Sucede de manera paulatina sin siquiera preocuparse, sostiene Jean-Michel Besnier
Martes 10 de mayo de 2016, p. 5
París.
Con el rápido avance de la tecnología, los seres humanos pierden poco a poco una parte de su libertad, sin siquiera preocuparse, se lamenta el filósofo francés Jean-Michel Besnier.
A este profesor de filosofía de la Sorbona, que se define como un humanista, le gustaría que las personas se plantearan estas preguntas para intentar poner límites.
–Hace poco una máquina derrotó al campeón mundial de go, cada vez hay más autos autónomos... ¿Estamos viviendo en un momento de cambio tecnológico?
–Estamos entrando en una nueva era de aceleración del progreso científico y técnico. La informática, matriz de todos estos cambios, se aplica ahora a todos los ámbitos.
Un avance mayor fue el descubrimiento en los años 60 del siglo pasado de la estructura del ADN, que contiene el patrimonio genético. Desde entonces, se percibe al ser humano como a un soporte de información. Las nanotecnologías, la biotecnología, la informática y las ciencias cognitivas están convergiendo para realizar objetos cada vez más pequeños, siempre más eficientes e inteligentes.
Ser libre es aceptar el azar, el riesgo
–Las máquinas y los robots son cada vez más capaces de asumir tareas humanas. ¿Cuáles son las consecuencias de esto?
–Estamos cada vez más rodeados de máquinas que están pensadas para facilitarnos la vida.
“El automóvil autónomo, por ejemplo, está pensando para mejorar la circulación, la seguridad y ahorrarnos tiempo. Sin embargo, las personas pueden sentirse cada vez más privadas de iniciativa. Ya no estamos a cargo de gran cosa y, por tanto, ya no somos responsables. Nos volvemos cada vez menos libres, menos morales, y nos comportamos cada vez más como máquinas. Esto abre las puertas a una deshumanización.
Ser libre es aceptar el azar, tomar riesgos.
–¿Puede ocurrir que el ser humano pierda el control de lo que ha creado?
–Sí. No digo que vayamos a crear un Frankenstein. Pero estamos en un mundo en el que los ingenieros no saben exactamente lo que hacen. Fabrican criaturas que a ellos mismos les sorprenden.
–¿Cuáles son las reacciones?
–Una parte de la humanidad considera que es mejor despojar a los humanos, ya que son los responsables de desórdenes ecológicos y monstruosidades como el Holocausto. Para ellos, la tecnología es sinónimo de esperanza, ya que la consideran como más fiable y controlable.
“Los transhumanistas, que esperan un día eliminar el sufrimiento y hasta la muerte, forman parte de esta categoría.
“Sin embargo, hay una segunda categoría, a la cual pertenezco, que considera que somos seres mortales y decidimos nuestro destino.
A nosotros, los humanistas, nos preocupa mucho el desarrollo de este mundo deshumanizante, que no otorga ninguna importancia a la dignidad humana ni a la libertad.
–¿Las tecnologías que prolongan la vida serán accesibles para todos?
–Claro que no. Habrá una humanidad de dos categorías.
“Una humanidad de ricos, que tendrán acceso a las tecnologías de transformación, aumentación e inmortalización.
“Y los demás, a los que el investigador británico Kevin Warwick –el primer cíborg porque se implantó un chip en el brazo– calificó de ‘chimpancés del futuro’.
Seremos los chimpancés del futuro, una infrahumanidad que no tomó el camino del hombre aumentado.
–¿Qué piensa de la fuerte presencia de gigantes estadunidenses de Internet en las tecnologías de futuro?
–Tienen un poder considerable. Nos transformamos cada vez más en soportes de información. Toda esa información recopilada y reunida en bases son factores de prosperidad y productividad.
Nos hemos convertido en mercancías. Lo que más me preocupa es que somos conscientes de esto, pero no nos preocupa mucho.