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Felícitas en Indonesia
Gisela Espinosa Damián
Felícitas Martínez Solano pertenece al pueblo me’phaa de Guerrero. La conocí en el año 2002, cuando era una joven veinteañera que impulsó –con otras integrantes de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami)– talleres de reflexión sobre los porqués de la mortalidad materna en sus pueblos. De entonces para acá, las experiencias personales y políticas de aquella joven han sido intensas y diversas pero Felícitas sigue siendo una activista incansable. Entre sus haceres se halla su participación en la Policía Comunitaria de la Costa Chica Montaña de Guerrero, donde, junto con otras indígenas, abrió camino a formas de impartición de justicia con perspectiva de género para las mujeres. Y es que Felícitas ha combinado su trabajo en proyectos sociales y productivos mixtos, con la crítica al machismo y a la discriminación de las mujeres. También ha impulsado proyectos y organizaciones con una visión emancipatoria, como la Casa de la Salud de la Mujer Indígena “Manos Unidas” de Ometepec, o la Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas. Participa en la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas y en el Enlace Continental de Mujeres Indígenas. La experiencia de Felícitas en la Seminario paralelo a la Convención Marco sobre el Cambio Climático realizada en Indonesia en 2007, que se presenta enseguida, muestra los problemas y las angustias que viven las mujeres indígenas cuando participan en estos espacios, pero también la creatividad y la capacidad de agencia que despliegan para que su voz y presencia tengan relevancia, no tanto para brillar de manera personal, sino para que valga la pena tanta lucha por ser reconocidas y escuchadas en todos los planos. He aquí su palabra: “La Conami y el Enlace Continental de Mujeres Indígenas de América, región México, queremos hacer incidencia en el foro permanente de las Naciones Unidas, que hace ya tres años viene hablando de mujeres y territorio, lengua y cambio climático. La Conami es una organización de la sociedad civil donde todas las mujeres vienen a aprender, a ser escuchadas también, aquí hay proyectos de capacitación, las compañeras vienen a contar cómo han jugado un papel importante en la comunidad, pero también a contar sus penas, su dolor. “Es muy muy difícil que tomes un cargo nacional en la Conami, porque tenemos trabajo de base en los estados... El reto es muy grande, la Conami tiene mucha trayectoria pero no hay una sede oficial, un local que por ejemplo tenga un teléfono, un equipo operativo y técnico que ayude a hacer los proyectos. Las que tenemos cargo somos las mismas que hacemos los proyectos, somos misma que hacemos la solicitud, somos misma que hacemos la carta, todo hacemos, ¿no? Entonce hay un reto grande de formar más mujeres indígenas. Nosotra las mujeres no es fácil salir de nuestro estado por toda la condición que no estamos acostumbrada o no nos deja el marido, la familia, o no sabemos movernos en la ciudad o no tenemos dinero… “Ahora que estuvimos en un taller de participación política de la Conami, víamos que son muy pocas las mujeres que han estado en el poder, ¿no?, ¿te imaginas?, los partidos políticos ni siquiera sueñan que la mujeres indígenas lleguen a ser diputadas, ser presidenta municipal, nada ma’ nos ocupan de relleno para la cuota, la famosa cuota. Tonce’ eso yo creo que es de los retos más complejos que tiene la Coordinadora, pero también da la oportunidad, yo tuve la oportunidad de ir a Indonesia, como mujer pero también por ser de la Conami y de Enlace México. “Yo no hablo en absoluto el inglés, a pura seña llegué, me dejan en Tokio un día… Yo quise llorar en Tokio, me acordé cuando Martha [Sánchez] me dijo: ‘yo quise llorar cuando fui a Estados Unidos’. Yo no hablo ningún idioma y sólo llevaba diez dólares, nadie me entendía, pasé horas en el aeropuerto, yo quería llorar, pensé que nunca llegaría, me quería regresar pero no sabía cómo volver a México. A pura seña logré tener hospedaje en Tokio porque mi destino final era Indonesia. Hice escala en Tokio y luego de muchas penas, de muchos nervios, abordé el avión a Indonesia. “Cuando llegué a Bali había acabado el Seminario, porque había un seminario pero yo no pude salir antes. Cuando yo llego a ese Seminario y me preguntan algunas cosas, dije: ¿Yo que hago aquí? porque el tema del