En Guatemala se llevó a los tribunales a un ex presidente, dice la integrante del GIEI
Martes 3 de mayo de 2016, p. 4
Por su experiencia reciente en México, como una de los cinco especialistas del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que participaron en la investigación del caso Ayotzinapa, la ex fiscal guatemalteca Claudia Paz y Paz considera que un mecanismo como la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) puede aportar, con una mirada desde afuera, un impulso a la lucha en contra de los altos niveles de impunidad.
–¿Convendría un mecanismo similar de la ONU en México?
–Yo puedo hablar de la experiencia en Guatemala, muy parecida a la de México, con niveles de impunidad muy altos y una justicia selectiva donde los delitos más graves no se investigaban y se quedaban sin esclarecimiento.
‘‘Eso incrementaba los niveles de violencia. Lo que hizo la CICIG fue abrir un camino para que la justicia pudiera transformarse. Fue una aliada de la justicia. Yo creo que a México le haría mucho bien esa transformación del sistema de justicia. Hay fallas estructurales que deben cambiarse si se quiere que la justicia cumpla con su función.’’
–¿Qué cambió en Guatemala con la CICIG?
–Comparando la Guatemala de hoy con la de hace 15 años, el cambio más trascendente es que se demostró que la justicia puede operar. La prueba es que jueces y fiscales, que 15 años atrás estaban ocultos, pudieron actuar con pleno apego a la ley para consignar primero a la vicepresidenta Roxana Baldetti (en funciones) y luego al propio presidente Otto Pérez Molina. Y al juez ni le tembló la voz.
‘‘El otro gran cambio es el de la ciudadanía que cree en la justicia y la exige. Para quienes conocen Guatemala, ¿cuándo se habían visto marchas como las del año pasado, que llenaron tantas veces las plazas de ciudadanos reclamando justicia?’’
–¿Una comisión para México?
–En temas así no hay que perder esto de vista: no puede funcionar ningún mecanismo internacional si no hay articulación con los procesos nacionales y con la agenda nacional, con la gente, sus organizaciones. En México hay un trabajo de muchos años de lucha por la justicia, por los derechos humanos, procesos, ciudadanos y organizaciones de la sociedad que han caminado largo en este sentido. Con ellos hay que articularse. Si no, no habrá ningún proceso que funcione.
Similitudes y diferencias
La penalista, actualmente catedrática en la Universidad Georgetown, en Washington, describe las similitudes y diferencias entre la CICIG, asignada por la ONU, y el GIEI, integrado por la OEA.
–La CICIG es mucho más robusta. Puede llevar investigaciones criminales, aunque siempre tiene que trabajar de la mano con el Ministerio Público; tiene muchas más facultades que las que nosotros teníamos. Nuestra actuación dependió mucho más de las investigaciones de la Procuraduría General de la República. CICIG, por ejemplo, tiene un mandato específico para demandar investigar funcionarios, e incluso para demandar la destitución o nombramientos, para iniciar procedimientos internos, para presentar propuestas en el momento que se van a elegir nuevos cargos.
‘‘Los símiles es que somos nombrados por organismos internacionales. Y quizá es lo que hay que reivindicar: cómo los ojos de afuera permiten mirar una realidad que ya no se percibe con claridad por quienes la están padeciendo.’’
Con una notable trayectoria que la llevó del activismo a favor de los derechos humanos en la Guatemala de la posguerra –ella era adolescente durante los últimos años de la confrontación armada– a la fiscalía general del país (equivalente a la PGR), Paz y Paz recuerda cómo y por qué se instaló un organismo externo para fiscalizar la procuración de justicia en su país.
‘‘A partir de 2002, y a raíz de la crisis del sistema de justicia, un colectivo de defensores logramos unirnos en una plataforma que se articuló en torno a un punto central: la lucha contra la impunidad en contra de los cuerpos clandestinos de seguridad que seguían actuando dentro del aparato del Estado y seguían atacando.
‘‘A los ojos de la comunidad internacional, de lo que se trataba era de combatir la impunidad desde un punto de vista estructural. Se cabildeó durante muchos años hasta que, por acuerdo de la ONU, se logró traer a la CICIG.’’
Entre el pueblo ixil y Ayotzinapa
En el periodo en el que se desempeñó como fiscal, por primera vez en América Latina se logró acusar y sentenciar por genocidio a un ex jefe de Estado, el general Efraín Ríos Montt. ‘‘Fue un logro histórico. Lo único que hicimos desde la fiscalía fue cumplir con nuestra obligación para que se saldara una deuda que tenía el Estado con el pueblo ixil. Se les facilitó el acceso a la justicia que les había dado la espalda hacía 30 años’’.
–¿El colectivo de Ayotzinapa y las miles de víctimas de la violencia tendrán que esperar, como en el caso de Guatemala, 20, 30 años más para que la verdad encuentre un resquicio en el sistema judicial del país? ¿O consideras que México tiene otras condiciones, distintas a Guatemala, que permitan que en esta generación se logre hacer justicia?
–El tiempo, desafortunadamente, depende de varios factores, y el principal, y es por lo que nosotros nos vamos, es la voluntad del Estado. Si el Estado no tiene voluntad de llegar a fondo, si su voluntad es retardar las diligencias, las investigaciones, es proteger una versión histórica que se dio en un momento, ese tiempo se alarga.
‘‘Pero también el tiempo para esclarecer la verdad depende mucho de cómo se unen y se articulan las fuerzas sociales. Creo que si las madres y los padres siguen arropados como hasta ahora por la sociedad solidaria, eso va a hacer mucho la diferencia a si se quedan solos en la escuela.’’
Los últimos días de Claudia Paz en México, como los de los demás expertos del GIEI, transcurrieron entre emociones intensas y encontradas. Por un lado, el ‘‘¡Gracias GIEI!’’ y el ‘‘No se vayan’’ de las familias de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos y de quienes creyeron en sus aportes al esclarecimiento del caso, y por otro los epítetos de algunos columnistas que se hicieron eco de la campaña negra que se orquestó en su contra.
Ella recuerda cómo, cuando llegaron en marzo de 2014, fueron primero a una reunión con el gobierno federal y después se presentaron en la Normal de Ayotzinapa. ‘‘Dos cosas que nos dijeron se nos quedaron grabadas. Una, ‘no nos traicionen’. Otra, ‘díganos siempre la verdad’. Creo que les cumplimos, porque ahora que nos fuimos a despedir uno de los papás nos dedicó estas palabras: ‘Se ganaron nuestros corazones’’’.