Recuerdos XXX
cumplir se ha dicho…
Los puntos sobre las íes, capítulo XXIX, tuvieron sus puntos finales al referirme a mi primera inolvidable comparecencia
a una corrida en la hermosa Monumental de las Ventas del Espíritu Santo, en la capital española, y dejé pendiente –gracias al tirano ese llamado espacio– una impresión que me puso (y me dejó) los ojos cuadrados.
Vaya que sí.
Los cinco primeros astados se las traían en cuanto a su guasa
, que era para dar y prestar, enviando recados
a más y mejor.
El tercero era imponente, todo un ejemplar, con peso y trapío para impresionar a propios y extraños y, tras los capotazos de rigor del matador en turno y de la peonería, la hora de banderillear fue más bien la hora de aventar y poner tierra de por medio a exceso de velocidad
.
Yo había preguntado quién era su presunto matador, ya que me había llamado la atención su porte de torero caro, así como lo regio de su traje de luces –blanco y plata– y recuerdo que Fernández Román, textualmente me contestó: Es un torero de media tabla para abajo y se llama Manuel Caballero
, y vaya con el caballero que sudó lo suyo para deshacerse de aquel costal de mañas.
Y en ese su segundo chance pensé que sucedería otro tanto, pero fue todo lo contrario.
Con estupendos severos muletazos de castigo se hizo de la fiera y, sin quitarle el engaño, la fue metiendo y dándose cuenta que de establecer un intermedio en su quehacer lo pagaría muy caro, cual maestro de muy altos vuelos, cuajó una faena de gran señor de los ruedos con un público que no cesaba de aplaudirle y jalearle, y cuando pensaba que, de despachar al cornúpeta con severa estocada saldría en hombros por la puerta grande, desgraciadamente pichó en lo duro, pero, eso sí, entrando en derechura y al acertar al segundo intento la plaza era un hervidero de pañuelos blancos. Al serle concedida sólo una oreja las protestas fueron más que ruidosas, pero el señor presidente se mantuvo en lo suyo, para que el señor Caballero recorriera la arena en son de triunfo.
¡Qué torero más hecho, más cuajado y más poderoso! Y no pude contenerme y le dije a Fernando: ¿Conque de media tabla para abajo, no? Será más bien de media tabla para muy arriba y muy en alto
.
Amén, corroboró Gayou.
* * *
Una vez que recogí los dos sobres debidamente rotulados, cerrados y lacrados pregunté a don Aurelio por la fecha de regreso y me respondió que preguntaría por fecha y horario y que, eso sí, ya no volaríamos por Lufthansa, sino por Aeroméxico. En tanto, dadas las conexiones futbolísticas internacionales de don Gabino (en aquellos años importante directivo de los Pumas de la UNAM), consiguió cuatro boletos para el partido de esa noche en el estadio Santiago Bernabéu, que me impacto casi igual que la plaza Monumental de Las Ventas.
Y, ¿qué escribir acerca de aquella entusiasta muchedumbre?
Se respiraba y nos contagiaba el entusiasmo de aquellos fanáticos, que me daban la impresión de únicamente vivir para apoyar a su equipo y, además, lo bien cuidado de los accesos y de las localidades y, sobre todo, lo reluciente del pasto de la cancha.
No recuerdo qué equipo era el rival del Real Madrid, porque estaba yo envuelto en la vorágine de aquellos madrileños, cuyas exclamaciones de júbilo en algunas afortunadas jugadas se antojaban más bien éxtasis colectivos.
En una de esas, el conjunto de casa anotó un gol y, Dios mío, la gente no festejaba, sino que rugía y nuestros vecinos de escalón abajo
me parecían ser los más ruidosos de todos.
Y vino el intermedio
.
De pronto los ocupantes de las localidades de abajo, no pude explicarme de dónde extrajeron
una cesta de día de campo, extendieron un pequeño mantel y una o dos botas de vino, pan y jamón serrano y uno que otro chorizo, en verdadero banquete. Dos de aquellos comensales
se voltearon y nos dijeron: Los hemos escuchado y nos damos cuenta que son ustedes mexicanos, así que, a compartir con nosotros
.
Y vaya que compartimos.
Ni las migajas dejamos…
El encuentro concluyó con marcador 2-0 y nos despedimos de nuestros estupendos anfitriones
Continuará...
(AAB)