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La corrupción en el reporte meteorológico
O

bviamente, una sociedad civilizada no puede existir sin el derecho; sin respeto al parámetro jurídico no podríamos convivir armónicamente. Pero cuando la legalidad se traza deliberadamente de la manera más laberíntica posible, a fin de que sólo una élite de iniciados y enriquecidos pueda interpretarla y manipularla, la verdad legal suele convertirse en un subterfugio para ocultar la verdad sin adjetivos. Triste mundo es aquel en el que, cuando la imperfección legislativa provoca el dilema entre aplicar la ley o hacer justicia, la autoridad se conforma con aplicar la ley y se olvida del imperativo de legislar para hacer más justa la norma. Esto es lo que sí impera en México: la primacía de la letra sobre el espíritu, la dictadura de los tecnicismos, la subordinación de la honradez a la sentencia absolutoria. Como el vicio contrario de la regla no escrita, este letrismo es tramposo y mezquino.

El párrafo arriba citado se halla en el capítulo subtitulado El corrupto legal. Deshonestidad con estricto apego a derecho, del libro Mexicanidad y esquizofrenia, de Agustín Basave Benítez. Un libro de prosa ágil, ingeniosa y en momentos poética.

A invitación de la Feria del Libro de la universidad pública –Uanleer–, participé en la presentación de ese libro cuyos referentes van cobrando claridad a medida que el lector se adentra en sus páginas. Los términos mexicanidad y esquizofrenia parecen, de primer intento, contribuir a la confusión general, expresión que le debemos al argentino Aldo Pellegrini. Sin embargo, a medida que la lectura avanza, su significado se hace cada vez más preciso. Es un ejercicio de aterrizaje: mientras más se desciende, los detalles observados aparecen con mayor nitidez.

Jano, una deidad bifronte de origen romano, fue la escogida por el autor para explicar conductas contradictorias en los mexicanos (los llama mexiJanos), que pueden llegar a criticar y justificar al mismo tiempo una misma realidad; a ver simultáneamente una cosa y su opuesto.

La presentación del libro se produjo en un momento en que los señalamientos de corrupción registraban un alto grado en el reporte meteorológico de Nuevo León. No mucho después de la compra a sobreprecio de decenas de cobijas entregadas a los pobladores pobres para que se defendieran del calor (entonces la temperatura ascendía a más de 24 grados) se hacía saber que el procurador de Justicia en el estado había sido citado a comparecer por el Congreso –cuya autoridad moral, por lo demás, se sostiene con palillos–, para que explicara la información difundida sobre varias deudas contraídas con casinos de Las Vegas y pagadas con cheques sin fondos. En su comparecencia, el procurador dejó saber que esas deudas habían sido liquidadas más de mes y medio antes de asumir el puesto. Nada había de ilegal en su conducta.

El cobro de la secretaria de Educación Pública, tanto en la nómina del gobierno estatal como en la de la universidad pública, hizo que los diputados también la llamaran a comparecer para dar cuenta de tal circunstancia. La funcionaria dejó en claro que ese cobro no estaba prohibido y sí justificado con labores académicas dentro de la UANL.

Varios casos similares vinculados a la Universidad Autónoma de Nuevo León se hicieron públicos y obligaron al gobernador Jaime Rodríguez Calderón a justificarlos con el mismo argumento de estar sostenidos por la legalidad.

Había más. El Consejo de la Judicatura del Estado rechazó una auditoría externa y optó por una de carácter interno. Desde 2012 los escándalos de corrupción han venido aflorado en el Poder Judicial de Nuevo León (desvío de recursos, proveedores fantasmas, pago de sobreprecios).

La legalidad, empero, parece ser una túnica confeccionada con la misma tela de la clámide del poder. Y con ella se cubren no sólo individuos pertenecientes a las mafias ilegales, sino los servidores públicos que actúan bajo el supuesto de ser merecedores de nuestra confianza.

En la presentación del libro de Basave, que pone a la corrupción en el centro de su análisis, afirmé que ya no es suficiente con hacer efectivo el cumplimiento de la ley. Resulta imperativo, y esto vale sobre todo para los servidores públicos, mejorar su espíritu en la gestión de la República. Abrir paso a una moralidad pública que no haga de la legalidad un subterfugio. Esta, me parece, es la inferencia elemental de la lectura de Mexicanidad y esquizofrenia y también de otra lectura: la del Barómetro Legal de Corrupción de Transparencia Internacional, según el cual México es el país más corrupto de América Latina.

A quienes pugnamos por la praxis de los valores republicanos siento, de pronto, que se nos ve como seres fantasiosos y hasta traidores y ridículos. Sobre todo si este empeño lo hacemos público.

En las cavilaciones que preceden a la redacción de temas estriados por la vinculación al propio ámbito de labores, y que implican responsabilidad, sí, pero también amistad y afecto, la duda se hace presente.

En esas estaba cuando un amigo especializado en la visualización de datos me envió un correo. En su carátula incluía una frase de Cicerón: La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Nunca me ha parecido válido buscar frases célebres, salvo las que uno atesora a lo largo de su vida como lector, y que pueden entrañar esa categoría, para resignificar un texto; válidas juzgo, por el contrario, aquellas que el azar hace salir al encuentro de uno cuando no las busca. Así que dejé mis dudas y me puse a redactar.