21 de mayo de 2016     Número 104

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Los talleres del arte

Eduardo, Heraclio, Melecio, Silvia, que no pinta pero escribe, y algún otro saltimbanqui forman el grupo de creación multidisciplinaria, enrolada y callejera que se llama Mira. Invitado por Silvia, los visito en su caótico cuartel para ver si los engancho a la revista de historietas Snif que codirijo. No nos ponemos de acuerdo pero sí nos emborrachamos. Entre tragos de tequila, Melecio me muestra su cuaderno de minuciosos, grotescos y aterradores bocetos y en contraste los limpios y mágicos cartones del comic que está haciendo y cuya protagonista es su hija Amaranta. La narración tiene globos pero no textos pues, me dice, aún no se siente literariamente seguro de poder redactarlos. Para remediarlo, está leyendo a Thomas Mann. Nunca terminó la historieta. Meses después murió de mala manera. Así era Melecio Galván. Así eran los colectivos que en los 70’s del pasado siglo inventaban una nueva forma de hacer arte y de ponerlo entre la gente. Conservo aún, muy usada, una camiseta estampada con alguno de los terribles dibujos de Melecio. No es obra única, no está firmada y no pienso exhibirla… sus artefactos no eran para eso.

Llevada a su extremo por los románticos, la idea renacentista del arte como obra individual, resultado de la inspiración y sin otro compromiso que la belleza, produjo grandes creadores y piezas maestras pero ignoró a los colectivos artísticos, soslayó que la creación estética también es trabajo y rechazó la posibilidad del arte útil. Esto último en dos sentidos: ir dirigido a la satisfacción de requerimientos prácticos o estar vinculado a una causa extra artística.


Papel tapiz. William Morris

Otro de los saldos del individualismo creativo es la radical separación entre arte y artesanía, pues se dice que las artesanías son repetitivas y rutinarias mientras que el gran arte debe ser por sobre todo único y original.

En la esfera del disfrute, esto se asocia con la privatización de las obras, pues sólo tiene sentido adueñarse de un objeto artístico si éste no tiene par y está firmado, lo que le da valor simbólico y a la vez económico.

Y se asocia también con el espíritu de los museos convencionales, recintos donde se conservan y exhiben piezas cuya importancia radica no sólo en lo que transmiten o comunican, sino en el aura que les da el ser únicas. De ahí la solemnidad y el recogimiento con que se concurre a estos templos.

Por último, genera perversiones como el negocio de las falsificaciones, la obsesiva persecución de los plagios y el desprestigio de quien crea “al modo de…”, aunque firme con su propio nombre.

Recuperando el espíritu de los talleres medievales, en los 70’s del siglo XIX el inglés William Morris y el colectivo que ha formado producen, entre otras cosas, muebles, vitrales, telas estampadas, papel tapiz, tipos móviles para imprimir y libros artesanales… Estudiante de arquitectura en Oxford, Morris aprende también pintura y junto con el prerrafaelista Edward Burne-Jones funda un colectivo de artes y oficios llamado La Firma, que pretende hacer de la Casa Roja, donde trabajan, un “palacio del arte sobre la tierra”. La Firma revoluciona el diseño pero sobre todo impulsa el trabajo creativo grupal y replantea la relación ar te-artesanía. También revalora la dimensión técnica pues como fabricantes de muebles y tapices y como editores de libros empleaban herramientas y máquinas de modo creativo.


Melecio Galván

La ciencia del siglo XIX era un accesorio del sistema mercantil –escribe Morris en Noticias de ninguna parte, libro en donde expone su utopía–. A pesar de todas las apariencias era tímida y limitada porque no creía en si misma […] Toda la pericia del siglo XIX se empleaba en la fabricación de máquinas, maravillas de inventiva, de habilidad y de paciencia, utilizadas para la producción desmesurada de objetos inútiles y despreciables, únicamente medios de enriquecerse […]

Las máquinas de la codicia envilecen al productor y al consumidor, pero es posible reconciliarse con la tecnología empleándola de manera creativa, de manera artística; confeccionando con ella objetos útiles y a la vez bellos, como La Firma lo hacía en su taller de carpintería y en su imprenta. El arte es trabajo y el trabajo puede ser creativo como el arte, pensaba el inglés, quien en El arte bajo la plutocracia escribió: “El arte es la expresión humana de la alegría en el trabajo”.


Mujer desnuda reclinada, grabado sobre madera, 1905. Ernst Ludwig Kirchner

Incómodo con el hecho de que quienes podían comprar los estampados, tapices y muebles de La Firma eran los ricos, y consciente de que la tarea de humanizar los objetos y la vida misma es política, el artista y promotor cultural se transforma en activista. Miembro de la Federación Social-Demócrata y desde 1864 impulsor de la Liga Socialista auspiciada por Federico Engels, Morris es además editor del semanario obrero Commonweal. Hoy seguramente nos alegrará saber que también tenía espíritu ambientalista. En Noticias de ninguna parte dice de uno de sus personajes: “Sentía un infinito amor por la tierra… Por la vida de la tierra y sus relaciones con el hombre”.

