
las que antojan a los hombres,
las que son placenteras:
flores de guerra.
Son flores hermosas,
¡con las flores que están sobre mí,
yo me adormo!,
son mis flores, soy una de Chalco,
¡soy mujer!
Deseo y deseo las flores,
deseo y deseo los cantos,
estoy con anhelo, aquí donde hilamos,
en el sitio donde se va nuestra vida.
Yo entono su canto,
al señor, pequeño Axayácatl,
lo entretejo con flores,
con ellas lo circundo.
Como una pintura es su hermoso canto,
como flores olorosas que dan alegría,
mi corazón las estima en la tierra.
¿Qué significa todo esto?
Así estimo tu palabra,
compañero de lecho, tú pequeño Axayácatl.
Con flores lo entretejo,
con flores lo circundo,
lo que nos une levanto,
lo hago despertarse.
Así daré placer
a mi compañero en el lecho,
a ti, pequeño Axayácatl.
Acompañante, acompañante pequeño,
tú señor Azayácatl.
Si en verdad eres hombre,
aquí tienes donde afanarte.
¿Acaso ya no seguirás, seguirás con fuerza?
Hazlo en mi vasito caliente,
consigue luego que mucho de veras se encienda.
Ven a unirte, ven a unitre:
es mi alegría,
Dame ya al pequeñín, déjalo ya colocarse.
Habremos de reír, nos alegraremos,
habrá deleite,
yo tendré gloria,
pero no, no, todavía no desflores,
compañerito, tú, señor, pequeño Axayácatl.
Yo, yo soy atrapada,
mi manita da vueltas,
ven ya, ven ya.
Quieres tocar mis pechos,
casi mi corazón.
Quizá tú mismo estropearás
lo que es mi riqueza.
la acabarás;
yo, con flores de ave de fuego,
para ti haré resonar mi vientre,
Aquí está: a ti hago ofrenda.
La preciosa flor de maíz tostado,
la del ave del cuello de hule,
la flor del cuervo, tu manto de flores,
están ya extendidos.
Sobre la estera preciosa tú yaces,
en casa que es cueva de plumas preciosas,
en la mansión de las pinturas.
Así en su casa me afijo,
tú, madre mía, quizás ya no puedo hilar.
Tal vez no puedo tejer, sólo en vano soy una niña.
Soy muchachita
de mí se dice que tengo varón.
Hay sufrimiento,
lugar de tristeza en la tierra.
Así tristemente cavilo,
deseo la maldad,
la desesperación ha venido a ser mía.
Me digo, ven niña,
aun cuando del todo he de morir.
Madre mía, yo sufro,
aquí tengo yo a mi hombre,
no puede ya hacer bailar el huso,
no puedo meter el palo del telar:
niñito mío,
de mí te burlas.
¿Qué me queda?
¿Lo haré?
¿Cómo se embaraza el escudo
en el interior de la llanura?
Yo me ofreceré, me ofreceré,
niñito mío, de mí te burlas.
Compañerito, niñito mío,
tú, señor, pequeño Axayácatl,
vamos a estar juntos,
a mi lado acomódate,
haz hablar tu ser de hombre.
¿Acaso no conozco,
no tengo experiencia
de tus enemigos, niñito mío?
Pero ahora abandónate a mi lado.
Aunque seamos mujeres,
tal vez nada logres como hombre.
Flores y cantos
de la compañera de placer,
niñito mío.
Palabras de los sabios y sacerdotes
Hombre y niño, mi señor, tú, gran señor,
tú pequeño Axayácatl;
todavía no empiezas
ya estás disgustado, compañero pequeño.
Ya me voy a mi casa,
niñito mío.
Tal vez tú aquí me has embrujado,
has pronunciado hermosas palabras.
Aquí hay ahora embriaguez,
tú embriagate ya.
¿Acaso hay alegría en nuestra casa?
¿Acaso tú me has comprado,
tú para ti me adquiriste, niñito mío?
¿Tal vez cambiarás mi placer, mi embriaguez?
Acaso desprecias, te has disgustado,
pequeño compañero, ya me voy a mi casa,
niñito mío.
Tú, amiga mía, mujer ofrendadora,
mira cómo permanece el canto,
en Cohuatepec, en Cuauhtenampan,
sobre nosotros de extiende, luego pasa.
