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La permacultura resguarda Rodrigo Alberto Lañado Cruz Director de Hombres de Maíz [email protected] México es el centro del origen y diversidad del maíz en el mundo. Existen más de 50 variedades en el país y un sinnúmero de usos y aplicaciones para los productos de esta planta, desde la alimentación hasta la producción de bio plástico. Su potencial para capturar carbono del ambiente y transformarlo en bio masa es notable. Más de diez mil años de selección y cuidado (generalmente por parte de las mujeres) han dado como resultado una planta que en un inicio sólo producía unos cuantos granos pequeños, más parecido a un pasto o “trigo” que a la mazorca que hoy todos conocemos. Me tomaría el artículo entero enumerar las propiedades y la importancia de este cultivo, pues es sin duda una de las plantas más versátiles del mundo, tanto en propiedades, productos y adaptaciones a diferentes condiciones ambientales. Es uno de los granos más importantes y extendidos en el orbe; es parte de la herencia cultural y genética de México para el mundo, para su presente y su futuro. El Maíz es la nobleza, la abundancia y la bondad encarnadas en una planta. Actualmente existe un debate en torno a la aplicación de nuevas tecnologías en la producción del maíz, entre ellas la transgénica, que implica la trasferencia de material genético de un organismo a otro y que sin duda es un gran avance en biotecnología y una herramienta sumamente útil y poderosa para los seres humanos si sabemos utilizarla con responsabilidad e inteligencia pero sobre todo con ética y cuidado. Satanizar esta tecnología demuestra una marcada ignorancia con respecto al tema y es una posición no sólo retrógrada sino también inútil y perjudicial para todos. Debemos entender que la tecnología no está para competir ni remplazar a la naturaleza, sino para complementarla e impulsarla; después de todo, nosotros mismos los seres humanos y nuestra tecnología no somos otra cosa más que una consecuencia y producto de nuestra propia naturaleza, origen e impulso natural por sobrevivir y evolucionar. Lamentablemente, aunque la herramienta es maravillosa, su aplicación puede ser una pesadilla e incluso un arma, por ejemplo cuando, aunada a prácticas económicas y políticas, tiene como objetivo el monopolio y control del cultivo y las ganancias por encima de la ética y la inteligencia al servicio del hombre y la naturaleza. Por este motivo, muchas organizaciones e individuos alrededor del mundo nos dedicamos a preservar el acervo genético actual, para evitar que esta rampante y despiadada actitud humana termine con la riqueza cultural y genética del maíz. Actualmente en México y el mundo hay una lucha sin cuartel por y para la defensa del maíz hasta que la ética y la inteligencia racional sean la norma. Diariamente se realiza un esfuerzo por difundir los peligros y consecuencias acerca del uso de productos que puedan representar un riesgo para todos; actualmente se siembran variedades criollas (nativas) y se resguardan en centros especializados para su conservación y difusión (como es el caso del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, INIFAP), y se realiza un incansable trabajo para que los agricultores aprendan, mediante técnicas de permacultura, a obtener un mejor provecho de este cultivo sin comprometer los nutrientes del suelo, el medio ambiente y la economía de los agricultores. La permacultura se entiende como “El diseño de medio ambientes auto sostenibles en armonía con el entorno natural”, y es precisamente esta ciencia del diseño la que aporta actualmente una de las propuestas más racionales, productivas y sostenibles no sólo para el cultivo de esta planta, sino para todo el espectro de la vida y la civilización humana. Es importante que logremos esparcir este conocimiento a todas las personas en el mundo lo más rápido posible, pues las mejores armas en contra de la tiranía, el egoísmo y el uso irracional de los recursos y las tecnologías, son y serán siempre la educación y el conocimiento derivado de la misma. Cito: “[…] ahí la inutilidad de los revolucionarios que atacan al mismo sistema del que dependen, producen balas y palabras en vez de comida y refugio” (Bill Mollison, 1970). Hoy en día el acto más revolucionario e importante que una persona puede hacer es preservar la semilla de las generaciones pasadas y presentes para su germinación en el futuro. Sin duda aún es largo el camino y arduo el trabajo que tenemos por realizar, pero de ninguna manera cederemos ante el impulso irracional y egoísta del hombre, pues mientras existamos aquellos que sembramos, que cantamos y comemos el maíz heredado por nuestros abuelos, existirá un futuro. Desarrollo rural regenerativo Zúu Salinas Vieillar GAIA Sana [email protected] www.gaiasana.org
