n el contexto de la Cumbre de Líderes de América del Norte que tuvo lugar ayer en Ottawa, Canadá, el primer ministro del país anfitrión, Justin Trudeau, y los presidentes de México, Enrique Peña Nieto, y de Estados Unidos, Barack Obama, coincidieron en destacar la necesidad de profundizar la relación económica trilateral y aumentar las facilidades para el comercio entre las naciones que desde 1994 integran el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
La expresión de tales propósitos se produce en un contexto adverso que es pertinente comentar. El primero de sus factores es la incertidumbre por el futuro de la presidencia estadunidense que habrá de renovarse en las elecciones de noviembre próximo, cuando existen posibilidades reales de que triunfe el virtual candidato republicano, Donald Trump. Debe recordarse que el magnate ha reiterado en meses recientes su intención de revisar, e incluso poner fin al TLCAN, propuesta que, así sea en el discurso xenofóbico y desorbitado de Trump, recoge el malestar real de los trabajadores estadunidenses por la pérdida de empleos y una acelerada precarización de la vida laboral.
Al mismo tiempo, en México el modelo económico implantado para ajustar las dinámicas internas del país a la globalización y la liberalización comercial enfrenta dificultades crecientes por su manifiesta incapacidad para aportar soluciones a los graves problemas nacionales. Los frutos más recientes de ese modelo, las reformas estructurales implantadas por la actual administración, lejos de constituir un alivio a los desequilibrios existentes han causado niveles de malestar social y disfuncionalidad institucional, que hoy se traducen en una innegable crisis en buena parte del territorio nacional, de lo cual el conflicto entre el gobierno y el magisterio disidente es un ejemplo que ha cobrado tintes trágicos.
A estas tensiones que se producen en el ámbito de los países miembros del TLCAN debe sumarse el resultado del referendo celebrado en Gran Bretaña el día 23, en el cual una mayoría de los ciudadanos se expresó en favor de abandonar la Unión Europea. Sin duda, la salida de la nación que representa hasta el momento su tercera mayor economía, significa un fuerte revés para el bloque comunitario, pero también, de manera más amplia, para la causa del libre comercio como paradigma de organización internacional.
A la vista de estos casos, es claro que a casi tres décadas del Consenso de Washington, el libre comercio ya no parece una idea tan buena como cuando fue impuesto por el sector dominante de la economía. En contraste con lo prometido entonces y ahora, se asiste en amplias zonas a una realidad de desastre social y humanitario que desmiente al libre comercio y la integración económica como la panacea que se había anunciado.