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Colombia Caminos y latidos del festival Alexander Yosa Moreno Miembro del Festival de Cine y Video “Ojo al Sancocho”. Grupo de trabajo del Festival Internacional de Cine y Video “Ojo al Sancocho”. Me permito reseñar algunos contextos históricos y experiencias locales desde donde se articularon las convicciones, los liderazgos juveniles y las metodologías que constituyen hoy día las bases del Festival Internacional de Cine y Video Alternativo y Comunitario “Ojo al Sancocho” (FICVAC). Durante buena parte de nuestra crianza vivimos con la idea normalizada de que el cine y la televisión colombiana describían tan fielmente nuestra realidad que era indiscutible no reconocernos en las historias de violencia, pobreza y drama que se proyectaban en los teatros del centro de la ciudad o en las novelas o series de televisión como Pandillas, guerra y paz. Un elemento común en el discurso televisivo y cinematográfico fue asociar la delincuencia y el vandalismo con la figura juvenil, como el sujeto que representaba la crisis social y la falta de oportunidades, al cual había que controlar y orientar por medio del sistema educativo y la vigilancia. Nos sentimos corresponsables de transformar esos imaginarios audiovisuales o regímenes visuales que durante décadas fueron posicionando los medios de comunicación en la percepción de nuestras familias y comunidades, y por otro lado de incidir en las políticas gubernamentales que estimulaban la creación cinematográfica desde una lógica comercial que cada vez se encontraba más lejos de representarnos como latinoamericanos y como comunidad. Nuestra proceso de familiarización con la producción audiovisual estuvo marcado por una coyuntura donde el mercado de la tecnología audiovisual se hizo más accesible en términos económicos, especialmente para los jóvenes, colectivos y para las organizaciones sociales, todos los cuales, desde la rutina autodidacta y con elementos básicos de realización audiovisual, fueron generando nuevos discursos audiovisuales que se oponían a la representación estigmatizada de nuestros territorios. Un ejemplo representativo de esta nueva ola es Felipe Ávila, habitante de Ciudad Bolívar, y su productora Cine Callejero. Su interés y dedicación por hacer cine nació a partir de su primera experiencia en un taller de video que llegó al barrio J.J. Rondón en 1998. Sus producciones audiovisuales reflejan un modelo de producción autónomo, sin bases cinematográficas, con una innegable austeridad económica, pero con una excelente reputación y respeto de los guetos y ñeros, sus más fieles colaboradores, con los que ha producido largometrajes y cortometrajes, por ejemplo: Rompiendo Barreras, Corazón de Ciudad Bolívar, Semilla tras Semillas y Sin Mente. Un elemento esencial e innovador en esta propuestafue la voluntad de retroalimentar con la comunidad la producción audiovisual construida dentro del territorio, en espacios como el parque principal o el salón comunal del barrio. Allí asistían los personajes o protagonistas de sus películas y se facilitaban diálogos con el público sobre las temáticas y situaciones que se presentaban en el audiovisual y nos reflejaban como comunidad. Otro ejemplo fue la experiencia de la Fundación El Cielo en la Tierra, también de Ciudad Bolívar; ellos desarrollaron un proceso audiovisual pensado en lo pedagógico y sistémico más que en la producción de alta factura audiovisual, y más enfocado en resaltar las virtudes del ser humano que en formarlo como obrero de la industria audiovisual. De esta forma crearon colectivamente la serie de televisión Historias vitales (2000-2005),la cual fue transmitida por canales regionales, comunitarios y públicos del país. Lograron producir 17 capítulos de manera permanente. Una característica de este modelo de producción fue la rotación de los roles del equipo en cada capítulo; esa metodología de aprender-haciendo fue un punto de partida para que surgieran otras escuelas audiovisuales comunitarias y también para cualificar a varios de sus miembros para desempeñarse laboralmente en medios locales y comunitarios. Así como estas experiencias generaron posibilidades de vida y también de manutención personal y para sus familias, fueron emergiendo y visibilizándose otros colectivos juveniles, organizaciones sociales, activistas y personas independientes que producían y facilitaban la producción de contenidos audiovisuales desde una reflexión política, por medio de espacios de formación pedagógica audiovisual en los territoritos donde se estaban dando problemáticas