Tal vez mi ser de mujer hace locuras,
mi pequeño corazón se aflige.
¿Cómo habré de hacerlo,
a aquel que tengo por hombre,
aunque sean mías falda y camisa?
¿Los que son nuestros hombres,
son nuestra hechura?
Revuélveme como masa de maíz,
tú, señor, pequeño Axayácatl,
yo a ti por completo me ofrezco,
soy yo, niñito mío, soy yo niñito mío.
Alégrate, que nuestro gusano se yerga.
¿Acaso no eres un águila, un ocelote,
tú no te nombras así, niñito mío?
¿Tal vez con tus enemigos de guerra no
harás travesuras?
Ya así, niñito mío, entrégate al placer.
Nada es mi falda, nada mi camisa,
yo, mujercita, estoy aquí,
viene él a entregar su armonioso canto,
viene aquí a entregar la flor del escudo.
¿Acaso de algún modo somos dos,
yo mujer de Chalco, yo Ayocuan?
Quiero que haya mujeres como yo,
de allá de Acolhuacan,
quiero que haya mujeres como yo,
que sean tecpanecas.
¿Acaso de algún modo somos dos,
yo mujer de Chalco, yo Ayocuan?
Están avergonzados: yo me hago concubina.
Niñito mío,
¿Acaso no me lo harás
como se lo hiciste al pobre Cuauhtlatohua
Poco a poco desatad la falda,
abrid las piernas, vosotros tlatelolcas,
los que lanzáis flechas,
mirad aquí a Chalco.
Que yo me atavíe con plumas,
madrecita mía,
que me pinte yo la cara,
¿como habrá de verme
mi compañero de placer?
Ante su rostro saldremos,
quizás habrá de irritarse
allá en Huexotzinco Xayacamachan,
en Tetzmolocan.
Yo mujer me unté las manos con ungüentos,
me acerco con mi falda de fruto espinoso.
Los veré a todos perecer.
Deseo en Xaltepetlapan a los huexotxincas,
al cautivo de Cuetlaxtan,
a los traviesos cuetlaxtecas,
los veré a todos perecer.
¿De qué modo se sabe?
Me llama el niño, el señor, el pequeño Axayácatl
quiere conmigo lograr su placer.
Por mi causa
a dos tendrás que cuidar,
niñito mío.
Tal vez así lo quiere tu corazón,
así, poco a poco,
cansémonos.
¿Tal vez no de corazón, niñito mío,
entras a la que es placer,
a tu casa?
Tal vez así lo quiere tu corazón,
así, poco a poco, cansémonos.
¿De qué modo me lo haces, compañero de placer?
Hagámoslo así juntos,
¿acaso no eres hombre?
¿Qué es lo que te confunde?
Mi corazón con flores circundas,
son tu palabra.
Te digo el lugar donde yo tejo,
el lugar donde hilo,
te hago recordar, compañero pequeño.
¿Qué es lo que te turba, corazón mío?
Soy vieja mujer de placer,
soy vuestra madre,
soy anciana abandonada,
soy vieja sin jugo,
es esto lo que yo hago, yo mujer de Chalco.
He venido a dar placer
a mi vulva florida,
mi boca pequeña.
Deseo al señor,
al pequeño Axayácatl.
Mira mi pintura florida,
mira mi pintura florida:
mis pechos.
¿Acaso caerá en vano
tu corazón,
pequeño Axayácatl?
He aquí tus manitas,
ya con tus manos tómame a mí.
Tengamos placer.
En tu estera de flores
en donde tú existes, compañero pequeño,
poco a poco entrégate al sueño,
queda tranquilo, niñito mío,
tú, señor Axayácatl.
Palabras de los sabios y sacerdotes
Señores nuestros, muy estimados señores:
Habéis padecido trabajos para llegar a esta tierra.
Aquí, ante vosotros, os contemplamos, nosotros gente ignorante...
Y ahora ¿qué es lo que diremos?
¿qué es lo que debemos dirigir a vuestros oídos?
¿Somos acaso algo?
Somos tan sólo gente vulgar...
Por medio del intérprete respondemos,
devolvemos el aliento y la palabra
del Señor del Cerca y del Junto.
