18 de junio de 2016     Número 105

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Veredas para transitar a una vida digna.

Retos para las transiciones agroecológicas en México

Narciso Barrera Bassols UAQ

El 21 de mayo pasado, en la comunidad ñöñho de Amealco, en Querétaro, se realizó el Encuentro de Experiencias Agroecológicas y Resistencias Territoriales, en el marco del cierre de las actividades del Primer Diplomado Internacional Agroecología para la Sustentabilidad y del Seminario Permanente Culturas y Sustentabilidades, en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).

Asistieron integrantes del taller de capacitación comunitaria del Centro de Asesoría y Capacitación para el Desarrollo Comunitario “Ricardo Pozas Arciniega”, estudiantes y profesores del Instituto Intercultural Ñöñhó de San Ildefonso, estudiantes de la Licenciatura en Desarrollo Humano para la Sustentabilidad y de la Licenciatura en Desarrollo Local de la UAQ, así como invitados de diversas latitudes. Las ideas y argumentos se deshilvanaron en una mesa moderada por Víctor Toledo Manzur para congeniar las palabras de Genaro Vásquez (ayuuk o mixe), Bertha Pech (maya), Sandra López (ñöñho), Heriberto Rodríguez (purhépecha), Edmundo Rioja (nahua) y Manuel Espinoza (mestizo), en torno a la Vida Digna y a los retos para las transiciones agroecológicas.

En el encuentro, se reconoció que un creciente número de pueblos, comunidades y organizaciones sociales en el campo y en la ciudad, así como colectivos y personas, estamos preocupados por los embates que acechan hoy a nuestros territorios de vida: cuerpo, familia, barrio, colonia, ejido, región y país, y nos encontramos en una búsqueda colectiva, reflexiva y activa, para hacer frente al despojo, al extractivismo, a la violencia y a la criminalización de nuestras justas y dignas demandas.

Se analizó también que existe un gran dilema entre lo agroindustrial y lo agroecológico y campesino. Se trata de dos formas de vivir y concebir la vida: una, representada por el modelo moderno que busca imponerse mediante mecanismos hegemónicos, y la otra, que se ubica como alternativa y que se nutre tanto de la tradición como de una manera diferente de mirar al mundo. El modelo moderno destruye los tejidos sociales y familiares y los equilibrios con la naturaleza y con el territorio. La segunda es una contracorriente, sentida por un número cada vez mayor y de diferentes sectores sociales que perciben el cuestionamiento y el cambio como una necesidad emergente y urgente.

Los asistentes coincidimos en que frente a este dilema nos urge reconectarnos con el pasado para entender nuestro presente y construir otros futuros, otros mundos posibles. Esto permitiría dialogar entre nosotros y los otros, construyendo un nuevo nosotros.

En un mundo fragmentado como vía de expansión de la acumulación de unos cuantos, la ciudad se separó del campo, la ciencia de los otros sistemas de conocimiento, la producción del consumo, la cultura de la naturaleza y el hombre de la mujer. Todo ello con la pretendida y maniquea idea de la supuesta superioridad del mundo moderno frente a lo llamado tradicional. Así, lenta pero violentamente, se construyó un mundo desigual e injusto en donde el grueso de la experiencia humana se desperdicia, obedeciendo el mandato de esa supuesta superioridad. Injusticias cognitivas e inmensas incompletudes producidas por ese pensamiento abismal. Un monólogo que eleva lo privado frente a lo común, al individuo frente a la persona. Ceguera y sordera producida por ese monólogo.

Por ello, el diálogo de saberes constituye hoy una robusta herramienta ideológica, conceptual, pedagógica y política para delinear los nuevos senderos. La crisis de largo aliento que nuestros pueblos, comunidades, barrios y colectivos han padecido, dejando una perversa huella en nuestros tejidos sociales, impone el reto de un inmenso esfuerzo para reinventarnos a la luz de este nuevo embate.

Una fortaleza que emana de nuestros ancestros es nuestro mundo espiritual, vínculo que nos ayuda a tejer pertenencia y apropiación del territorio. Estas fuertes conexiones con la Madre Tierra, sin duda, resultan un poderoso instrumento contra el despojo del pensamiento y acción extractivista. Hoy, esa profunda espiritualidad que nos arraiga colectivamente se expresa en nuestros movimientos reivindicativos por la vida y frente a los proyectos de muerte, puesto que nos posiciona desde nuestros terruños hacia el resto de los otros mundos en un planeta agonizante.

Comunalizarnos como un transitar hacia la vida digna o redignificarnos para la continuidad de ésta; ese es el rumbo que nos proponemos en común-unidad. Ello porque reconocemos que no existe persona sin comunidad y que no existe territorio sin esa unidad de convivencia en reciprocidad. Volver a sembrar resulta la vía para recuperarnos, para recuperar nuestros territorios, nuestra identidad y nuestros cuerpos-corazones. Esto es lo que entendemos por comunalidad. Sin embargo, reconocemos que existen otros sujetos políticos que, aunque no campesinos o indígenas, sí comparten la unidad de lo común: la reproducción de la vida misma.

Nuestra palabra se conjugó al mismo tiempo en que miles o millones de personas salieron a la calle en todo el planeta para conjurar el mundo perverso que construye Monsanto. Y por ello queremos recordarles que la Agroecología es vida cotidiana, movimiento social y disciplina científica emanada e innovada desde nuestros saberes ancestrales.


