Opinión
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La letra y el capital con sangre entran
L

a ejemplar rebeldía de los maestros –ahora con el apoyo de considerables sectores populares y una tardía, pero creciente participación de académicos y estudiantes– es, sin duda, el factor central del conflicto social y político desatado por la pretensión de imponer por la fuerza una reforma educativa. Esta legítima, y para nosotros esperanzadora rebeldía, no es una sorpresa para los autores y ejecutores de la supuesta reforma educativa; la previeron e incluso su criminal estrategia fue provocarla, y preparar las acciones armadas para enfrentarla, y ahogarla a como diera lugar. El señor Claudio X. González, brazo operativo de la oligarquía mexicana que ha decidido hacerse del control de la educación nacional, lo advirtió públicamente y en varias ocasiones: Si no hay turbulencias, es un signo claro de que no estamos haciendo bien la cosas; y por todos los medios han presionado para que la reforma se implemente ¡ya!, sin contemplaciones ni excepciones, en todo el país.

Con miles de policías y el apoyo del Ejército se ha llegado ya al extremo de asesinar a mansalva a muchos inocentes. Ayotzinapa y Nochixtlán son sólo los casos más graves ¿Les parecerán suficientes estas turbulencias? La barbarie armada corresponde con la de los tecnócratas que están al servicio de esa oligarquía. Ejemplo paradigmático son las actitudes arrogantes y provocadoras, así como los conceptos de educación y cultura, del aspirante a la Presidencia y circunstancial secretario de Educación, Aurelio Nuño, quien declaró: No tengo tiempo para la cultura, y después de los asesinatos de Nochixtlán amenazó: La reforma educativa se va a profundizar. Este incalificable cerril desprecio a la cultura –y la ominosa ofensiva contra las culturas que no son museos y galerías para las clases altas– se manifiesta nítidamente en el plan expuesto por el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, en un artículo publicado en La Jornada (2/6/16): de lo que se trata es de acabar con el México del sur-sureste improductivo, atrasado, dedicado a actividades tradicionales (como la agricultura) que no aportan valor (¿qué comerá Videgaray?).

La incultura de estos funcionarios les impide percatarse de que están ante una invaluable realidad sociocultural de profundas raíces históricas, no un problema económico o, menos aún, policiaco. Repiten la anticientífica, inhumana e inculta doctrina que les enseñaron en el ITAM los maestros de la escuela de Chicago: la vida y los problemas de la sociedad se reducen al crecimiento, el empleo, la competitividad; y buscan aplicarla a como dé lugar (por supuesto para eso les pagan muy bien). Estos funcionarios son incapaces de oír palabras como dignidad, cooperación, generosidad, reciprocidad, valores desde los cuales los pueblos atrasados del sur-sureste, y otros muchos mexicanos, entienden y juzgan al mundo. Participan del desprecio y odio que las clases altas tienen a esa mitad de México que nos da identidad, y alimentan ese desprecio y odio. En este tenor han impulsado, con el apoyo de los poderosos medios comerciales y no pocos intelectuales, una campaña de propaganda digna de Goebbels, que pone el mundo al revés: ahora el gobierno priísta y los dirigentes del SNTE son los buenos y la CNTE (que a lo largo de 30 años ha dado ejemplo de una lucha heroica contra el corrupto PRI y sus charros del SNTE) un nido de delincuentes y criminales. Para ello no les importa mentir, calumniar, amenazar y encarcelar ilegalmente. El señor Claudio X. González se ha referido a los maestros de la CNTE como minoría de delincuentes, mafia, monstruo, delincuentes con permiso y criminales, y los ha acusado de salvajismo y de constituir un cártel.

Esta campaña también ha alimentado una de las peores vergüenzas de este país: el racismo. Véase un extracto de las abominables reacciones de los lectores del periódico Reforma ante noticias sobre la CNTE difundidas por ese periódico: ¿No sería tiempo de desempolvar las tanquetas de agua que compró Calderón? Aparte de que buen favor les harían a estos indios piojosos dándoles un baño; Yo no les veo ni cara ni facha de maestros. Más bien parecen indígenas alquilados para venir a armar desmanes al DF; Urge guardar en el bote a este indio balagardo (sic, se refieren a Rubén Núñez)... Hay mucho de donde hacerlo. Si guardaron a la maestra no me digan que no pueden con este indio oaxaco; Puro indio delincuente que debe estar en la cárcel; Buen ejemplo con el hombre de Java en la fotografía (se refieren a un maestro). Ya ven, no son tan malos maestros: enseñan la teoría de la evolución, y cómo algunos ejemplares del pleistoceno de hecho sobrevivieron como especie y llegaron al siglo XXI; Ojalá se mueran todos, país de indios ignorantes; ¡Apestan a mierda! Parásitos ¡Ojalá los desaparezca la sociedad civil! ¡Vividores! ¡Hernán Cortez (sic) debió aniquilar a esta escoria!; Mátenlos! Maldita gente asquerosa que sólo sabe hacer desmanes... Necesitan su 2 de octubre esos malditos maestros! (Ya les hicieron caso, la criminal represión del pasado 20 de junio nos recuerda justamente el 10 de junio de 1971 y al 2 de octubre de 1968.)

De lo que se trata es de imponer una reforma educativa tecnocrática, inculta, imponer un régimen laboral que anula conquistas básicas irrenunciables, como la contratación y representación colectiva y la huelga, de constreñir derechos básicos, como la manifestación pública. El fin último lo explica cínicamente Videgaray: se trata de “generar certidumbre a la inversión… proveerle con toda la infraestructura económica (tangible e intangible), social y urbana para que sean atractivas tanto para las empresas, como para la gente, además de incentivos fiscales, laborales y aduaneros”. Se trata, como dictan el Banco Mundial y la OCDE, de hacer del sur-sureste del país una zona económica especial, o varias, donde las culturas atrasadas no sean sino el escenario fol­clórico, domado, con luz y sonido… y muchas utilidades.