Por razón de él, nos arriesgamos
por esto nos metemos en peligro.
Tal vez a nuestra perdición, tal vez a nuestra destrucción,
es sólo a donde seremos llevados.
Mas ¿a dónde deberemos ir aún?
Somos gente vulgar,
somos perecederos, somos mortales,
déjennos pues ya morir,
déjennos ya perecer,
puesto que ya nuestros dioses han muerto.
Tranquilícese vuestro corazón y vuestra carne,
¡señores nuestros!
porque romperemos un poco,
Ahora un poquito abriremos
el secreto, el arca del Señor, nuestro dios.
Vosotros dijisteis
que nosotros no conocemos
al Señor del Cerca y del Junto,
a aquel de quien son los cielos y la tierra.
Dijisteis
Que no eran verdaderos nuestros dioses.
Nueva palabra es ésta,
la que habláis,
por ella estamos perturbados,
por ella estamos molestos.
Porque nuestros progenitores,
los que han sido, los que han vivido en la tierra,
no solían hablar así.
Ellos nos dieron
sus normas de vida,
ellos tenían por verdaderos,
daban culto,
honraban a los dioses.
Ellos nos estuvieron enseñando
todas sus formas de culto,
todos sus modos de honrar a los dioses.
Así, ante ellos acercamos la tierra a la boca,
por ellos nos sangramos
cumplimos las promesas,
quemamos copal
y ofrecemos sacrificios.
Era doctrina de nuestros mayores
que son los dioses por quien se vive,
ellos nos merecieron,
con su sacrificio nos dieron vida.
¿En qué forma, cuándo, dónde?
Cuando aún era de noche.
Era su doctrina
que ellos nos dan nuestro sustento,
todo cuanto se bebe y se come,
lo que conserva la vida, el maíz, el frijol,
los bledos, la chía.
Ellos son a quienes pedimos
agua, lluvia,
por las que se producen las cosas en la tierra.
Ellos mismos son ricos.
son felices,
poseen las cosas,
975.-de manera que siempre y por siempre
las cosas están germinando y verdean en su casa.
allá “donde de algún modo se existe”, en el lugar de Tlalocan.
nunca hay allí hambre,
no hay enfermedad,
no hay pobreza.
Ellos dan a la gente
El valor y el mando.
Y ¿en qué forma, cuándo, dónde
fueron los dioses invocados?
fueron suplicados, fueron tenidos por tales.
fueron reverenciados
De esto hace ya muchísimo tiempo,
fue allá en Tula,
fue allá en Huapalcalco,
fué allá en Xuchitlapan,
fue allá en Tlamohuanchan.
fue allá en Yohualichan,
fue allá en Teotihuacan.
Ellos sobre todo el mundo
habían fundado su dominio.
Ellos dieron el mando, el poder,
la gloria, la fama.
Y ahora, nosotros
¿destruiremos la antigua regla de vida?
¿La de los chichimecas,
de los toltecas,
de los acoIhuas,
de los tecpanecas?
Nosotros sabemos
a quién se debe la vida,
a quién se debe el nacer,
a quién se debe el ser engendrado,
a quién se debe el crecer,
cómo hay que invocar,
cómo hay que rogar.
Oíd, señores nuestros,
no hagáis algo
a nuestro pueblo
que le acarree la desgracia,
que lo haga perecer.
Tranquila y amistosamente
considerad, señores nuestros,
lo que es necesario.
No podemos estar tranquilos,
y ciertamente no creemos aún,
No lo tomamos por verdad
aun cuando os ofendamos.
Aquí están
los señores, los que gobiernan,
los que llevan, tienen a su cargo
el mundo entero.
Es ya bastante que hayamos perdido,
que se nos haya quitado,
que se nos haya impedido
nuestro gobierno.
Si en el mismo lugar permanecemos,
sólo seremos prisioneros.
Haced con nosotros
lo que queráis.
Esto es todo lo que respondemos,
lo que contestamos
a vuestro aliento,
a vuestra palabra,
¡oh, señores nuestros!
Los cinco Soles
Se refería, se decía
que así hubo ya antes cuatro vidas,
y que ésta era la quinta edad.
