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“La ceiba hace milpa”: Rafael Ruiz,
En 2008 Rafael Ruiz llegó a La Ceiba Gráfica con un proyecto de gráfica digital. Y hoy continúa allí pero como director ejecutivo. Y es que la circunstancia lo trajo a este lugar diez meses antes de que estallara una crisis económica y de organización de gran magnitud que puso en riesgo la existencia del proyecto. Rafael propuso y generó pronto acciones para enderezar lo que estaba chueco. Las crisis continúan presentándose, afirma, pero ya hay más estabilidad y sobre todo hay reglas y principios acordados que darán continuidad a este “paraíso”, a esta “milpa cultural”, como él define a La Ceiba. Rafael Ruiz es licenciado en Artes por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y también maestro en Artes Visuales por la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Antes trabajó en Cómputo Académico en la UNAM y en la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de Universum. “Cuando llegué a La Ceiba Gráfica, dice, por un lado vi un paraíso con todas esas cosas que ya existían: ya estaba el Taller de Litografía, la galería y algunas habitaciones de residencias. Estaba la fabricación de equipo, lo cual era y es muy importante y funcional. Y además de eso pues el lugar y el entorno eran bellos y muy hermoso el árbol de la ceiba a la entrada. El primer impacto fue decir ‘qué increíble y qué increíble que todo salga del mismo lugar’.
“Pero la segunda impresión fue ‘esto se está cayendo, está totalmente desordenado`. No había atención al público, no había nadie que te recibiera, nadie contestaba un teléfono, los baños estaban sucios. Era un contraste con la parte de los talleres y la creación. Puertas abiertas, cualquier persona podía entrar y salir. Nadie explicaba nada. En ese entonces no había cursos. Había gallinas, y lo peor fue cuando empezó a haber problemas económicos, de ya no poder pagar el teléfono, luz… Y había muchas tensiones entre quienes estaban aquí por la depresión económica”. El hecho es que La Ceiba Gráfica había tenido un capital semilla que fue malentendido por quienes entonces formaban la asociación civil del proyecto, pues se gastaba en sueldos que no correspondían con las condiciones económicas, de ingresos, del lugar. “Hubo un intento entonces por reestructurar el proyecto. Y con muy buenas intenciones llegó Fernando Gálvez, quien había sido director del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. Lo que él planteó fue hacer un plan para conseguir los recursos que necesitaba La Ceiba para sostenerse y conservar el comodato, plan que sólo para formularlo requería dos años. Presentó esta idea al gobierno de Veracruz y fue rechazada. Entonces el siguiente planteamiento fue ‘liquidémonos’ todos antes de que se acabe el dinero, con esa visión de las asociaciones civiles de que si no hay dinero en un proyecto, pues lo cerramos y buscamos otro. Obviamente Per Anderson y Martín Vinaver, los fundadores, no tenían esa visión. Llegó a haber una votación de la asociación civil de La Ceiba para sustituir la mesa directiva, que afortunadamente abortó por un voto. La sustitución hubiera propiciado la liquidación de los socios y que se cerrara el proyecto. Pero no se hizo y al ver que no iba a haber liquidación, muchos de la asociación se salieron. En la crisis, Per todavía sostuvo el proyecto con lo que le quedaba de recursos del Sistema Nacional de Creadores, pero eso también tenía un límite. “Yo llegué a La Ceiba diez meses antes del colapso económico. Lo primero que hice fue realizar un proyecto que le interesaba a La Ceiba y que era de imagen digital, de gráfica digital. Después les planteé crear el Taller de Grabado, porque yo tenía el equipo de grabado y me apegué al ejemplo de Per de ofrecerlo al uso común. Hubo una respuesta inmediata y muy buena, porque son buenísimos para generar espacios en un dos por tres. A la semana siguiente ya estaban abriendo el taller, cosa que a mí –viniendo de la Ciudad de México, de la UNAM– me sorprendió muchísimo.
