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Es un país que necesita libertad de expresión, señala el director de un centro privado de arte

Artistas de Estambul sobreviven en una Turquía convulsionada

Antes del intento de golpe de Estado ya se encarcelaba a periodistas y defensores de los derechos humanos, señala traductor de Pamuk

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Pinar Ögrenci, artista y escritora, señala que ya vivió las consecuencias peligrosas y nocivas del golpe de Estado de 1980 en Turquía. Deplora los ataques a la libertad de expresión y las purgas masivas luego de la fallida asonada contra el régimen de Recep Tayyip Erdogan.Foto Afp
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El dibujante Nazzim Dikbas, hace un llamado: No nos quejemos, ¡creemos!.Foto Afp
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El galerista Vasif Kortun plantea convertir el centro de arte privado Salt, que dirige, en un monasterio con la finalidad de desarrollar nuevas ideas lejos del entorno hostilFoto Afp
 
Periódico La Jornada
Jueves 4 de agosto de 2016, p. 9

Estambul.

Los artistas de Estambul intentan sobrevivir sin ceder al pesimismo a pesar de los atentados, los ataques a la libertad de expresión y las purgas masivas consecutivas al fallido golpe de Estado que han estremecido Turquía en los meses recientes.

La ciudad, que a principios de esta década estaba considerada un centro del arte contemporáneo, ya no es un lugar de ensueño y estamos aislados, dice Vasif Kortun, director del Salt, centro privado de arte inaugurado en 2012 en el barrio de Gálata.

Antes, al menos una vez al mes venían a verme curadores o artistas extranjeros. Pero este año no he visto a casi nadie, explica una artista de Estambul, preocupada por las dificultades de los jóvenes creadores turcos para darse a conocer en el extranjero.

Los atentados, la reanudación de la guerra contra los kurdos y el endurecimiento del régimen del islamoconservador Recep Tayyip Erdogan están teniendo consecuencias en el mundo del arte.

Es un país donde cada vez es más difícil vivir, sobre todo en el mundo del arte, que necesita libertad de expresión, explica Kortun, quien también dirigió un museo en Nueva York y lleva años poniendo en contacto a artistas turcos y extranjeros.

Crece la intolerancia

El centro Salt, con un cine, una mediateca y varios talleres, es una bocanada de oxígeno, según varios estudiantes que acuden a él y que lamentan el aumento de la intolerancia en el país, sobre todo de los partidarios del poder.

Sin embargo, tanto Vasif Kortun como los artistas consultados rechazan el intento de golpe contra Erdogan del 15 de julio. “No quiero ver nunca más un putsch en este país”, dice rotunda Pinar Ögrenci, artista y escritora que ya vivió las consecuencias peligrosas y nocivas del golpe de Estado de 1980.

Vasif Kortun también denuncia el peligro que supone el movimiento de Fethullah Gülen, el predicador en el exilio acusado por el gobierno de haber organizado el golpe.

Presiones de las autoridades

La guerra contra la rebelión del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PEKK) que se reanudó en 2015 también tiene consecuencias para los artistas.

No hace mucho un policía vstido de civil se presentó indignado en el centro Salt para protestar contra la proyección de una película sobre los kurdos. No está prohibido, le dijo Kortun, pero por la noche recibió una amenaza por teléfono: Si vuelve a enseñar este tipo de cosas tendrá problemas.

En enero, más de mil 200 intelectuales y artistas firmaron una petición por la paz que denunciaba la violencia del ejército en sus operaciones contra los kurdos.

Fueron acusados de traición por el presidente Erdogan y muchos están siendo perseguidos o han perdido sus puestos de profesor.

Nuestro espacio de expresión es cada vez más pequeño, dice una de estas artistas que no quiere identificarse.

Las manifestaciones de 2013 para defender el parque Gezi en Estambul habían dado esperanzas de un cambio en Turquía, pero fueron duramente reprimidas.

Pensar que de golpe todo va peor por el intento de golpe es un error; Turquía ya tenía serios problemas de libertad de expresión antes, encarcelaba a periodistas y a defensores de los derechos humanos, recuerda el dibujante Nazim Dikbas, quien también ha traducido Orhan Pamuk en inglés y a Vladimir Nabokov en turco.

En Turquía el estado financia muy poco el arte contemporáneo y el director del Salt se plantea ahora convertir ese centro en un monasterio, un lugar para desarrollar nuevas ideas lejos del entorno hostil.

Nazim Dikbas es menos pesimista y prefiere seguir la lucha.

No nos quejemos, ¡creemos!, pide el dibujante, y asegura que incluso las obras de arte que parecen no tener una relación directa con los que estamos viviendo (...) aportarán algo positivo en lugar del miedo, el estancamiento y la división.