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Tumbando Caña

Sala de Historia

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Roberto Roena, hoy, con su Apollo Sound, en La MarakaFoto archivo
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oy por la noche, en el salón La Maraka, se llevará a cabo un encuentro musical que reunirá a grandes figuras de la corriente salsera: el band leader y percusionista Roberto Roena con los cantantes de su Apollo Sound; la leyenda de la Fania, Eddie Montalvo y su orquesta neoyorquina, y el sonero Ray de la Paz, acompañado por la orquesta del pianista Irving Lara.

¡Tres enormes conciertos en uno! Mismos en los que intervendrán de manera estelar las voces que hicieron historia con la Apollo Sound: Tempo Alomar, Carlos Santos, Sammy Rollo González y Tito Cruz, quienes acompañados por una orquesta de atrilistas mexicanos y dirigidos por el maestro Roena harán un recorrido por el amplio repertorio de la agrupación boricua.

Es la primera vez que el front completo de la Apollo Sound se presenta en México, por lo que se escucharán todos aquellos éxitos que el bailador recuerda: El cui cui y Parece mentira, en la voz de Rollo González; Que se sepa y Hay que saber comenzar, con Tito Cruz; Vamos, háblame ahora y Lamento de Concepción, que popularizó Carlos Santos, y el súper hit Cómo te hago olvidar, en la voz de Tempo Alomar. Esos y otros temas más que han calentado las pistas de medio mundo será lo que se escuchará hoy cuando suene la campana.

Otra grata sorpresa será la presencia de Eddie Montalvo con su orquesta. El percusionista estrella de la Fania, que colaboró fervientemente con Rubén Blades (Seis y Son del Solar), Héctor Lavoe y Johnny Pacheco, entre otros, ha formado una banda elite, con la que suena un repertorio plagado de salsa brava, con buenos arreglos e inmejorables ejecuciones. Una banda dirigida por la alientista Carmen Lavoe (saxos y flauta), misma en la que destacan el pianista Kevin Rodríguez, el bajista Máximo Rodríguez, los trompetas de Guido González y Samuel Cruz, los trombonistas Nelson Jaime y Rey David (de Veracruz), Chino Ramírez en el timbal, y las voces de Jeremy Montalvo, Ángel Ríos, Renzo Padilla y el gran Pichie Pérez, quien fue primera voz de la Sonora Ponceña. Todo un trabuco.

Un trabuco como es también la orquesta del veracruzano Irving Lara, quien ya demostró con Celia Cruz su enorme talento para organizar y plantear grandes repertorios musicales, con conocimiento de causa, buen pulso en la dirección y solvencia orquestal.

Esta vez toca al cantante boricua Ray de la Paz ser arropado por la bonhomía musical del originario de Las Choapas. Es la tercera vez que le acompaña y entre los dos se ha dado esa necesaria empatía para el buen discurrir escénico.

Ray de la Paz es un cantante de voz robusta, de rubatto firme y muy afincada en los vaivenes soneros. Su presencia y grato fraseo le han merecido el mote de El salsero del elegante cantar. De amplísima trayectoria musical, basta recordar lo hecho con la Spanish Harlem Orchestra para decantarse por su arte canoro.

Gran noche musical será pues la de hoy en el recinto La Maraka (Eugenia y Mitla, colonia Narvarte, Ciudad de México). Un encuentro musical diseñado/ destinado al salsero conocedor. Al bailador bravo, ese que nació con tres toques de tambor y que mide su tiempo en clave, pero al que puede acudir todo aquel que tenga ritmo y frenesí en las venas y azuquita en la cintura.

Me dicen los protagonistas que no habrá tregua. Que desde que se inicie la fiesta, hasta la última nota musical, habrá tralla salsera sin descanso ni concesiones. “¡Pura salsa brava pa’ gozar!”, como proclama el maestro Roberto Roena, sobreviviente de tres infartos cerebrales, a wuien que ahora que lo saludamos luce como si no hubiera pasado nada. ¡Salsa para alegrar este corazón de mi México querido que tantas penas tiene ahora!, dice con su voz ronqueta. “¡Salsa y aché pa’ mi gente!”

Queda hecha, pues, la invitación al gozo. Sólo resta agradecer al joven José Luis Sarabia y a la asociación Soneros con Clave por el esfuerzo que han hecho (como están las cosas no son muchos los que se atreven) para brindar un espectáculo de calidad salsera con sus verdaderos hacedores. Venga, pues, y que suene la clave.