“Esto era un ejemplo de la asombrosa capacidad de Per y de Martín de materializar con las manos lo que componían en la imaginación. Ellos diseñaron y ejecutaron muchos de los muebles de La Ceiba. Es lo que mejor hacían juntos. Les estabas platicando un mueble y ya lo estaban dibujando y buscando los materiales, de modo que a la semana siguiente ya estaba hecho el mueble. “Entonces haber armado el taller de grabado fue una muy buena experiencia. Una cosa que acordamos es que el taller iba a tener una economía aparte, que iba a establecer yo unas cuotas de recuperación para poderlo equipar y darle mantenimiento. Muy fácilmente, con cuatro o cinco personas que llegaron al taller, logré tener dinero por lo menos para limpiar el baño del espacio. Y entonces resultaba que era el taller más limpio, el más ordenado. Y lo percibieron. Mientras unos se jalaban los pelos por carencias, aquí había orden. Fue cuando me invitaron a participar en la asociación, pues se habían quedado con el mínimo indispensable de asociados. “Ya como socio propuse que hiciéramos reuniones de reestructuración del proyecto. Las iniciamos y comenzamos a hablar de orden, de división de tareas, de establecer los objetivos de cada uno de los espacios. Pero ya cuando íbamos organizando cosas, les dije ‘alguien lo tiene que hacer, alguien se tiene que responsabilizar por cada una de estas acciones’, entonces Per y Martín me preguntaron si me aventaba el boleto. Y les dije que sí, que yo me haría cargo de lo económico, de todo el dinero, de los espacios, de la gente, de todo lo que es la dirección operativa, pues”. “Ha sido un trabajo de estructurar, de ordenar, de definir... Muchos de los principios ya estaban puestos en práctica, pero había que hacerlos formales y comunicables. Decir este es el principio, este es el objetivo, esto es lo que queremos hacer... “Desde el inicio de mi participación, quedó claro que La Ceiba mantendría autonomía respecto del gobierno. Cuando yo llegué el gobierno de Fidel Herrera había asignado ‘medias plazas’ para La Ceiba, en un mecanismo oscuro. Pero después fueron retiradas, lo cual fue bastante bueno, fue como limpiarse, como una purga, porque eso era una contaminación.
“Las estrategias económicas de La Ceiba han ido cambiando. En un principio establecimos una separación total de la economía por áreas: área de residencia, área de producción, área de cursos. Cada una manejaba su propio dinerito. El dinero que entraba se repartía en tres: Un tercio para las personas que laboraban en esa área, otra porción para pagar el mantenimiento del espacio y la última para materiales. Era una división muy sencilla y a veces teníamos ingresos de cinco mil pesos al mes y a veces sólo de 600, pero eso era lo real: ‘eso es lo que estamos metiendo, no hay nada más. ¿De dónde quieres que saque si no hubo un ingreso de tu área?’ Fue una etapa fuerte, dura, pero de realidad. Economía real, no imaginada. Así estuvimos un año y medio, hasta que logramos arrancar, recalcular, redefinir, diversificar y empezar a tener recursos para volver a una economía solidaria entre las áreas. Porque una de las cosas que sucede es que por ejemplo residencias, en cierta temporada tiene un ingreso alto y después decae. Y lo mismo pasa con fabricación de equipo, las compras son de golpe. De modo que hay que compensar. “Después vino la multitarea, que significa que una misma persona puede trabajar en producción y en enseñanza; en un taller y en otro. La idea es que para sacar a flote el proyecto, en lugar de quedarnos paraditos cada uno en su área, nos movemos a otra área que en ese momento es la que necesita empuje para generar recursos. Los trabajadores de La Ceiba tenemos ahora salario fijo. Somos 12, pero temporalmente podemos llegar a 22, con instructores y gente que apoya en la limpieza. ¿Cuándo sentí que el barco salía a flote? Bueno yo creo que a los dos años de que entré, pero ha habido nuevas crisis. No es nada más salir de un problema y ya. Acabamos de sufrir una crisis que