nrique Peña Nieto aseguró hace unos meses que la corrupción es inherente a la naturaleza humana; es decir, que todos somos corruptos. En su momento mostramos que, una vez más, Peña mentía: la corrupción no es parte de la condición
humana; ni de la naturaleza de los políticos, ni siquiera, de los presidentes de México.
La empedrada sintaxis del discurso sugiere que Peña expresaba su posición personal, no la que pulen sus asesores. Refuerzo esta impresión cuando recuerdo su reacción frente al impecable reportaje del equipo de investigación de Carmen Aristegui sobre la llamada Casa Blanca: el 18 de noviembre de 2014, visiblemente irritado, Peña estalló contra quienes difundían falsedades que no tienen sustento alguno
. A muchos que escuchamos la explicación que dieron Peña Nieto y horas después su esposa, Angélica Rivera, nos pareció inverosímil. Lo que entendimos fue que para el Presidente, recibir regalos (porque como eso lo entendimos muchos, como un regalo millonarios de poderosos intereses privados no es ilegal, ni ilegítimo, ni contrario a la ética.
Esa cultura política priísta, magistralmente retratada por Pablo González Casanova desde 1963 (La democracia en México), que Peña Nieto resumió en aquel discurso, es contagiosa. Hace 15 días que el PAN y el PRD haciendo suyo el estilo priísta y sumados al PRI, acabaran con una transición a la democracia que parecía posible en la breve primavera de 1997-2003. Nada, o casi nada, queda hoy de aquel PAN de Luis H. Álvarez, Pablo Emilio Madero y Manuel J. Clouthier, que llamaban con el ejemplo a la regeneración de México. Nada –o no ahí– queda del entusiasmo con que se fundó el PRD en 1989 (y para muestras: Ángel Aguirre, Graco Ramírez, Miguel Ángel Mancera: gobernantes priístas). Por eso, la mayoría de los cuadros fundadores del PRD (entre ellos quienes gobernaron desde la izquierda y con sentido social la ciudad de México, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador) han renunciado a ese partido, denunciándolo como el cascarón de una estructura corporativa puesta al servicio del régimen neoliberal.
Y esto nos trae hoy a las campañas electorales, donde campea el oportunismo ramplón del nuevo PAN y el nuevo PRD. El PRI es el mismo y postula a políticos salidos de las catacumbas del régimen, varios de ellos dueños de fortunas inexplicables, garantes de la impunidad de sus predecesores e impulsores de las políticas entreguistas del actual gobierno federal. Eso ya lo sabíamos: así es el PRI. Pero, al revisar la lista de los candidatos del PAN y el PRD, es cuando uno puede quedarse helado: son iguales que los priístas.
Y si hay un parámetro, un tema que lastima particularmente a la sociedad mexicana, es el de esa corrupción que, para Peña y su escudero Virgilio Andrade, es inherente a la naturaleza humana. Y si bien la corrupción en sí es difícil de probar, la fortuna visible de un hombre público, sin justificación ni correlación con sus salarios e ingresos, sí se puede mostrar. Y hay en ese aspecto algunos casos ejemplares.
Los periódicos locales han exhibido los bienes inmuebles de Francisco García Cabeza de Vaca (PAN-Tamaulipas), y su total falta de relación con lo que el hoy candidato ha ganado, según sus declaraciones (un ejemplo entre muchos). Antonio Gali (PAN-Puebla) posee una fortuna de 116 millones de pesos amasada a la sombra del gobierno de Rafael Moreno Valle, basada en antros y otros giros similares. De José Guadarrama (PRD-Hidalgo) se decía hace años que tenía una ficha sin desperdicio
que ha crecido. A Rafael Flores Mendoza (PAN y PRD-Zacatecas) lo han acusado de desvío de recursos; de José Antonio Estefan (PRD y PAN-Oaxaca) han exhibido cuentas millonarias en Texas…
Por supuesto, la joya de la corona es Miguel Ángel Yunes Linares, no sólo porque lo postulan ambos partidos, sino porque su trayectoria va más allá de la fortuna mal habida a la que cada semana se le agrega un nuevo filón: muestra (como en el caso de Guadarrama) la represión y la violencia; exhibe (como en el caso de Cabeza de Vaca) vínculos con el crimen organizado (en el caso de Yunes, la trata de menores).
¡Guerra sucia!, claman desde el PAN y el PRD, aunque esa guerra es sobre todo entre iguales: Yunes contra Yunes, García Cabeza de Vaca contra Baltazar Hinojosa, Gali contra Blanca Alcalá… aunque recientemente, temiendo la victoria de Morena en Veracruz, de las catacumbas de la política aparecieron legiones de bots en Twitter, calumnias, mentiras descaradas, fotomontajes y videos mal editados, con el vano afán de desprestigiar al profesor Cuitláhuac García. De ese tamaño es su miedo.
Por fortuna, esta vez hay alternativas.
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