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Al rescate de la litografía mexicana Si quieres algo hazlo tú mismo y si para hacer una litografía necesitas la piedra, lápices y crayones grasos, una imprenta, tinta y papel, fabrícalos o consíguelos en tu entorno. Gracias a sus esfuerzos de autoabasto y sustentabilidad inspirados en las estrategias campesinas, Per Anderson y La Ceiba Gráfica han sido claves para el resurgimiento de la litografía en México. Esta disciplina de las artes gráficas padecía un alto grado de dependencia, pues se importaban todos sus materiales, desde la piedra litográfica hasta la maquinaria, el papel y la tinta, lo que implicaba costos muy elevados, además de que la prensas eran escasas. Y a eso se acumuló una serie de errores y omisiones cometidos en las escuelas de arte del país. Así, la litografía declinó rápidamente entre 1970 y 2000 o incluso hasta 2010. Estaba prácticamente muerta. La Ceiba Gráfica, dice Per Anderson, “es una utopía que busca realizarse, que quiere articularse, es casi como un sueño para un artista, para un grabador: ‘yo quisiera que nunca me faltaran piedras, que no se me acabara la tinta, que no tuviera nunca escasez de papel, en fin, que no se me cortara la posibilidad de producir por falta de los recursos necesarios’”. Esa utopía se está cumpliendo, y lo mejor, se está cumpliendo en la provincia mexicana, en Coatepec, con repercusión en otros lugares del país. Per relata así esta historia: “La litografía en México siempre había estado dependiendo de importaciones. La tinta venía de Chicago o París; los rodillos y las planchas, de Estados Unidos; las piedras, de Alemania, y esto sumaba exorbitantes costos para establecer un taller y creaba dependencias. “Ver de frente la ausencia de muchas cosas en México hizo que me pusiera a trabajar. Así, cuando me di cuenta que el mármol mexicano es un buen sustituto de la piedra alemana y un soporte fantástico para hacer litografías, lo comencé a usar en mi taller. Y pronto me percaté de que esto era benéfico no sólo para mí sino para un montón de personas. Cuatro años después, en 2002, lo propuse en una exposición en el Museo del Chopo e invité a 16 artistas a que realizaran obra en este material con prensas que yo mismo había llevado. Fue una fiesta, se realizaron más de 30 ediciones en seis semanas; trabajamos intenso, los artistas invitados quedaron fascinados y se hizo mucha obra la mayor parte de ella en gran formato; fue la primera vez en que se dieron a conocer realmente las soluciones al problema de hacer litografía en México.
“Primero hice todo esto modestamente en mi taller personal, que estaba en La Pitaya, aquí entre Xalapa y Coatepec, y luego, cuando ya se formó La Ceiba Gráfica, en 2005, se hizo con más instrumentación, con más sistematización. “Descubrir que el mármol mexicano es útil para hacer litografía rompe aquel mito de que la piedra litográfica tiene forzosamente que ser traída desde Alemania. Hay como una cuadratez en la mente y siempre cuesta romper viejas estructuras, mitos que han durado 200 años. Pero aquí se logró el cambio. La piedra era el obstáculo mayor. Entonces había que trabajar con la prensa y el rodillo. Y me aventé a la tarea de construir una prensa. Sin ser ingeniero ni nada de eso, lo hice. Mi experiencia fue parecida a la del inventor de la litografía, el alemán Alois Senefelder. Él tampoco era ingeniero, ni siquiera carpintero, sin embargo para hacer impresiones construía sus propias prensas de un modo muy rústico. Yo estuve apoyado con materiales más modernos como baleros, láminas de acero, hojas de acrílico muy uniformes… he tenido muchas ventajas que él no tenía. Logré construir la prensa, y no era tan difícil, era casi como armar una bicicleta. El rodillo me dio más guerra, tomó varios años. Es de un cuero grueso, ¿cómo podía hacerlo con una costura tan perfecta que rodara sobre una superficie de tinta y que no se percibiera esa costura? Me costó trabajo entender cómo, pero finalmente lo logré. El cuero es fibroso y tiene una porosidad con huequitos pequeños que guardan un poco de