ponía en riesgo el pago de la siguiente quincena. Es un pendiente que tenemos. Debemos tener un ahorro de por lo menos tres o seis meses de operación –los gastos fijos suman 90 mil pesos mensuales–. La Ceiba cuenta con recursos económicos, pero no en dinero líquido, en mármol por ejemplo cuenta con unos 300 mil pesos, que corresponden a pedidos de universidades pero que, por cuestiones administrativas, no han logrado concretarse; también cuenta con capital convertido en obra artística, que está a disposición para la venta. Entonces el problema es de liquidez. Pero también hay este asunto del crecimiento y de apoyar a Per en sus proyectos. Porque se trata de ir caminando juntos, de no sentirnos abandonados. Los principales ingresos de La Ceiba Gráfica son en primer lugar por residencias y cursos, lo que es una combinación muy grata. El segundo lugar es venta de equipo, pero su fabricación implica de inicio una inversión muy fuerte. La venta de obra debe estar en tercero o cuarto lugar. “La tinta y el papel que aquí hacemos son algo especial. Per tiene la idea de que hay algunos negocios más importantes y potencialmente rentables, y los impulsa con recursos suyos. No administra y siempre acaba poniendo de su bolsa. No lleva un cálculo de cuánto mete y cuánto gasta. Esto que ha gastado él en tiempo y dinero, nunca lo va a recuperar. Nunca… Pero no le importa. “También está la parte de tienda, que va creciendo, y fue algo que se inventó para rellenar los tiempos bajos en residencias, cursos y producción de obra y de equipo. Es decir, cuando no había ni residentes ni producción, se abrió esta línea de hacer libretas, cuadernos, mandiles, para tener una oferta que permitiera cubrir los salarios. De esta manera, cambiando de actividad, la gente tiene un trabajo más o menos permanente. “No hacemos la mejor litografía del mundo. No dominamos todas las técnicas de la litografía, de la fotolitografía y de no sé cuántas más. Tenemos la fabricación de los insumos, sí, pero ni siquiera en eso somos los mejores del mundo. Pero lo más importante es poder tenerlo todo en el mismo espacio, tener la capacidad de elaborarlo y transitar de una cosa a la otra. Y también, está el uso que se le da al medio, a la gráfica en general; porque aquí no sólo hacemos obra artística, hacemos las libretas, portadas de libretas… Pero también enseñamos. Y también difundimos. O sea que el chiste es hacer un montón de cosas que se complementen y se sostengan una a la otra. Es como hacer milpa. Afirma Rafael: “La máxima virtud de la filosofía de La Ceiba, su mayor aporte, está en darse cuenta de que la capacidad creativa que tienen todos los individuos sin excepción debe servir a las necesidades colectivas. Y sobre todo despertar el sentimiento de que podemos, de que lo podemos hacer… Igual con el visitante, con las personas que comparten este espacio aunque sea por unas horas, se trata también de despertar en ellos ese sentimiento de poder, de potencia; el poder y la potencia que tenemos todos los individuos sobre todo cuando nos proponemos satisfacer necesidades comunes. Esa es la parte más importante. Saber que tú también puedes ser creador, tú también tienes esa capacidad de hacer cosas y de cambiar las cosas que tenemos aquí. Los talleres que impartimos, las máquinas que hacemos y que empleamos, el que mostremos los procesos y los trabajos que hay detrás… todo está permeado de ese sentido. “Per y yo entendemos que cumplimos funciones distintas. La mía es de sustento, de sostener económicamente las relaciones laborales entre las personas, que la cosa marche. La de Per es imaginar qué es lo que puede suceder y empujar para que suceda, crear nuevos espacios y nuevas cosas. “Per tiene sueños, yo también. Mis sueños tienen que ver con cómo resolver cosas muy concretas. Cómo tener una estabilidad financiera, cómo lograr mejores condiciones de trabajo, cómo conseguir que a La Ceiba llegue a más gente, que la conozca más gente.
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