La felicidad es una responsabilidad personal, que se logra al encontrar un propósito y disfrutar de cada momento, consideró la sicóloga Herlinda Carrillo Alquiara, de la unidad de salud mental clínica del Hospital Juárez de México (HJM). En ese sanatorio atienden 400 consultas mensuales de quienes acuden por primera vez con depresión, ansiedad y enfermedades somatomorfas, las cuales surgen como una protesta del organismo ante situaciones adversas.

En una escala del uno al 10, el promedio de satisfacción que tienen los mexicanos con su vida es de 7.9, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). No vivir en la pobreza, tener amigos y ascender de puesto o salario es lo que más contentos los pone. Al contrario, no confiar en la familia, considerar que no ha tomado decisiones importantes y la drogadicción de un ser querido es lo que más los aflige.

Para la especialista no es concluyente que en los países desarrollados sean más felices, pues el bienestar está más ligado al conocimiento de uno mismo, que a cualquier otro factor externo. Sin embargo, según los resultados del estudio Bienestar Subjetivo (Biare), que el Inegi presentó en octubre del año pasado, hay una relación ascendente entre nivel de ingresos y el promedio de satisfacción con la vida.

La población en extrema pobreza tiene un nivel de satisfacción de 7 y su balance anímico o afectivo es de 4 –igualmente en una proporción que llega al 10–, mientras los que no son pobres mostraron una satisfacción de 8.5 y un balance de 6.

Oaxaca, una de las entidades con mayor población de escasos recursos, es la que tiene niveles más bajos de satisfacción de todo el país. Quienes mejor se sienten son los que viven en la Ciudad de México.

Además de tomar conciencia de lo que lo hace feliz y de lo que le causa malestar para poder cambiarlo, Carrillo Alquiara aconsejó el aislamiento: dejar el teléfono celular a un lado cuando se dialoga. Así como la convivencia con la familia, amigos y la pareja.