No sólo amor a las plantas,
también compromiso con
los ecosistemas y su gente

María Alejandra Olvera Carvajal Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, Instituto Politécnico Nacional

El territorio mexicano está sembrado de flores y cobijado por la hojarasca. Hay varias estimaciones sobre el número de especies vegetales que crecen en nuestro país; una de las más recientes afirma que suman 23 mil 424, sin incluir a las plantas introducidas y las naturalizadas, que alcanzan una cifra de 618 (Villaseñor, 2004). Estas cifras, aunadas a las de otros organismos, hacen de México un país megadiverso. Sin embargo, la existencia de otras especies, su papel en los ecosistemas y sus usos no podrán ser conocidos a cabalidad, ya que la tasa de destrucción de los ecosistemas es avasalladora.

El trabajo de los taxónomos, que son los científicos encargados de describir y nombrar a las especies, cobra un significado profundo, pues en el caso de la biología, la especie es la llave que abre el mundo de la información sobre lo ya conocido y lo que falta por conocer acerca de los organismos; es el idioma común que permite la comunicación entre personas de todo el mundo. En el universo de la botánica puede mencionarse a muchos hombres y mujeres que han dedicado sus vidas al conocimiento de las especies y de los ecosistemas, pero pocos han inspirado a varias generaciones de biólogos y botánicos de la forma en que lo ha hecho el doctor Jerzy Rzedowski Rotten.

Rzedowski llegó a México en 1946, procedente de Polonia. Fue en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) donde se formó como biólogo y donde conoció a su compañera de vida y de andares, la maestra Graciela Calderón. Se incorporó a la planta de maestros de esta Escuela y se dedicó a la enseñanza de la botánica y, tal vez sin proponérselo, a la formación de muchos científicos mexicanos. Es aquí donde Rzedowski coordinó, junto con la maestra Graciela, una de las obras más consultadas por los botánicos mexicanos: Flora fanerogámica del Valle de México; este trabajo es prioritario para el país, ya que aun en estos días sigue siendo necesario contar con un inventario detallado y de calidad que describa la flora nacional.

El doctor Rzedowski realizaba tareas no para el momento, sino para el futuro, y es así como comenzó a trabajar la serie de fascículos Flora del Bajío y regiones adyacentes, ésta dentro del Instituto Nacional de Ecología (Inecol), en donde a partir de ese proyecto se creó el Centro Regional del Bajío, con sede en Pátzcuaro, Michoacán. Desde su nacimiento, el Centro se convirtió en un referente nacional, ya que Rzedowski y su equipo realizaron una ardua labor, publicando continuamente los fascículos que describen las familias botánicas de la región, además de otros trabajos. Rzedowski también fundó la revista Acta Botánica Mexicana, desde donde se han publicado cientos de investigaciones científicas sobre plantas.

Es así como durante años el trabajo del doctor Rzedowski ha enriquecido enormemente el conocimiento y la comprensión que se tiene sobre México. Sin embargo, en nuestro país y en el mundo, la ciencia (y los científicos comprometidos) atraviesan severos problemas, ya que el sistema capitalista ha penetrado en todos los ámbitos, incluso poniendo el conocimiento al servicio de las grandes empresas e intereses y tirando por la borda cualquier acercamiento con la sociedad. Muchas instituciones que fueron formadas con una plena vocación social han sido desmanteladas poco a poco, ya que sus directores o responsables son puestos por autoridades gubernamentales que desconocen el quehacer científico.

El Centro Regional del Bajío, con su gran herencia de taxónomos comprometidos, se tambalea en la actualidad. El equipo del doctor Rzedowski, que durante años ha tenido una gran productividad, fue despedido u obligado a renunciar. Víctor Werner Steinmann, Sergio Zamudio Ruíz, Eduardo Ruíz Sánchez, Rosa María Murillo Martínez y Eleazar Carranza González, investigadores del Centro, quedaron fuera del Instituto, y en respuesta a estas acciones, el doctor Rzedowski, quien luego de jubilarse aún mantenía un activo lazo con el Inecol, debido a su trabajo como editor en jefe de Acta Botánica Mexicana, ha decidido dejar su cargo.

Así, el núcleo académico de dicho Centro, consolidado durante casi 30 años, ha sido eliminado; esta decisión tendrá fuertes repercusiones negativas tanto en el desarrollo de la institución como en el avance de la Flora del Bajío, y en general, en el conocimiento de la biodiversidad mexicana. Aniquilar el trabajo de los botánicos y de la ciencia biológica comprometida erosiona la posibilidad de generar conocimiento de utilidad para generar estrategias de conservación de la biodiversidad en las comunidades indígenas y campesinas.

Estas palabras se suman a la exigencia que han enarbolado agrupaciones académicas como la Sociedad Botánica de México, o investigadores de prestigio internacional como Víctor Manuel Toledo o Arturo Gómez Pompa, para que se esclarezca lo que está ocurriendo actualmente en el Inecol y se reinstale a los investigadores agraviados por este tipo de decisiones tomadas de manera vertical. Acciones que ocurren actualmente en muchas instituciones públicas, sobre todo cuando la ciencia sirve para beneficiar a los grandes capitales, o cuando el trabajo comprometido con el pueblo y las luchas sociales y ambientales se enfrentan directamente con intereses políticos y económicos.

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