Hace unos años, buscando distinguir las ilusiones de las verdades ocultas en el interior de mi ser, me preguntaba: ¿Qué podemos definir como realidad? Insistí en cuestionarme sobre el eslabón perdido de una sociedad que en su afán de alcanzar cualquier meta ignora el interés del bien común y deja de ver como una unidad al conjunto de minerales, plantas, animales y humanos. Inesperadamente tuve la oportunidad de concretar el sueño de conocer Australia. Cuando emprendí este viaje, con la idea de intercambiar mi trabajo por casa y comida, descubrí una realidad diferente, una que transformaría mi vida y la de muchos otros que poco a poco fuimos encantados por el lenguaje de la Tierra. Impulsada por la búsqueda de conciliar una verdad universal, encontré en la permacultura una guía para integrarme con inteligencia y respeto a cualquier medio ambiente. Toda esta información compila de manera organizada vastos conocimientos albergados en las culturas indígenas y tradicionales del mundo, y es complementada por las eco tecnologías emergentes de una sociedad que está despertando a las problemáticas ambientales y al consumo consciente de energías limpias. Hace ocho años tuve la fortuna de conocer el lugar en el que David Holmgren (co-creador de la permacultura) y su familia convirtieron un terreno desolado en un hábitat vivo, diverso y abundante, que hoy en día, además de darles autonomía alimentaria y energética, sirve de inspiración y escuela para el mundo. Su experiencia me hizo reconocer que la naturaleza humana tiene una función biológica y puede colaborar o no para regenerar los recursos de la Tierra. La observación de aquel mundo me hizo ver la relación que podemos tener con nuestro entorno y eso parecía lo más próximo a lo que yo pudiera definir como una realidad. Lo otro más hermoso fue entender que una vez alcanzando este nivel de relación con los alimentos y las fuentes energéticas, la interacción humana sigue en su evolución hacia la conciencia de entenderse como parte de la diversidad biológica, y que la continuidad de ello es compartir este conocimiento como una cultura de la Tierra para que cada ser humano pueda integrarse con ella. Al comprenderlo, quise volver a México a vivir esta experiencia en casa; busqué y encontré personas con quienes colaborar para contribuir a regenerar la salud de los suelos, y con ello, la calidad de vida humana. Aunque conocía teóricamente los problemas que tenía que enfrentar, no fue hasta que empezamos a construir nuestra propia realidad cuando entendí que cultivar nuestros alimentos, construir las casas con nuestras manos, participar activamente para levantar una comunidad unida, representa empezar a vivir no al margen del sistema, sino como una expresión de un sistema en busca de salud y libertad.
En el camino, mi convivencia con las y los campesinos me abrió los ojos a dos verdades: la primera es que la permacultura estaba presente en sus prácticas; sin saber de su existencia, muchas familias han desarrollado intuitivamente diseños, que a lo largo de generaciones se han transmitido, con los que hacen un uso eficiente de los recursos naturales y permiten que éstos se regeneren y que se enriquezca su entorno y la posibilidad de habitarlo. La segunda verdad es que ese linaje de sabiduría ha sido truncado por la ambición de una sociedad que ignora la fuente de su sustento y de su alimento o que no le da el valor que merece. La necedad de querer sustituir una naranja por un sabor artificial cuyo nombre se define con letras y números jamás nos va dar el alimento y la energía concentrada en un fruto que recibió luz, agua y minerales provenientes de todos aquellos intercambios y transformaciones que la vida en el suelo hace posible por medio de sus ciclos y microorganismos. Hoy observamos las enfermedades de la tierra, la contaminación de los ríos y la muerte de campos de cultivo que por tiempos inmemorables habían alimentado a nuestros antepasados. Muchos ignoran que el campo es manipulado por la tiranía de las trasnacionales alimentarias, que no buscan el interés de la fertilidad de los suelos, entornos y habitantes, sino su explotación. El creciente desarrollo capitalista alimentado por nuestro consumo devora día a día la fuente natural de nuestros orígenes. El momento de unirnos para convertirnos en los actores de cambio, en dignos habitantes de la Tierra, ha llegado. Aquí afuera, en la otra realidad, existimos muchos guardianes de la Tierra, que servimos a los intereses de la unidad. Honremos la vida que nos ha sido dada con acciones y pensamientos que regeneren la tierra y lo que crece de ella, que alimenten los mantos freáticos y los bosques; acciones que rescaten ríos por los que corre el agua que da vida a todo lo que toca, sin olvidar que todo empieza en el corazón de nuestra conciencia y en el alimento que llevamos a nuestro cuerpo.
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