El rey Tutankamón fue enterrado con una daga hecha con material proveniente de un meteorito, según un nuevo documento.

Los antiguos egipcios que la fabricaron probablemente sabían que el material con el que trabajaban vino del cielo, indicaron los investigadores.

Durante años, los eruditos han especulado si los antiguos egipcios trabajaban con hierro meteorítico, pues la existencia de hierro fundido era poco conocida. Por falta de análisis detallado ha sido difícil determinar qué materiales emplearon.

Sin embargo, las nuevas investigaciones utilizaron tecnologías recientes para mostrar que la hoja es meteorítica.

También muestran que, al parecer, los egipcios atribuían gran valor a esos metales y que eran diestros para crear con ellos objetos como cuchillos, sostienen los científicos en un artículo publicado en la revista Meteoritics and Planetary Science.

El estudio podría incluso explicar un misterioso término jeroglífico que se traduce como hierro del cielo, el cual comenzó a usarse alrededor del siglo 13 aC. Se empleaba para describir todo tipo de hierro, pero su uso data más o menos de la misma época de un texto que parece describir un meteorito.

Hierro-níquel-cobalto

Lo anterior parece sugerir que los antiguos egipcios estaban conscientes de que esos trozos de hierro llegaron a ellos desde el cielo, lo cual significaría que su conocimiento se anticipó 2 mil años al de la cultura occidental.

La investigación usó espectrometría de fluorescencia de rayos X para tomar una fotografía del material empleado en la daga de Tutankamón. Descubrió que la combinación de hierro, níquel y cobalto era la misma de otros meteoritos, lo cual constituye un fuerte indicio de su procedencia.

Puesto que los dos únicos objetos valiosos de hierro del antiguo Egipto analizados con precisión hasta ahora son de origen meteorítico, planteamos que los antiguos egipcios atribuían gran valor al hierro me-teorítico para la producción de objetos ornamentales o ceremoniales lujosos, concluyeron los investigadores.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya