robablemente mientras usted lee estas líneas, Nestora Salgado ya está libre (escribo la tarde del jueves 17). ¿Será? Si es así, ¡qué buena manera de festejar el Día Internacional de la Mujer! Me queda claro que si la liberan es por el trabajo excepcional de sus abogados y por la decisiva intervención internacional que pidió su liberación al gobierno de México. Porque como sabemos, en México la justicia es una abstracción que no tiene qué ver con la experiencia diaria. Las autoridades se vieron obligadas cuando el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la Organización de Naciones Unidas concluyó que la detención y privación de libertad de la coordinadora de la Policía Comunitaria de Olinalá, Guerrero, fue ilegal y arbitraria, y que su proceso judicial fue injusto: Pareciera que la señora Salgado habría sido perseguida debido a su lucha por los derechos de la población indígena e incluso es un patrón que se ha observado en los últimos años
(La Jornada, 3/2/16). El sistema judicial mexicano la trató como delincuente, se ensañaron al acusarla de 50 secuestros. Como autoridad local, lo que ella hizo fue defender a su gente de políticos infiltrados en el crimen organizado y en la trata de mujeres.
Nestora ha expresado que de salir libre se dedicará a liberar presos políticos, que, como ella, están injustamente encarcelados. Pienso que mujeres como ella en los puestos de poder es lo que necesitamos para fortalecer nuestra incipiente democracia. Porque la soberanía de un pueblo es irrealizable mientras no haya autoridades que luchen contra la impunidad, mientras la mayoría de la población siga excluida de las prerrogativas para vivir dignamente, y mientras las mujeres, es decir, las mitad de la población que conforma las comunidades y grupos sociales, estén perseguidas y no puedan participar en las decisiones sobre su entorno social.
Siendo un tema tan políticamente correcto, la igualdad de género no existe. Los espacios del poder público están monopolizados por el sexo masculino; la diferencia en cifras es inmensa: las jefaturas de Estado y de gobierno están ocupadas por hombres en 90 por ciento de los países del mundo; 83 por ciento de secretarías y ministerios están encabezados por hombres, y en curules de congresos ellos ocupan 78 por ciento. Hay grandes diferencias regionales: la mayor participación de mujeres en parlamentos se registra en los países nórdicos, con 41.1 por ciento, en el resto de Europa y en América anda por 25 por ciento, en Asia y Africa no llega a 18 por ciento la participación femenina; está documentado que en los países con sistemas de cuotas por sexo ha mejorado la distribución del poder entre hombres y mujeres. En la arena económica hay menos mujeres poderosas: tan sólo en las empresas europeas, 16 por ciento de mujeres participan en juntas directivas.
Pero en México, aunque más mujeres que hombres ejercen el derecho a votar (55.7), un 7 por ciento todavía pide permiso para hacerlo. Como bien señalaba estos días la senadora Martha Tagle, ninguna mujer ha ocupado la titularidad del Poder Ejecutivo ni ha presidido la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y en el ámbito legislativo en tan sólo una ocasión una mujer ha asumido la presidencia de la mesa directiva del Congreso. A lo largo de 55 años y hasta la fecha, solamente han podido acceder al máximo órgano de justicia de nuestro país 10 mujeres
. Gracias al principio de paridad electoral, hoy contamos con 37 por ciento de mujeres en la Cámara de Diputados y con 33 por ciento en el Senado (en la anterior administración la proporción era de 28 y 17 por ciento, respectivamente); una cuarta parte de las comisiones legislativas están dirigidas por mujeres. En el Poder Ejecutivo la situación es grave, tan solo siete mujeres han sido gobernadoras. En el gabinete de Enrique Peña Nieto, 88 por ciento de las secretarías de Estado están encabezadas por hombres. Sólo Andrés Manuel López Obrador asignó a más mujeres que hombres en las secretarías de la Ciudad de México, único gabinete conformado por más mujeres que hombres en nuestra historia. La situación es peor en las entidades: 93 por ciento de las presidencias municipales están actualmente encabezadas por hombres.
Cuando muchas mujeres como Nestora Salgado ocupen posiciones de poder, este país será otro. Porque cuerpo de mujer no nos garantiza la igualdad, lo que se necesita son mujeres que no reproduzcan las formas de dominio de la actual clase política, que redistribuyan las oportunidades sociales y el buen vivir, que puedan construir la igualdad política con hombres comprometidos y honestos.
No habrá un cambio de rumbo mientras las mujeres estén perseguidas y no participen en las decisiones sobre su entorno social, mientras no haya autoridades que luchen contra la impunidad. La igualdad de género implica llevar hasta sus últimas consecuencias los postulados de la igualad, porque al reconocer el carácter sexista de las desigualdades, se devela también su carácter político.
Twitter: @Gabrielarodr108