Difundidas por la revista de arte The Studio, las ideas rectoras de La Firma inspiraron quizá iniciativas como la de cinco estudiantes de arquitectura que en 1905 fundaron en Dresde, Alemania, el colectivo Die Brücke, El Puente, que toma su nombre de una frase de Federico Nietzsche en Así hablaba Zaratustra: “La grandeza del hombre está en que es un puente sin fin”. Enemigo de la academia pero abierto a todos los estilos, dice en su entusiasta declaración de principios: “Nosotros llamamos a la juventud a reunirse. Y como la juventud es la portadora del futuro, nosotros pretendemos crear para nuestra propia libertad de movimiento y de vida, contra las atrincheradas fuerzas de lo viejo. Todo nos pertenece”.


Woman whit dead child, litografía, 1903.
Kathe Kollwitz

El Puente es una colonia de artistas y a la vez una sociedad para producir y exhibir obra que se orienta principalmente a las técnicas de multicopiado como grabado en madera. Pero su aporte mayor es en la litografía, donde recuperan el lado creativo del proceso técnico que con la aparición de talleres especializados se había perdido.

Durante el siglo XIX el artista dibujaba con lápiz graso en la piedra y dejaba el resto al litógrafo, en cambio Erich Heckel y Ernst Ludwig Kirchner, de El Puente, hacen por sí mismos todo el proceso con los recursos de sus talleres, de modo que el dibujo es sólo el primer paso en la laboriosa construcción de la imagen. Esto, además de aprovechar las piedras al máximo pues eran y son muy caras. De esa escuela viene la extraordinaria dibujante grabadora y litógrafa Kathe Kollwitz, de cuyos sucesivos pasos creativos hay algunas constancias.

Desde 1911 El Puente traslada su sede a Berlín y desde 1919 la revista Die Sturm, La Voluntad, difunde muchos de sus trabajos, que de esta manera multiplican su presencia aún más allá de las largas tiradas litográficas.

Por los mismos años aparecen colectivos alemanes semejantes como Der Blaue Reiter, en Munich. Pero sin duda el más influyente Art Workshop de la época es la Bauhaus, neologismo que por inversión de hausbau: construir una casa, significa Casa de Construcción. Fundada en 1919, la Bauhaus se establece primero en Weimar y desde 1925 en Dessau. Su animador inicial, el arquitecto Walter Gropius, también escribe su esclarecedora y visionaria declaración programática.


La sixième partie du monde, 1926. Alexandre Rodtchenko

Arquitectos, escultores, pintores tenemos que volver todos a las artesanías… ¡Creemos un nuevo gremio de artesanos sin distinciones de clase que levanten una arrogante barrera entre el artesano y el artista! Permitámonos desear, concebir y crear juntos la nueva estructura del futuro que deberá agrupar arquitectura, escultura y pintura. Unidad que un día se alzará al cielo desde las manos de millones de trabajadores, como símbolo de cristal de un nuevo credo.

Vocación artesanal que explica el que en 1925 la Bauhaus haya sustituido su prensa automática, por un equipo viejo de impresión manual y tipos móviles que les permite controlar el proceso.

Animado después por Mies van der Rohe y Hannes Meyer, el colectivo tiene que abandonar Alemania por el ascenso del fascismo, pero continúa laborando en el exilio pues en 1938 crea una nueva Bauhaus en Chicago.

A caballo entre Rusia y Alemania, Vasily Kandinski que en la Unión Soviética había sido vicepresidente de la Academia de Artes y Ciencias y en 1922 se une a la Bauhaus, conecta a las vanguardias alemanas con los adelantados rusos.

Entre ellos los “constructivistas”, encabezados por Vladimir Tatlin y Alexander Rodchenco, quienes eran promotores de un arte que sin renunciar a la belleza buscaba ser funcional. Según recuerda Naum Gabo, los constructivistas convocaban a los creadores a que “comenzaran a hacer cosas útiles para el ser humano en su ambiente material: que fabricaran sillas y mesas”. Así Tatlin concibe un monumento a la Tercera Internacional, pero también sillas y ropa, mientras que Rodchenco, que era un notable cartelista, diseña entre otras cosas una práctica tumbona.