que afectaban el bienestar de las personas y el buen vivir, por ejemplo resguardos indígenas, zonas campesinas y barrios de cientos de ciudades de regiones del mundo. Un aspecto que siempre merece ser analizado es el nivel de socialización de estas producciones audiovisuales que algunos sectores han categorizado como de bajo presupuesto, independientes, comunitarias, populares, etcétera, ya que no circulan por espacios de exhibición tradicionales ni alternativos como canales públicos, regionalistas, y comunitarios, o en eventos audiovisuales como festivales y muestras de cine. El FICVAC nació en este escenario, donde se hace necesario complementar y retroalimentar con espacios y canales de circulación y experiencias pedagógicas de creación audiovisual, para no sólo contribuir con la transformación de los imaginarios generalizadores y la estigmatización, sino para incidir en los destinos de nuestras vidas y del territorio. El festival anualmente busca que sus participantes e invitados convocados de diversos países, ciudades y barrios locales convivan durante una semana en la cotidianidad de la comunidad. Por ello no se invierte en hoteles y restaurantes ajenos a las viviendas y alimentación casera, con el fin de generar tejidos de economía solidaria. Busca que las producciones audiovisuales circulen en casas de la cultura, centros comunitarios, escuelas, colegios, espacios públicos o privatizados, etcétera; que sus temáticas busquen transformar realidades e imaginarios, y que se generen creaciones colectivas por medio de talleres de formación audiovisual por parte de experiencias de otros países o contextos. A la fecha se han realizado consecutivamente ocho versiones del FICVAC,en donde las claridades y contradicciones del trabajo comunitario han ido construyendo una identidad y un modelo propio para gestionar y producir los encuentros, talleres, las convocatorias a la comunidad, relaciones sociales y el diálogo con las instituciones y los movimientos sociales. En estos espacios se fue tejiendo una red de colectivos audiovisuales y organizaciones sociales de Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina, que se denominó Red de Cine Comunitario de América Latina y del Caribe, buscando sincronía en procesos y acciones en territorios estigmatizados o amenazados por el extractivismo minero y la vulneración a los derechos humanos, con el objetivo de recuperar una práctica y un concepto político de soberanía que, reflexionado desde el campo audiovisual, sencillamente significa empoderarnos en lo político, en lo técnico y en la difusión de nuestros propios discursos audiovisuales (soberanía audiovisual). Una metodología que surgió con la necesidad de concretar una acción/proceso en donde convergieran justamente lo político, lo técnico y la difusión alternativa, resultó a partir de la experiencia del Grupo Chasqui de Perú, que desde los años 80´s ha producido largometrajes como Gregorio y Juliana, entre otros, desde una perspectiva de comunidad, participación, identidad y memoria que denominaron Cine Comunitario. Durante los años recientes, en la Red de Cine Comunitario de América Latina y del Caribe, nos hemos encontrado con otras experiencias de cine comunitarioquenos han permitidoexplorar metodologías e intercambiar prácticas pedagógicas, con el fin de posibilitar relaciones de poder horizontales en la construcción de una representación autónoma y a su vez colectiva, como lo plantea hoy día el cine comunitario, por medio de la metodología de creación colectiva, en donde los valores y resultados cuantitativos y comerciales de una producción audiovisual la re-significan como un proceso social y la trasladan hacia el reconocimiento de la memoria, la identidad, las problemáticas sociales, la construcción de alternativas y al intercambio cultural. El proceso para transgredir un régimen visual o un paradigma de cultura audiovisual que se fundamenta en la imposición o el adoctrinamiento a nivel masivo de imaginarios y percepciones, sigue necesitando una movilización mancomunada, esta vez no sólo de los sectores audiovisuales y académicos, sino desde múltiples escenarios: legislativos, económicos, políticos, etcétera. No basta con una ley de medios o una legislación favorable para la producción audiovisual local o popular, si no se fortalecen continuamente desde la base comunitaria el pensamiento crítico y una conciencia política con el enfoque de la defensa de la vida. Videos: http://listas.idartes.gov.co/pmb/opac_css/index.php?lvl=author_see&id=145
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