Como lo sabían los viejos,
en el año 1-Conejo
se cimentó la tierra y el cielo.
Y así lo sabían,
que cuando se cimentó la tierra y el cielo,
habían existido ya cuatro clases de hombres,
cuatro clases de vidas.
Sabían igualmente que cada una de ellas
había existido en un Sol, una edad.
Y decían que a los primeros hombres
su dios los hizo, los forjó de ceniza.
Esto lo atribuían a Quetzalcóatl,
cuyo signo es el 7-Viento,
él los hizo, él los inventó.
El primer Sol que fue cimentado,
su signo fue el 4-Agua,
se le llamó Sol de Agua.
En él sucedió que todo se lo llevó el agua.
Las gentes se convirtieron en peces.
Se cimentó luego el Segundo Sol
Su signo era 4-Tigre.
Se llamaba Sol de Tigre.
En él sucedió que se oprimió el cielo,
el Sol no seguía su camino.
Al llegar el Sol al mediodía,
luego se hacía de noche
y cuando ya se oscurecía,
los tigres se comían a las gentes.
Y en este Sol vivían los gigantes.
Decían los viejos que los gigantes así se saludaban:
“no se caiga usted”,
porque quien se caía, se caía para siempre.
Se cimentó luego el Tercer Sol.
Su signo era la 4-Lluvia.
Se decía Sol de Lluvia –de fuego–.
Sucedió que durante él llovió fuego,
los que en él vivían se quemaron.
Y durante él llovió también arena.
Y decían que en él
llovieron las piedrezuelas que vemos,
que hirvió la piedra tezontle
y que entonces se enrojecieron los peñascos.
Se cimentó luego el Cuarto Sol.
Su signo era 4-Viento
se decía Sol de Viento.
Durante él todo fue llevado por el viento.
Todos se volvieron monos.
Por los montes se esparcieron,
se fueron a vivir los hombres-monos.
El Quinto Sol:
4-Movimiento su signo.
Se llama Sol de Movimiento,
porque se mueve, sigue su camino.
Y como andan diciendo los viejos,
en él habrá movimientos de tierra,
habrá hambre y así pereceremos.
En el año 13-Caña se dice que vino a existir,
nació el Sol que ahora existe.
Entonces fue cuando iluminó,
cuando amaneció,
el Sol de movimiento que ahora existe.
4-Movimiento es su signo.
Es éste el Quinto Sol que se cimentó,
en él habrá movimientos de tierra,
en él habrá hambres.
Este Sol, su nombre 4-Movimiento,
éste es nuestro Sol, en el que vivimos ahora,
y aquí está su señal,
cómo cayó en el fuego el Sol,
en el forgón divino,
allá en Teotihuacán.
Igualmente fue este Sol
de nuestro príncipe, en Tula,
o sea de Quetzalcóatl.
Los últimos días del sitio de Tenochtitlan
Y todo esto pasó con nosotros.
Nosotros lo vimos,
nosotros lo admiramos.
Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados.
En los caminos yacen los dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes están salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos,
es como si bebiéramos agua de salitre.
Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe.
y era nuestra herencia una red de agujeros.
Con los escudos fue su resguardo,
pero ni con los escudos puede ser
sostenida su soledad.
Hemos comido palos de colorín,
hemos masticado grama salitrosa,
piedras de adobe, lagartijas,
ratones, tierra en polvo, gusanos…
Comimos la carne, apenas sobre el fuego estaba puesta.
Cuando estaba cocida la carne,
de allí la arrebataban, en el fuego mismo la comían.
Se nos puso precio.
precio del joven, del sacerdote,
del niño y de la doncella.
Basta: de un pobre era el precio
sólo dos puñados de maíz,
sólo diez tortas de mosco;
sólo era nuestro precio
veinte tortas de grama salitrosa.
Oro, jades, mantas ricas,
plumajes de quetzal,
todo eso es precioso,
en nada fue estimado.
La ciudad vencida
Éste fue el modo como feneció el mexicano, el tlatelolca. Dejó abandonada su ciudad. Allí en Amaxac fue donde estuvimos todos. Y ya no teníamos escudos, ya no teníamos macanas, y nada teníamos que comer, ya nada comimos. Y toda la noche llovió sobre nosotros.
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