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Emilio Arellano publica el ensayo Crónicas tardías del siglo XIX en México

Reivindica historiador el gran legado de Guillermo Prieto

Aun cuando fue una de las mentes más lúcidas y patrióticas, está olvidado, afirma en entrevista con La Jornada

Figuras como él son siempre inspiradoras en cualquier época y lugar, apunta

Foto
Tarjeta de visita de Guillermo Prieto dedicada a la señora Rosario Alfaro Vaschetti, 1893. Colección privada, tomada del libro
 
Periódico La Jornada
Domingo 7 de agosto de 2016, p. 9

Que Guillermo Prieto haya salvado a Benito Juárez de ser asesinado por unos soldados en la Guerra de Reforma, como cuenta la historia oficial, no es del todo cierto.

El propio escritor y político decimonónico desmintió en su momento que él hubiera pronunciado la famosa frase ¡Alto, los valientes no asesinan!, al aceptar que no se acordaba de lo que había dicho a los militares en aquel episodio.

Así lo refiere el historiador Emilio Arellano, autor del libro Crónicas tardías del siglo XIX en México: Guillermo Prieto, publicado recientemente en nuestro país bajo el sello de Planeta.

En 1875, Ignacio Ramírez le preguntó a Prieto, en broma, si de verdad había realizado el prodigio de haberle salvado la vida al señor Juárez, enfrentándose con su proverbial amabilidad a los feroces soldados conservadores, cuenta el también licenciado en derecho.

Prieto respondió que sí había dicho algo así, pero que con el nerviosismo del momento se le había puesto la mente en blanco, a lo que Ramírez reviró, también en son de broma, que a veces es mejor quedarse callado, pues Juárez, en ese momento, llevaba entronado 14 años como presidente, orquestando fraudes electorales.

Este hecho, según el autor, da cuenta de la infinidad de mitos que pueblan la versión institucional de la historia patria, al tiempo que evidencia cómo ésta entierra el gran legado de algunos personajes y se interesa sólo por ciertas características.

Por esa razón, el especialista, quien es bisnieto de Ignacio Ramírez El Nigromante, emprendió una investigación sobre la vida y la obra de Guillermo Prieto Pradillo (1818-1897), al advertir que permanece prácticamente olvidado, no obstante que fue una de las mentes más lúcidas y patrióticas del siglo XIX mexicano.

Lamenta que los libros y documentos que se refieren a él, al final, dicen lo mismo e, incluso, muchos de los datos que consignan son falsos.

Menciona el caso del famoso volumen Memorias de mi tiempo, del cual incluso pone en duda que haya sido escrito totalmente por Prieto, debido a los errores garrafales en los que, afirma, incurre el texto en datos elementales.

Ese libro fue la primera fuente que consulté, pero cuando uno comienza a leerlo se da cuenta de que está totalmente equivocado. Los datos no corresponden a la realidad. Por ejemplo, dice que nació en Tacubaya cuando es falso; nació en la que hoy es la calle de Mesones 10, en el Centro Histórico, según corroboré en el acta en la mitra, explica.

También dice que era huérfano y solo, lo cual es falso también. Tenía dos hermanos, que eran José Homóbono y María. Y eso de que su madre estaba loca y evadida es una mentira más, pues encontré unas cartas muy bonitas, muy sentidas de ella, que escribió a sus amistades, y para nada estaba como se afirma en esas memorias; era una dama muy respetable.

Otro hecho incorrecto que se reproduce es que fue director del Diario Oficial, cuando en realidad se desempeñó de jefe de redacción, agrega.

Y así se van sumando uno tras otro datos erróneos hasta que se llega a la conclusión de que don Guillermo ya estaba muy grande al escribir esas memorias o alguien alteró el texto original, borró muchas cosas y lo dejó sin sentido o, tres, lo escribió alguien más.

Ante ese desconocimiento y esa serie de imprecisiones, Emilio Arellano recalca que ese notable intelectual merecía algo mejor. De allí que considere que este ensayo histórico que ahora presenta sea no sólo un tributo, sino también un esfuerzo por reivindicarlo.

Si en la historia de México hay un personaje emblemático que pueda considerarse un campeón en la supervivencia humana en un mundo adverso, ése es Guillermo Prieto. A los 13 años se quedó huérfano, sin ningún patrimonio; vivía de la caridad de unas antiguas empleadas de su padre, quienes a pesar de su pobreza lo recogieron, cuando la familia materna de Prieto, los Pradillo Estañol, tenían una alta posición social, apunta.

Este libro no es una novela romántica en la que se narran los hechos al antojo del autor. Es una biografía histórica, si bien hay momentos en los que se antoja fantástica por ciertas etapas en la vida de este gran mexicano.

Ministro de Hacienda en el gabinete de Benito Juárez y legislador en diferentes ocasiones durante 20 años, entre lo que se desconoce de Guillermo Prieto es que fue un talentoso cantante y que tocaba la guitarra de siete cuerdas de manera excepcional.

Tampoco se sabe de su gusto extremo por los títeres y las marionetas, así como que su conocimiento enciclopédico abarcara desde la astronomía hasta la gastronomía.

Todo ello no impedía que fuera alguien sencillo, incluso a veces malhablado. El aprecio popular a su persona se debe a su limpieza moral y a su integridad intelectual que nunca sucumbió ante el poder. Fue un hombre universal y, sobre todo, un ser humano de buena fe, rasgo muy raro en el poder en todos los tiempos, concluye el autor.

Me parece indispensable que la actual clase política voltee hacia estas figuras del siglo XIX. México es ahora un paraíso para los extranjeros, pero los nacionales están en una miseria terrible. Entonces, Ignacio Ramírez, Guillermo Prieto o Francisco Zarco resultan siempre inspiradores para cualquier tiempo y lugar.