cambio climático no lo trabajamo, nosotros trabajamos tema de salud, de justicia, de derechos humanos, de eso trabajamo nosotras aquí en México. Cuando yo llego allá había compañeras de África, compañeras de Indonesia indígena. Nada más tres hablábamos castellano, pero me daba cuenta que las mujeres de África no hablaban nada y que había que hacer algo, si no ¿a qué había ido? “Los que estuvieron en el evento paralelo eran hombres, yo era la única mujer que andaba con ellos, todo éramos indígenas, se preguntaba que cómo afectaba el cambio climático a la palmera Indonesia, que cómo afectaba no sé qué, y yo dije: ¡Dios! ¿Qué me invento? ¿Te imaginas? Todo lo documento están en inglés. Y yo me meto en internet a buscar de qué se trataba, hablaba del Protocolo de Kyoto que nunca se me olvida que ya va a vencer en el 2012 ¡Y yo no lo sabía! Me fui a enterar allá, ajá. Me dije: te tienes que documentar poquito de todo. ¡Ay Dios mío, sálvame! ¡Dios mío!, ¿cómo le voy a hacer?, voy a hacer el ridículo aquí y no me mandaron para eso. Pensé, si hubiera venido otra compañera que apenas está empezando sería más difícil. Tengo que salvar esto. “Yo le decía a una compañera de Panamá que está en la Red Latinoamericana de la Biodiversidad que por qué los que conocen esa temática son los hombres si también afecta a las mujeres indígenas. Ahí se están preparando los hombres que quieren ser expertos en la materia y las mujeres no estaban ahí. “En Bali también estaban los gobiernos de los países, ellos taban negociando nuestra naturaleza y están violando la declaración universal de los derechos de los pueblos indígenas. De por sí los sabios mayas, los ancestros, ya dijeron que el planeta ya no aguanta, la tierra ya no aguanta más por todo lo que está pasando en el planeta. “Ahora a mí me cae el veinte… Yo, cuando era pequeña siempre ayudaba a mi papá a limpiar, a sembrar jamaica, igual café de sombra porque tiene más árbol, la milpa es puro sol, porque mi papá era campesino, yo soy de la costa y soy morena… pero los gobiernos de Estados Unidos, de Japón, a ellos no les interesa el campo de los campesinos, ellos están desalojando a la gente de manera violenta, están sacando a la gente de su territorio, como [en ese momento] el caso de La Parota en Guerrero. Entonce con los hermano indígena que fueron a Indonesia hacemos manifestación, ahí hay un dirigente de Tailanda –ya sabes que los hombres son los dirigente, no hay mujeres dirigentes–, el mero dirigente agarró y se fue, y toda la gente de ONG se sumaron con nosotros para hacer la manifestación cuando el Banco Mundial estaba negociando con el Secretariado de las Naciones Unidas. Pero Estados Unidos y Japón dijeron “No”, no quieren perder lo que están creando sus empresas, pero también sabemo que aquí están amenazando con sembrar maíz transgénico, aquí está la planta de eucalipto que es malísima, la tala de madera que está devastando las zonas indígenas. “Yo estuve en un evento paralelo muy grande, el chiste es que yo, luego de buscar en internet pensé muchas cosas, pensé en Guerrero y lo que está pasando allá, pensé que a las mujeres indígenas nos afecta más el cambio climático y que casi no tenemos información ni nos preguntan. Armé muchas cosas en mi cabeza, tomé notas... A la Conami y Enlace no les daría vergüenza haberme mandado. Me salvé, ¿no? Yo daba conferencia de prensa, yo salía en la radio, en la televisión, en los periódicos nacionales hablando del asunto, ¡Ay Dios!, si supieran lo que pasé. “Los del Banco Mundial querían que yo les diera mi escrito. Nunca se los di, porque cuando tú le das los documentos dicen que ya consultaron a los pueblos indígenas. Le dije a Victoria –Victoria es una indígena de Filipina–- tampoco puedo hablar más, es como si yo asumiera un cargo y nosotras no estamos representando a todos los pueblos indígenas, yo soy de México pero no represento a todo México y no estoy facultada para contestar todas las preguntas. ¡Ay Dios mío!, dije, ¿por qué hay tanta injusticia en nuestra Madre Tierra pero también en nuestro territorio?” El presente testimonio es fragmento de una entrevista realizada por Gisela Espinosa con el fin de indagar las genealogías políticas de las mujeres que impulsaron la Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas. Gisela es académica en la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco.
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