humedad. Es el instrumento ideal para la litografía. “Entonces resueltos problemas tan serios como el mármol mexicano procedente de canteras veracruzanas, las prensas y el rodillo, pensé ¿y la tinta? Híjole, es un coco bien duro eso, pero estudio, veo recetas y comienzo a obtener resultados. Primero una tinta pinche, pero sigo viendo recetas y finalmente ya tenemos una tinta muy chingona. “Todo esto transcurrió en varios años, se fueron juntando las soluciones en un periodo de 12 años, más o menos. Es así que se iluminó el futuro de nuestra la litografía. Y ya que estaba listo todo aquello, ¿qué faltaba?, el papel. Atorarle al papel es un problema serio. Comencé a investigar y a hacer pruebas, tenía la ilusión de que las toallas viejas –sí, con todo y sus exudados corporales–iban a transformarse en papel. Y se logró. Pero ahorita estoy muy animado, pues con insumos diversos más allá de las toallas de algodón, llevamos varios años de hacer papel y con él hemos logrado buenas impresiones. “Podemos hacer nuestro propio papel, y como el papel, todos los demás ingredientes de la litografía. En La Ceiba tenemos el plan de alcanzar no un cien por ciento de autoabasto, sino 110 por ciento. “Se explica muy fácil el declive de la litografía en México por la forma en que fue practicada en las academias y las escuelas de arte de aquí entre 1970-2010. Ese fue un periodo muy pobre en este arte, se acumulaban muchos errores, descuidos; nadie tenía realmente el conocimiento claro sobre esto y no sabían remediarlo. Y cayeron en un punto bajísimo, se quebraban las piedras por mal manejo y por falta de adecuada comprensión. En una ocasión me llamaron a dar un curso en La Esmeralda, hace diez años, pero no tenían siquiera una regla larga que se requiere para medir y constatar que esté bien colocada la prensa donde se deposita la piedra. Uno de los alumnos había quebrado una piedra grande y la Dirección de La Esmeralda le pedía que la repusiera económicamente. Yo les dije que esa piedra se había quebrado porque nadie había tenido el cuidado de mantener la prensa en buen estado y eso es obligación del profesor no del alumno. Así que le salvé el pellejo al alumno. Este tipo de errores se repetían en todas las escuelas. En la litografía hay procesos que suceden a nivel molecular, como el micro graneado de la superficie. Si el lápiz litográfico toca o no toca, no lo puedes ver a primera vista, lo imaginas, y depende de quien lo imagina, un esotérico, un tipo científico, uno estrafalario, uno desesperado… Hay muchas personalidades diferentes entre quienes hacen litografía y cada una tiene una actitud distinta. Como no ves el micro graneado, estás sujeto a un campo súper extenso de posibilidades, y todo tipo de errores y visiones pueden aparecer. Es la más difícil de las técnicas tradicionales de la gráfica. Exige mucho. A mí me ha gustado la litografía precisamente porque impone retos. “Entonces, por los elevados costos, la inexistencia de máquinas y porque aquellos que sabían litografía mostraban desinterés, esta actividad empezó a desaparecer. “Sí había talleres, pero muy herméticos. Había uno en Coyoacán, Kyron, era de Andrew Vlady, estadounidense; él no permitía la entrada más que al artista, y a sus ayudantes incluso les decía ‘voltéense para allá’. Andrew llegó a México y estableció una imprenta litográfica donde estuvo 30 años, pero trabajaba sólo para una élite. Costaba mucho dinero editar algo allí. Cuevas, Tamayo, Toledo acudían al taller de Vlady, porque detrás tenían editores con mucha lana. Zúñiga, que hacía litografía, hasta le llevaba piedras a su taller, pero Vlady no quería revelar el conocimiento, lo conservaba como secreto. Era hasta grosero. Su cabina tenía cristales de esos donde se puede ver desde adentro, pero son reflejantes desde afuera. Sus ayudantes le decían Osama Bin Vlady. “Gracias en gran parte al impulso dado por La Ceiba, ahorita hay mucha producción de litografía en México, hay muchos talleres creados, muchos alumnos que han hecho obra, que hubiera sido inimaginable hace 40 años. Édgar Cano hubiera sido imposible hace cuatro décadas; él ha hecho aquí más de 250 obras de litografía, de ediciones. Muchos alumnos han hecho obra litográfica porque he procurado dar soluciones. Y esto porque soy maestro en la provincia. La misma tarea pude haberla hecho como maestro en San Carlos, pero no, ellos ya tenían prensas heredadas y un lote de piedras alemanas de la vieja Imprenta El Buen Tono. Ellos no se vieron en la necesidad de buscar soluciones a sus alumnos. Pero ser maestro de litografía en provincia me obligaba más que a cualquiera de los maestros en la Ciudad de México.” “Y La Ceiba también se beneficia, pues esto de producir las prensas genera un ingreso para nosotros, habilitar las piedras, también, y lo mismo la venta del papel”. “Nosotros hemos armado casi 40 talleres en diferentes puntos de la República, con prensas, rodillos, tinta… hechos por La Ceiba. En la Ciudad de México, en Mérida, en Oaxaca, en Saltillo… Esto abrió la oportunidad de hacer litografía porque les ofrecimos la opción de hacerlo sobre mármol mexicano. Son talleres independientes y responsables de su producción, pero esto hubiera sido impensable hace 20 años. La piedra de mármol la compran en mil 500 pesos y se puede usar 500 veces; la piedra alemana podría estar costando quizá 600 dólares. Y una prensa importada costaría hasta unos 20 mil dólares. “La gran prensa litográfica de La Ceiba Gráfica es la primera que hice. Mi convicción era tan grande que tenía que hacerse así, grande. Y luego cada vez se hicieron más chiquitas. Yo creo que Dios apoya a los entusiastas y a los ignorantes. Y yo soy uno de ellos, con las dos características. Tenía mucha fe de que se lograra y, con toda mi ignorancia, salieron las prensas. Estoy sorprendido. La verdad es que tenido mucha suerte. Imprimir piedras de ese tamaño no es cualquier cosa. Las impresiones más grandes que hacemos son de 125 centímetros por un metro. La litografía del mapa de Veracruz que yo hice es mucho mayor, pero está armada en tres partes. “Cuando iniciamos el proceso en La Ceiba, todo el equipo que yo tenía en mi taller de La Pitaya lo trasladamos acá, incluida la primera prensa que hice, la grande. Ese fue el capital con que comenzó a vestirse el proyecto. “Las prensas que fabrica y vende La Ceiba tienen un precio de 45 mil pesos, en comparación con los 15 mil o 20 mil dólares que cuestan las prensas otras. Yo creo que una prensa dura cien años. Aquí en México he reparado prensas francesas hechas en 1890. Restauré una para Francisco Toledo, otra más para Rufino Tamayo, ambas en Oaxaca, una más en Colima y otra en Xalapa. Cuando desarmo estas prensas, me doy cuenta cómo están construidas y qué mecanismos tienen, y pienso ‘oh, oh, esto va a durar otros cien años’. Están hechas tan bien y con mecanismos tan robustos que no tienen por qué desbaratarse con el uso. Además la velocidad con que se imprime es tan baja que no hay calentamiento en los baleros. Se pueden conservar por muchísimos años. “¿Cuánto tiempo dura una litografía? Si hablamos de papeles con un rango de PH neutro, está garantizada para muchos siglos, y si tiene una reserva pequeña alcalina en forma de carbonato de calcio, puedes esperar todavía más. Se sabe por análisis actuales que cuando se hacía papel en la montaña en Italia, en Fabriano por ejemplo, en los años 1300 o 1400, había cerca aserraderos de mármol, y éstos siempre dejan un rastro de carbonato de calcio. Metían un puño allí, y esta era la reserva alcalina y gracias a ello sobrevivieron tanto. Y cuando el conocimiento sobre el papel se traslada de Italia hacia el centro de Europa, no tenían carbonato de calcio tan a la mano, tenían caolín, que tiene otro valor de PH alcalino, no hace resistir tan bien los papeles como los hechos en Italia. Investigadores actuales analizan todas estas cosas, y si le pregunto a uno de ellos ‘¿tú me recomiendas utilizar carbonato de calcio en el papel que hago con las toallas?’, y la respuesta es sí. Pues órale. Entonces yo puedo surtirme de los consejos de los investigadores contemporáneos. Eso me ayuda mucho.”
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