Río de Janeiro. En la violenta y miserable favela de Ciudad de Dios, la familia y amigos de la judoca brasileña Rafaela Silva consideran que su presea dorada es un premio para todos ellos. Un pequeño grupo se reunió a las puertas de su casa, una vivienda sencilla de fachada sin pintar con piso de tierra. Había un tema que dominaba la situación. Conquistó esa medalla por nosotros. Siempre ganó sus batallas y se merecía este triunfo, declaró su vecino Marco Vinicius, de 23 años. Silva, de 24, representa una arrolladora historia de éxito para esta favela que Fernando Meirelles dio a conocer al mundo con su película Ciudad de Dios. La hoy medallista olímpica aprendió a sobrevivir en el fuego cruzado entre las bandas armadas de narcos y la brutalidad policial. Cuando su carrera amenazó con descarrilarse tras el golpe de su descalificación en Londres 2012, se sobrepuso a la depresión y la violencia racial de sus compatriotas. “En 2012 la trataron de mono, pero en 2013 se convirtió en la primera brasileña campeona del mundo. Ahora ganó la presea de campeona”, comentó Vinicio sobre las descalificaciones que sufrió la judoca en Londres. No fue la derrota lo que la afectó, sino los comentarios racistas que la gente puso en Internet. Hoy el ambiente en la favela es otro, pasó a ser Ciudad de la diosa, como tuiteó la actriz Regina Casé en su homenaje.