Reformas imperdonables
as reformas del presidente Enrique Peña Nieto son imperdonables por ser impuestas a espaldas de los ciudadanos y porque no fueron pensadas para la felicidad de los mexicanos. Al contrario, lejos de ser reformas estructurales –como les llaman– son reformas que desestructuran alma y cuerpo de nuestra nación: vulneran la soberanía, autorizan el saqueo de recursos naturales y favorecen negocios del gran capital contra mejores oportunidades y calidad de vida para nosotros.
La reforma educativa es, sin embargo, la que ha encontrado mayor resistencia social, quizá porque sus infamias son más evidentes: despojar al magisterio de sus conquistas laborales, mandar a los maestros al outsourcing y entregar a la iniciativa privada el manejo de las escuelas, con la consecuente renuncia del Estado a un deber indeclinable.
La disputa por la educación es espacio privilegiado para evidenciar la lucha de clases en una sociedad, porque enfrenta dos o más cosmovisiones: las ideas acerca del individuo y ciudadano que se quiere lograr mediante la educación formal.
La clase capitalista propone una escuela que genere seres obedientes, individualistas, competitivos, productivos en sentido empresarial y, por tanto, de fácil inserción en el mercado. Es un proyecto escolar de socialización como explotación anticipada
. Es decir, la preparación temprana para la inserción en el sistema de producción y consumo capitalistas con un funcionamiento social y sicológico óptimos.
Para padres y maestros la escuela es el camino al crecimiento del individuo en sentido amplio y universal. Ellos sueñan –dicho esquemáticamente– con un hijo doctor o artista, mientras los capitalistas lo quieren obrero o asalariado.
Quienes pensamos que la sobrevivencia de la especie humana pasa por la superación del capitalismo vemos en la educación la oportunidad de formar seres pensantes, solidarios, creativos, capaces de reinventar su mundo.
La discutida reforma nunca tuvo proyecto educativo, aunque ahora (cuatro años después) Nuño quiera mostrar que sí. Negocios, sí. Se han despilfarrado recursos en grande: tablets (Chuayffet compró 700 mil), remozamiento de escuelas (461 millones de pesos que pagó Nuño), costosas evaluaciones inútiles, represión policiaca de maestros y sueldos insultantes para fraudulentos funcionarios del INEE y de la SEP. Todo por imponer una reforma sin ética ni contenidos pedagógicos, que cancela definitivamente los anhelos del pueblo y consolida la educación capitalista.