Sábado 26 de marzo de 2016, p. a12
El nuevo disco de Hélène Grimaud es un manifiesto, un poema de amor, un llamado de conciencia, un tributo y una obra de arte asombrosa.
Se titula simplemente Water (Deutsche Grammophon) y en esa palabra encierra al planeta entero.
La pianista francesa reúne obras de ocho compositores cuyo tema es el agua, sin incurrir necesariamente en lo programático, sino ubicarse en la poética.
Es un repertorio sorprendente, ejemplar, porque reúne obras insospechadas de autores contemporáneos y poco difundidos, como el italiano Luciano Berio (1925-2003), con su hermosa composición cuyo título es un juego de agua en sí mismo: Wasserklavier, que por igual significa Piano de agua, que Aguapiano, que Teclado acuático.
Hay que decir en este momento que Hélène Grimaud, además de ser una de las heroínas del Disquero, es depositaria de talentos y de magia. Para empezar, no sólo danza sino vive con lobos, esos seres enigmáticos con quienes ella se identifica desde hace muchos años y fundó una asociación para protegerlos.
También es escritora, autora hasta el momento de tres novelas. Es integrante, también, de Musicians for Human Rights. Y posee capacidades sinestésicas, es decir, que escucha colores, ve sonidos, los puede percibir con su epidermis y todo eso nos conduce a una expresión que en su caso deja de ser rutinaria para cobrar su valor absoluto: es una de las grandes pianistas del mundo. Sus interpretaciones son táctiles, vibrantes, coloridas, profundamente emocionales. Y poéticas.
Para eslabonar las obras que seleccionó, se vale de fragmentos de transición que escribió para el efecto Nitin Sawhney y que ocupan los lugares entre una obra y la siguiente. Es música con procedimientos electrónicos que aspira al paisaje, por momentos evoca el canto de ballenas y cumple su cometido de no figurar, simplemente estar ahí, para facilitar el flujo hidráulico.
El tercer track es una meditación zen: Rain Tree Sketch II, del japonés Toru Takemitsu (1930-1996).
La bella Hélène es autora del bello texto incluido en el cuadernillo del disco. Su vocabulario es budista: meditación, impermanencia, compasión, y una actitud siempre compasiva, meditativa, profunda y serena.
“Hoy más que nunca –escribe– la naturaleza demanda a los humanos nuestro respeto, nuestro cuidado, nuestra compasión.”
Continúa: mi mayor deseo es que al compartir los sonidos de la música, al escuchar con atención las voces del medio ambiente, podemos reconciliarnos no solamente con la naturaleza, sino con nosotros mismos. Porque somos agua
.
Este Disquero fue redactado el martes 22 de marzo, Día Mundial del Agua (no hay casualidades, sino causalidades: llevaba una semana estudiando el disco Water, desaprevenido de la efeméride) y al leer los contenidos de medios internacionales que insisten en que la siguiente guerra mundial no será por el petróleo sino por el agua, y que ciudades como la de México están amenazadas de desabasto total para 2025, en consecuencia se une al llamado de Hélène Grimaud. Porque somos agua. De hecho el planeta Tierra, que está formado por un porcentaje de 70 por ciento de agua, debería llamarse así: planeta Agua.
Los tracks 7 y 11 del disco Water son sencillamente espectaculares, alucinantes. Ahí se nota con claridad el poder sinestésico de esta pianista que une su belleza, como lo hacen otros artistas en el planeta, como la pintora mexicana Olivia González (recomiendo, para que participen, entrar a su página en Facebook: Art Natura), en defensa de la naturaleza. Es decir, en defensa de nosotros mismos.
Porque somos agua.