Norte, el fin de la historia
ajo el sol de Satán. El muy prolífico cineasta filipino Lav Diaz, autor de largometrajes de ocho a 11 horas de duración cada uno, cronista muy original de la historia política y social de su país, y a la vez exponente de un cine contemplativo cercano a las búsquedas estéticas de cineastas como Lisandro Alonso, Béla Tarr o Apichatpong Weerasethakul, acomete en Norte, el fin de la historia (2013), una adaptación muy libre de la novela Crimen y castigo, de Dostoyevski.
Ambientada en la época actual, registra el itinerario existencial de Fabián (Sid Lucero), un estudiante de derecho que a su convicción de asistir al fin de las ideologías, opone su propio discurso caótico e incendiario, y una actitud nihilista que lo llevará a cometer un asesinato.
A pesar de su duración de poco más de cuatro horas, Norte, el fin de la historia es una de las narrativas mejor estructuradas y más accesibles del director. Propone la yuxtaposición de dos historias centrales, la del oscuro e irascible Fabián, quien asesina a una prestamista, y la de su perfecto opuesto, Joaquín (Archie Alemania), cliente también de la usurera, a quien se acusa injustamente de haber cometido ese crimen.
Al seguir en paralelo esos dos destinos (una posible redención espiritual en la cárcel, y la desesperación y el remordimiento en el naufragio de la libertad), Lav Diaz opone dos concepciones muy rigurosas del bien y el mal. Nada más acorde con la visión moral de Dostoyevski en novelas como Los hermanos Karamazov y Los demonios, sobre todo si se toma en cuenta la fuerte carga de nihilismo que también señala esa literatura.
Filmada a colores (espléndida fotografía de Larry Manda), lejos de la costumbre de Diaz de recurrir al blanco y negro, la cinta ofrece una inusitada espectacularidad que sin duda sedujo en Cannes hace tres años. La extravagancia de duraciones fílmicas tan largas parecía al fin matizada por una narrativa lineal y un estudio detenido de la complejidad sicológica de sus personajes. Algo, en suma, más cercano al cine comercial de calidad. Con todo ello, Norte, el fin de la historia sigue conservando la impronta inconfundible del artista escéptico y pesimista que es Lav Diaz.
A los largos diálogos que en la cinta se vuelven confrontaciones morales e ideológicas, suceden momentos de lirismo intenso como esas secuencias oníricas que recrea una fotografía aérea y donde lo panorámico y grandioso tiene como punto de llegada el terreno de una íntima cotidianidad, ya sea el dolor de Joaquín en su reclusión perpetua, o la angustia de su esposa con sus hijos al borde de un acantilado, o la ira de Fabián, el enloquecido, con un síndrome de Amok o con toda su frustración convertida en impulso destructor.
Dueño de una lucidez muy atenta al devenir actual de los acontecimientos políticos y a la persistencia del mal en la ya diaria irracionalidad del terrorismo, el cineasta filipino ofrece en Norte, el fin de la historia la que bien podría ser su película más vigente y visionaria.
Vale la pena afrontar su larga duración y descubrir así la propuesta artística más estimulante de este Foro.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional a las 16 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil