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Yucatán Cadenas cortas de distribución Sigismondo Lucidi El Hombre Sobre la Tierra http://elhombresobrelatierra.org
La mayoría de las organizaciones de la sociedad civil que desempeñan su labor en comunidades rurales de la península de Yucatán están preocupadas por alcanzar elevados niveles de producción de alimentos y/o de prendas de vestir para la venta afuera del contexto comunitario, sin tomar en consideración, ni investigar, las posibilidades que el mercado local ofrece y las modalidades con las cuales opera. En muy pocos casos estas organizaciones hacen un análisis del contexto local, tratando de evidenciar el panorama de necesidades, los recursos humanos y materiales presentes y los aspectos socio-culturales que se relacionan con los hábitos que cada población tiene. Por esta razón, El Hombre Sobre la Tierra (HST), con sus 20 años de experiencia en la región oriente del estado de Yucatán, ha ido construyendo su modelo de intervención con las comunidades que atiende, visitando una a una para ir estructurando una propuesta de un sistema productivo al mismo tiempo innovador y tradicional, porque involucra aspectos tecnológicos contemporáneo-sostenibles y los saberes tradicionales propios de la cultura maya. Dos de los sectores específicos en que la organización opera son el agropecuario orgánico y la elaboración de prendas de vestir. Para que el proceso de venta de excedentes en el mercado local reflejase el contexto en que está inserto, la organización ha trabajado en la capacitación de grupos de productores en la identificación participativa de los aspectos que determinan el mercado local (tipologías de clientes, precios, demanda del mercado y oferta actual, etcétera). Este trabajo es y ha sido un elemento fundamental para que la población atendida por El Hombre Sobre la Tierra se apropie de todo el proceso y desarrolle las habilidades para gestionar de manera autónoma la producción y la venta local. En el análisis del mercado local que hemos realizado, se evidencia la capacidad de producción para la comercialización que la región mencionada tiene, y hemos comprobado cómo sólo 30 por ciento de la población se dedica a una producción en mediana escala, factor que determina una dependencia muy marcada de las grandes cadenas de distribución, como las centrales de abasto de la ciudad de Mérida y de Oxkutzcab. En el sector agropecuario orgánico, nos hemos enfocado en aumentar los niveles de producción siempre teniendo presentes las cadenas cortas de distribución. Por esta razón, hemos analizado los distintos actores locales que pudieran entrar en esta cadena. En este marco de intervención se inserta el “Programa de distribución de alimentos orgánicos producidos localmente”, que hemos establecido desde hace dos años con las instituciones educativas de tiempo completo de la región. Este proceso prevé la transición para los niños de primarias y secundarias con horario de tiempo completo, de una alimentación basada en productos provenientes de las grandes cadenas de distribución, a alimentos que son cultivados, o criados, en el caso de la carne, por campesinos y campesinas de sus mismas comunidades. Para que el Programa tuviese carácter institucional, El Hombre Sobre la Tierra firmó una alianza estratégica con la Secretaría de Educación Pública, proporcionándole la información necesaria sobre la producción local de hortalizas, fruta, carne y huevo, con el fin de crear un circulo virtuoso, dando la posibilidad a estudiantes de consumir alimentos sanos provenientes de los productores locales. El proceso de negociación fue largo y complejo, debido sobre todo a los requisitos formales que se necesitan para la compra-venta de productos alimenticios por las escuelas. Finalmente se logró un acuerdo que previó que el comprobante de venta del director de las escuelas fuese sellado por la autoridad municipal, para darle un valor legal a la nota de adquisición de los productos. Paralelo a la coordinación del Programa de producción y distribución, El Hombre Sobre la Tierra se ha preocupado también de dar un acompañamiento a las madres de familias que se ocupan de la preparación de alimentos en las escuelas; les ha proporcionado un equipo de trabajo interdisciplinario que las ha capacitado en la preparación más adecuada y saludable de la comida para los niños y en el conocimiento de los valores nutricionales y de los hábitos de alimentación más adecuados para tener un estilo de vida saludable. De esta manera, no sólo se genera el doble beneficio, económico para las familias productoras, y de salud para las nuevas generaciones que mejoran su alimentación, sino también se fortalecen los lazos de confianza dentro de la comunidad y se recupera y reconstruye el tejido social fragmentado que caracteriza a la población maya contemporánea. Por medio de HST, las y los campesinos pudieron tener acceso a los medios de producción necesarios (infraestructura y equipos) y a las capacidades técnicas fundamentales para mejorar e incrementar su producción, y evitaron así ser condicionados por factores externos, como el clima, específicamente las dificultades determinadas por la temporada de sequía. De esta manera, varios de los productores han empezado a expender su comercialización a mercados próximos a sus comunidades y con mucho potencial, como es el caso de unas familias de productores que se dedican a vender en el pueblo de Pisté, caracterizado por su alto potencial de mercado, debido a la cercanía con el célebre sitio arqueológico de Chichen Itza. El cerdo criollo mexicano. Cabe mencionar que la superficie de suelo que la población maya puede destinar a actividades agropecuarias es exigua, debido a su característica de ser altamente pedregoso. En los tres años recientes, dentro de la estrategia de rescate y revalorización de especies vegetales y animales endémicas, HST ha destinado esfuerzos considerables a la cría del cerdo criollo mexicano. La raza de este cerdo, denominada científicamente sus scrofa, fue introducida en la península de Yucatán con la conquista española, y por mezcla de varios genotipos, impulsada por los antepasados mayas, se generó la variedad de cerdo criollo que, a lo largo de más de 300 años evolucionó formando genotipos particulares, entre estos se encuentra el cerdo criollo mexicano. Esas evoluciones le permitieron adaptarse más que otras razas a las condiciones endémicas de la zona. La cría de esta especie, desde su asentamiento, ha sido llevada a cabo de manera sencilla y sustentable para las familias mayas, con una alimentación basada de restos de comida, maíz y varias especies de plantas de la región. La población de esta especie ha disminuido drásticamente, hasta encontrarse en peligro de extinción; al tiempo que crece la población humana y la actividad económica de los pueblos rurales de Yucatán, ocurre la desaparición de un sistema de producción tradicional, y se fortalece la importación de especies finas para producir más en menor tiempo. Este proceso no es sostenible. La producción de cerdo criollo se considera amigable con el medio ambiente y sustentable, siendo una especie que usa eficientemente el agua y no contamina el manto freático, pues sus heces se depositan en seco y sirven para enriquecer el suelo. Esta especie no necesita vacunas, ni antibióticos; su alimentación es cuidada y su higiene controlada, por lo que el producto cárnico es ecológico y de calidad. Para permitir el bienestar del animal se necesita un espacio abierto de por lo menos una hectárea para diez animales. Vista su alta adaptabilidad al contexto peninsular, HST está coordinando la oportunidad de procesar carnes frías, para venderlas en los centros urbanos de la península de Yucatán (Valladolid, Cancún y Mérida). Actualmente la producción del cerdo criollo se comercializa a nivel comunitario. Cada semana se sacrifican hasta tres animales, y su carne se vende rápidamente por el elevado gusto de la población local por este producto. Todas estas acciones, que se adaptan al poder adquisitivo de las familias, rehabilitan un conjunto de costumbres que son parte de la cultura maya y reconstruyen un sistema económico equitativo, alternativo al sistema dominante. Respecto a la elaboración de prendas de vestir, la organización pudo evidenciar el potencial de esta actividad desde un principio, por medio de un análisis histórico. Hasta la década de los 60’s hubo una ingente presencia de talleres textiles familiares. A partir de 1970, la península, y en particular Yucatán, fue invadido por las maquiladoras textiles provenientes de Corea, que llegaron atraídas por los bajos costos de producción, sobre todo de la mano de obra. Tales empresas, con su tecnología avanzada y con sus ritmos de producción rápidos, propiciaron la desaparición de los pequeños talleres familiares e industrializaron el sector, obligando a las personas a emigrar en busca de trabajo a las mismas maquiladoras o a Estados Unidos. Después del 2000, el sistema industrial coreano establecido en la península, ha decaído y abandona Yucatán, abriendo otra vez la oportunidad a las pequeñas empresas familiares. Por esta razón, El Hombre Sobre la Tierra, rescató estas estructuras micro-empresariales y empezó un proceso de recuperación de este sector, capacitando grupos de mujeres y proporcionándoles, también en este caso, los medios de producción. Desde el 1994, la organización ha tenido un impacto en 250 mujeres, las cuales ahora se han apropiado del oficio del coser y parte de ellas han encontrado en esta actividad su salida laboral. Esta acción ha conducido a una disminución de la brecha de género presente en estas comunidades, empoderando a las mujeres, las cuales han ido construyendo un nuevo rol dentro de su familia y comunidad, identificándose como sujetos de derecho y participando de manera más activa en los procesos de toma de decisiones. Asimismo, se evidenció en otro elemento importante de la cultura yucateca, la hamaca, la posibilidad de restaurar las capacidades internas de desarrollo. El Hombre Sobre la Tierra observó que las nuevas generaciones ya no tienen el conocimiento en el urdido de hamaca y decidió impartir cursos para rehabilitar el mercado local y evitar la dependencia de vendedores foráneos. Fortalecer el contexto socio-económico interno de manera integral es el hito que El Hombre Sobre la Tierra en conjunto con la población maya rural quiere alcanzar, por medio establecimiento de un sistema autosuficiente e independiente, que pueda crear una alternativa sostenible al sistema actual dominante.
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