¡Victoria!, 1945. Angel Bracho

México y Rusia habían hecho revoluciones casi al mismo tiempo, y en los años 20’s y 30’s del siglo pasado los artistas de aquí y de allá marchaban por caminos paralelos. De los miembros del Movimiento Estridentista, Maples Arce, Arqueles Vela y Liz Arzubide escriben, por lo que su corriente se ha identificado con la innovación literaria, pero otros y más matéricos son los lenguajes de Ramón Alva de la Canal, Leopoldo Méndez, Hugo Tilghmann, German Cueto y Lola Velázquez Cueto que hacen grabados, litografía, carteles, caricaturas, historietas, tapices, máscaras, títeres, muebles… Uno de los carteles estridentistas menciona al entonces poco conocido Kandinski, además de que en los años 30’s Gabriel Fernández Ledesma, quien dirige la Sala de Arte del Palacio de Bellas Artes presenta ahí una exposición de carteles de los artistas soviéticos.

Pero el Art Workshop más relevante de esos años es el Taller de la Gráfica Popular (TGP), que por ocuparse sólo de la producción de imágenes se asemeja más a El Puente, que a La Firma o la Bauhaus. Y sin embargo tan cerca se encuentra de esta última, que durante los 40’s Hannes Meyer, el arquitecto urbanista que había dirigido la Bauhaus en su etapa alemana y por causa del fascismo emigra a México, colabora estrechamente con el TGP.

Del taller fundado en 1937 por Leopoldo Méndez, Alfredo Zalce y Pablo O´Higgins, lo que quiero destacar aquí es la importancia que le dan a la gráfica multicopiada y a sus métodos de producción, en tiempos en que el muralismo y sus protagónicos creadores ocupan el centro del escenario.


Profesor Juan Martínez E., litografía, 1930. Leopoldo Méndez

Las primeras litografías del Taller las hace en una empresa comercial el viejo impresor Jesús Arteaga, que había trabajado para José Clemente Orozco, pero pronto se consiguen una vetusta máquina Marinon, con la inscripción Paris 1871, por lo que la bautizan como La Comuna, que opera el excelente José Sánchez responsable de la alta calidad técnica de los trabajos del TGP. Con el tiempo el grupo se inclina por el grabado en linóleum, porque la litografía es más cara.

El Taller es un colectivo de gráfica callejera, militante y comprometido, como consta en su Declaración de principios:

El TGP es un centro de trabajo colectivo para la producción funcional y el estudio de las diferentes ramas del grabado y la pintura. El TGP realiza un esfuerzo constante para que su producción beneficie los intereses progresistas y democráticos del pueblo mexicano principalmente en su lucha contra el fascismo.

La emergencia juvenil de 1968 origina muchas cosas, entre ellas la aparición de un nuevo movimiento de arte público y creación colectiva animado inicialmente por estudiantes de San Carlos y La Esmeralda que había hecho volantes, pancartas y mantas para el movimiento. Los “grupos” rechazan el individualismo y el arte por el arte. Más que a los salones de los mecenas y los museos, aspiran a que sus obras, a veces únicas pero efímeras y otras multicopiadas, estén en la calle.

En los primeros años de los 70’s, 15 o más grupos, entre los que destacan el Taller de Investigación Plástica (TIP), Proceso Pentágono, Peyote y la Compañía, No Grupo Suma, Tepito Arte Acá, y el ya mencionado Mira realizan sus impresiones en prensas artesanales o en mimeógrafos, hacen pintas y grafitis, escenifican performances… En busca de una creación interdisciplinaria incorporan a la gráfica la escultura, la fotografía, el teatro y la literatura…

*

Cuarenta años después añado a la de Melecio otra camiseta, ésta con la imagen de un xoloizcuintle realizada por Per Anderson. Porque acabo de estar en La Ceiba Gráfica donde encuentro el mismo espíritu que animaba a Eduardo, Silvia, Heraclio y Melecio y que supongo animaba a los del TGP, a los de la Bauhaus, a los de El Puente, a los de La Firma… A todos los colectivos de artistas, artesanos y promotores culturales que en algún momento decidieron que la creación es un esfuerzo colectivo, que el del arte es un trabajo como los otros y demanda esfuerzo físico, que el manejo de los recursos técnicos es tan importante como la inspiración, que los objetos útiles pueden ser bellos y la belleza puede ser útil, que entre el artista y el artesano no hay un foso insalvable y que, como decía William Morris hace 150 años, “el arte es la expresión humana de la alegría en el trabajo”.

El arte es la inspiración pero también los recursos y la tecnología que emplea. El arte es trabajo, es producción. Esta es la lección de Per y los de La Ceiba: si quieres hacer litografía necesitas una piedra, pues busca la cantera adecuada; necesitas lápices grasos y rodillos de cuero, pues hazlos; necesitas tinta, pues fabrícala; necesitas papel, pues prodúcelo y si es posible siembra los árboles que te darán la mejor fibra para hacerlo; necesitas una impresora, pues diséñala y constrúyela… Y hazlo apoyándote en los artesanos que son los que saben. Y hazlo en colectivo que es como se hacen las cosas que importan…

Salud y larga vida a La Ceiba Gráfica.

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