Lunes 28 de marzo de 2016, p. 31
Atoyac, Ver.
Es muy triste que se haya secado este río, porque hace muchísimos años tenía mucho camarón. Yo venía aquí a pescar
, recuerda Carlos Hernández Sosa, estibador del ingenio El Potrero.
“En ese entonces –agrega– había unos juiles (bagres) así de grandotes”, separa las manos al ancho de su tórax.
El hombre de 58 años recuerda que regresar a casa con la pesca del día era motivo de júbilo para la familia. Comíamos el pescado, frito y en caldo
.
Sin embargo, desde hace años el caudal del río Atoyac ha mermado y la contaminación ha provocado mortandad de peces en más de una ocasión.
“Antes el agua llegaba hasta por acá –arriba de la raíz del árbol en que está sentado–. Había camarón, y ya no; langostino, uno que otro”, reprocha.
Casi un mes después de que desapareció un tramo del río Atoyac, la grieta atrae curiosos que realizan días de campo. Una docena de personas caminan sobre las piedras que antes formaban el lecho del río, rodean la fosa, se toman fotos y recorren la ribera.
Pero para Carlos Hernández, de ojos azules y bigote blanco, no hay nada que festejar. Sentado debajo de una higuera, a orillas del cauce, mira con las manos entrelazadas el socavón.
Cuando era niño yo aprendí a nadar en el río Atoyac. Tiene balsas (charcas) como esta, con partes hondas y partes bajitas. En lo bajito andaba uno poco a poco, hasta que aprendía y se iba a lo hondo
.
Aprendió a nadar solo, algo habitual entre quienes viven en la ribera. Años después, trajo a sus hijas a nadar, y hace un año, su nieto de 10 años se aventuró en la corriente, lo que no volverá a ocurrir.