Sábado 7 de mayo de 2016, p. a12
Todo en la música de Maurice Ravel es sensualidad, misterio, magia y placer.
Los aromas más sutiles, los trazos transparentes, las atmósferas subyugantes. Su mundo es el de la delicia.
Maurice Ravel, por cierto, se convirtió en la noticia de la semana porque su Bolero –como informó La Jornada– pasó a ser del dominio público al cumplirse 88 años de su publicación, pero de inmediato alguien o algunos interpusieron una demanda legal en un intento por extender otros 20 años los derechos que, hay que decirlo, significan cantidades exorbitantes de dinero.
Y es que cada 10 minutos inicia una interpretación del Bolero en algún lugar del planeta, y como dura 17 minutos, resulta evidente que nunca deja de sonar esa metáfora musical del coito por excelencia.
Ravel no ha dejado de ser noticia en el mundo discográfico. Esta semana no es la excepción, pues en los estantes de novedades discográficas esplende una nueva grabación con obras del flaco Ravel.
Se trata del disco titulado Yuja: Ravel, con el sello amarillo (Deutsche Grammophon).
Es, también, el nuevo álbum de esta gran pianista china, Yuja Wang (Pekín, 1987), de quien el Disquero ha seguido su trayectoria y ha abordado la polémica de lo que para algunos es marketing y para otros una cubetada de agua fresca en el amodorrado mundo de la música de concierto, he aquí el link: http://goo.gl/9W203c
La manera de vestir de esta gran pianista inquieta a algunos. Un crítico de música de hecho aventura la explotación sexual en las portadas de sus discos
y el delicado gatito sexual que sus promotores buscan proyectar
. Ese mismo crítico, empero, acepta la muy elevada calidad interpretativa de Yuja.
Lo cierto es que ella ha traído frescura, renovación y alegría con su inteligencia, encanto y capacidades artísticas formidables.
En su nuevo disco aporta una interpretación idónea, más que correcta, propositiva de la música de Ravel: transparente, sencilla y profunda. Todo al mismo tiempo.
Los conciertos para piano del autor francés y en medio una bella balada de su paisano Fauré forman el contenido de este álbum, cuya parte orquestal corre a cargo de la Tonhalle-Orchester Zürich. Lionel Bringuier a la batuta.
Se inicia con el hermoso Concierto en Sol. El final del primer movimiento es una delicia. Yuja Wang demuestra nuevamente su poderío con un toque exacto, vigoroso pero sutil. El trino, que asemeja el vuelo de una mariposa, con el cual inicia el desenlace del Tempo Primo es fascinante. Ya el vuelo había iniciado en el Allegramente y tomado rumbos plácidos con el Andante. Lindo el toque pianístico de Yuja: claridad mozartiana.
El acompañamiento orquestal tiene un rumbo también claro, asentado en la convicción del director de orquesta, pues la de Ravel es una música bañada en colores y sensualidad
y es así como empuña la batuta Lionel Bringuier. Juntos, Yuja y Lionel, hacen del pasaje final del Tempo Primo un primor.
El movimiento lento del Concierto en Sol en manos de Yuja Wang es uno de los mejores que se han grabado desde que Martha Argerich estableció el modelo inigualable.
Yuja crea un nuevo estilo para ese bellísimo Adagio assai en pos de lo sublime. Hace surgir toda la potencia poética de la música de Ravel para hacer danzar a una mariposa desde el inicio de este movimiento y se van tejiendo pasajes idílicos a manera de sucesión de sueños. En un momento dado, vemos claramente que la mariposa palpita y aparece el inconmensurablemente bello y mágico sonido del oboe, que suspira. Ella, la mariposa, sonríe y sigue su danza. Hacen unísono oboe y piano en trino, mariposa y los suspiros que despierta hasta formar un neverending, un continuo a la manera budista: cuando algo muere o se deja morir en el silencio, como el amor, no desaparece del todo; queda un continuo. Así, danza y oboe, mariposa y suspiro palpitando, flotan en otro neverending.
Después de eso queda el silencio. Como cuando termina una partitura celestial de Arvo Pärt, no hay nada más qué escuchar.
Yuja resuelve esa situación para revivir al escucha con la bella Balada opus 19. El fluir melódico discurre como un poema de Valery. La resonancia tímbrica del instrumento parece flotar. Un poema.
Luego de este intermedio, Yuja regresa al paisaje orquestal de Ravel con el Concierto para la mano izquierda y aquí el viaje es de la oscuridad hacia la luz, de la tiniebla a la sonrisa, del llanto al asombro frente a la belleza.
El color que imprime, la liviandad de su sonido, su precisión cristalina, convierten esta versión raveliana de Yuja en una clase magistral de color, balance y expresión.
Y es entonces cuando la relación orgánica de la música de Ravel con la de Debussy recuerdan, debido a la atmósfera del disco, la duermevela debussyana en el Preludio a la Siesta de un Fauno.
Como el amor que muere en el silencio.