Critican descuido de fosa común de migrantes centroamericanos
Lunes 21 de marzo de 2016, p. 28
Juchitán, Oax.
Para los juchitecos, el Domingo de Ramos es el comienzo de un año y de la Semana Santa. Alrededor de 13 mil personas lo festejan en el panteón, donde comparten con sus difuntos comida, bebida, flores, velas y música.
El ritual se celebra en al menos 10 mil tumbas construidas en forma de pequeñas viviendas, con palma o tabique, que cada año son reparadas, aseadas y adornadas con lirios, girasoles, gladiolas o flores de río.
En los pasillos del panteón Domingo de Ramos, familias completas se organizan para hacer enramadas de palma o tela para protegerse del sol y entre risas, llanto o cantos recordar al difunto. Acuden escritores, músicos, trovadores, políticos, pescadores, artesanos, campesinos, amas de casa y menores de edad. Hay venta de comida típica, principalmente tamales de iguana, las regañadas (pastelillos crujientes) y dulces de frutas. Algunas familias contratan mariachis, tríos o bandas.
Pero no todo es algarabía. Ciudadanos y defensores de derechos humanos cuestionaron la falta de sensibilidad
de las autoridades de Juchitán por convertir en basurero y estacionamiento
el espacio donde se encuentran enterrados los cuerpos de centroamericanos.
Los restos, no identificados, fueron sepultados en 2007, cuando un grupo de centroamericanos se ahogó en el oriente del Istmo de Tehuantepec, a quienes se han sumado al menos 15 en años receintes.
Víctor Regalado, director de parques y panteones de Juchitán, aseguró que su personal limpia cada tercer día ese espacio, pero personas ajenas
tiran basura.
El basurero se encuentra detrás de la barda del panteón, el cual es visitado desde 2014 por la Caravana de Madres Migrantes y el Colectivo Bicu Yuba.