Opinión
Ver día anteriorSábado 18 de junio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Admiración por el Archivo General de la Nación
N

o tengo mala perspectiva del Archivo General de la Nación (AGN). Empecé a frecuentarlo cuando se hallaba en la planta baja de Palacio Nacional y era regenteado por Ignacio Rubio Mañé, quien supervisaba todo lo que se leía y no dejaba leer a otros lo que a él le daba la gana.

Por fortuna no lo necesité para mi tesis doctoral, pero cuando me reintegré a Guadalajara y me interné en otro tema hice varios viajes sabatinos a la Ciudad de México, que resultaron inútiles porque el señor había congelado en su escritorio el material que yo requería… Sólo gracias a una combinación de seducción y soborno pude conseguir que una de sus canchanchanas me los prestara sin que don Ignacio se diera cuenta, y hasta los tuve una semana en Guadalajara para transcribirlos con toda comodidad.

Recuerdo muy bien la gran mejoría cuando el repositorio documental más importante de nuestro país pasó a la calle Tacuba y luego, bajo la sabia dirección de Alejandra Moreno Toscano y la aquiescencia y el patrocinio de Jesús Reyes Heroles, todo aquello emigró al Palacio Negro de Lecumberri.

A pesar de los pésimos antecedentes del edificio, la consulta de los documentos se pudo hacer ahí con mayor libertad, comodidad y, sobre todo, orden. Mi asiduidad ha menguado con los años, pero con el privilegio de tener ayudantes que viajaran a la capital por mí, he seguido los pasos de la institución: los altos con Leonor Ortiz Monasterio y los bajos con otras personas que nada tenían que hacer en su dirección.

El arribo de la doctora Mercedes de Vega resultó sumamente alentador. Su dedicación y su eficiencia destacó sobremanera en el Archivo Histórico Diplomático Genaro Estrada, de la Secretaría de Relaciones Exteriores, cuya importancia es menor, pero no canta mal las rancheras.

Las ventajas de la gestión de Mercedes saltan ya a la vista, pero lo que está a punto de concluirse no tendrá parangón en la historia de los archivos mexicanos. Acabo de tener la oportunidad de visitar la casa para darme cuenta de las novedades que ya se consiguieron y, sobre todo, de lo que está a punto de concluirse: áreas para guardar con máxima seguridad (verdadera) los documentos, talleres impecables con lo más moderno para su limpieza, restauración, encuadernación y reproducción.

No se piensa ya solamente en materiales de papel (fotografías, mapas y los clásicos legajos), sino también en todo aquello que ha surgido desde que la humanidad se soltó el pelo en materia cibernética, computacional o como quiera llamársele.

Dicho de otra manera, nuestro AGN no se ha abocado únicamente al pasado, sino también al futuro. Si no se produce ningún tropezón, este sexenio terminará legándonos una institución de primera categoría, en la cual trabajará (ello también se ha venido preparando) personal muy bien entrenado y calificado.

He de confesar que, mientras realizaba la última visita, una envidia de la peor ralea me corroyó las entrañas al pensar en el Archivo Histórico de Jalisco, y no digamos en otros que se hallan aun en peores condiciones.

Afortunadamente la ilusión de que, a partir del AGN, se puedan realizar mejoras en todo el país y que, de una manera o de otra, todos los mexicanos saldremos beneficiados, resultó ser una excelente terapia para contrarrestar las fuertes agruras.